Durante siete años ha dado la cara cuando lo que se esperaba de una mujer violada en Pakistán era la ocultación avergonzada o incluso el suicidio. Mujtar Mai, de 38 años, ha conseguido abrir un nuevo ciclo esta semana al dar su mano a un hombre, Nasir Abbas Gabol, con el que se ha casado en segundas nupcias. Atrás queda su brutal violación - siendo divorciada-por cuatro hombres, ordenada por un consejo tribal para castigar los supuestos escarceos de su hermano de doce años con una chica de un poderoso clan rival. En lugar de arredrarse, esta mujer, que nunca fue a la escuela, decidió denunciar a sus violadores, recurrir su excarcelación e incluso enfrentarse al Gobierno y ganarle la batalla mediática. Todo ello sin dejar su pequeño pueblo de Mirwala, en el Punyab, pese a las amenazas.
Mujtar Mai
Pero si su valentía frente al machismo es poco habitual en un país islámico, tampoco el desenlace personal de su caso cuadra con los parámetros feministas occidentales. El flamante marido de Mujtar, policía por más señas, ya está casado con otra mujer, algo legal en la república islámica de Pakistán. Mujtar le rechazó en un principio por ese motivo, pero este amenazó con divorciarse de su primera esposa. Eso habría provocado que los hermanos de ella se divorciaran a su vez de las dos hermanas de Nasir. La súplica de las tres mujeres fueron, según Mujtar, las que la empujaron a aceptar el matrimonio "por motivos humanitarios". Una salida que tal vez no comprendan todas las lectoras y lectores del libro autobiográfico de Mujtar Mai, traducido a más de veinte lenguas y que le llevó en su día a entrevistarse con el ministro de Exteriores de Francia, con el subsecretario general de la ONU o a recibir el premio Casa Asia en Barcelona. Una celebridad que el general Musharraf intentó limitar en vano "para evitar la mala imagen de Pakistán", al prohibir temporalmente su salida del país.
Gracias a las donaciones obtenidas alrededor del mundo, Mujtar Mai construyó las primeras escuelas de su pueblo (una para niñas y otra para niñas) y una red de apoyo a las mujeres agredidas. Logró abrir una comisaria en la localidad, que le ha brindado a su marido. Asimismo, consiguió que los focos mediáticos forzaran a hacer justicia en su caso e incluso propició algunos cambios jurídicos favorables a las víctimas, ya que hasta hace tres años las mujeres pakistaníes debían aportar cuatro testigos de su violación para evitar ser acusadas de adúlteras. La justicia demostró que ni siquiera el ojo por ojo argüido por el clan baluchi para justificar su violación era cierto. El hermano de Mujtar había sido en realidad sodomizado por tres hombres del clan, que inventaron sus escarceos para lavar su delito.
19-III-09, J.J. Baños, lavanguardia