´Eutanasia y libertad personal´, Eulàlia Solé
Tras la aprobación por el Senado italiano de un pseudotestamento vital, ¿qué libertad tiene una persona en ese país si no puede ni decidir sobre su muerte? Nadie tiene poder sobre el cuándo y el de qué va a morir, salvo que recurra al suicidio, pero que al menos tenga la facultad de determinar el cómo. Sufriendo una agonía interminable o atajando el dolor inútil.
A partir de que a Eluana Englaro se le retiraron los aparatos que la mantuvieron en coma ¡durante 17 años! la derecha italiana se ha apresurado a legislar una ley, engañosa, que permite establecer por escrito qué terapias se rechazan en caso de que al enfermar no se esté en condiciones de manifestar la propia voluntad. Es engañosa, porque esa voluntad declarada no es vinculante para el médico, lo cual obliga a preguntarse de qué sirve tal documento.
Ante la tecnificación de la medicina, no constituye una minucia determinar o no con anticipación qué se está dispuesto a soportar en el propio cuerpo. Lo contrario de la eutanasia, definida como muerte suave y sin angustiosa agonía, es la distanasia, consistente en ensañarse terapéuticamente con objeto de alargar la vida por medios artificiales. Es posible que los creyentes católicos otorguen al dolor físico un valor añadido para alcanzar el cielo, pero aunque así fuera, no tienen derecho alguno a imponer a los demás un sacrificio tan enorme. Por otro lado, el testamento vital carece de carácter obligatorio, de forma que sólo se trata de que cada persona goce de libertad para elegir.
Por suerte, en Catalunya existe desde el 2000 el Registro de Voluntades Anticipadas, de manera que hasta hoy son más de 23.000 los documentos reconocidos. Porcentaje poco elevado, aunque lo importante es la posibilidad de suscribir lo que se desea para uno mismo en caso de no poder decidir en un momento determinado. Cualquier médico, llegado el caso, podrá acceder a través de internet a la voluntad expresada con antelación por el paciente. El respeto a la vida es eso, no la imposición de terapias previamente repudiadas.
En el resto del España la eutanasia aún no está regulada, con lo cual millones de personas están expuestas a una distanasia semejante a la que es dable en Italia. Ya es tiempo, pues, de permitir a toda la ciudadanía que decida sobre la calidad de sus últimos días.
3-IV-09, Eulàlia Solé, socióloga y escritora, lavanguardia