Alemania acoje a los uigures de Guantánamo

Alemania se dispone a acoger por lo menos a una decena de presos de Guantánamo de nacionalidad china y etnia uigur. Todos ellos fueron apresados por soldados, o bandas, en Pakistán y Afganistán y vendidos a la CIA después del 11-S en calidad de terroristas tras haber escapado de China por diferentes motivos.

Tras más de cuatro años en Guantánamo sufriendo tortura y vejaciones, fueron catalogados como NLEC (siglas de not longer enemy combatants:ya no combatientes enemigos) y declarados inocentes. Ahora, la Administración Obama quiere vaciar Guantánamo y sacárselos de encima. Obama ha prometido cerrar la prisión de Guantánamo para enero del 2010, sin mencionar otras prisiones similares como la de Bagram, en Afganistán, que son centros de tortura según organizaciones de derechos humanos.

Los uigures son una minoría nacional de China, étnica e idiomáticamente túrquica y de tradición islámica, que cuenta allí con una población de unos ocho millones. En general los uigures mantienen relaciones tensas con el dominio chino de Xinjiang, su región. Xinjiang es parte del llamado Turkestán, que en la época moderna estuvo dominado por los imperios ruso y chino.

La parte actualmente china se sitúa en el extremo noroccidental del país, y Pekín tiene allí el más complejo y difícil problema nacionalista de China. Xinjiang mantiene estratégicas y delicadas fronteras con siete países:

Mongolia, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán e India. Es una zona inmensa, rica en reservas de gas, petróleo y minerales, de 1,6 millones de kilómetros cuadrados, equivalente a más de tres veces la península Ibérica, la sexta parte de la superficie total de China. Pekín ha reclamado en múltiples ocasiones la extradición de los uigures de Guantánamo e incluso envió allá a funcionarios de policía para interrogarlos, pero Washington no ha querido, alegando que podrían ser torturados si regresaran a China.

En Munich se encuentra la principal comunidad uigur de Europa, unas quinientas personas, que lleva meses movilizada para que el Gobierno federal acoja a sus compatriotas como refugiados. Con su comunidad dispuesta a ayudar, la ciudad es el lugar idóneo para que se reinserten los de Guantánamo. En febrero, el Ayuntamiento de la capital bávara votó una resolución presentada por el Partido Verde para acoger al grupo de Guantánamo, pero los democristianos de la coalición de gobierno en Berlín eran hostiles a la idea. Últimamente, el Gobierno exigía de Washington una petición formal y una lista de nombres. Ambas condiciones parecen haberse cumplido.

"Estos hombres han sido víctimas de graves violaciones de los derechos humanos, el Gobierno de EE. UU. ha declarado el fin de la práctica de tortura en Guantánamo y se dispone a enmendar el crimen, así que Alemania debe ayudar", ha dicho el cabeza de lista para las generales de septiembre por el Partido Verde, Jürgen Trittin.

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En 1961, cuando tenía dos años, Asgar Can abandonó su Guldjá natal, en el noroeste de China. Su familia uigures huían del caravana de unas cien personas con niños y animales. Atravesaron el Pamir hasta alcanzar la paupérrima Faizabad, capital del Badajshan afgano. Seis años después, su familia pasó a Turquía, y él hizo el bachillerato en Chipre. En 1978 llegó a Munich, donde su hermano trabajaba en Radio Liberty, la emisora de la CIA que había iniciado en 1970 sus servicios en uigur.

Hoy Asgar Can es el vicepresidente del Congreso Mundial Uigur, que organiza desde Munich a varios miles de uigures de la diáspora. Can tiene "muy poca información" sobre la situación en Xinjiang, donde viven ocho millones de uigures en tensa relación con las autoridades chinas. No se fía de nadie. Conoce Madrid porque, en una ocasión, lo que parece haber sido el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) le pagó el viaje para charlar con sus agentes. "Ni siquiera pasé el control de pasaportes", recuerda.

De vez en cuando llegan a Munich nuevos refugiados de Xinjiang. Entre ellos hay espías chinos. A Can no le gusta hablar sobre el movimiento uigur de Hasan

Masjum, integrista y armado, hoy completamente desarticulado, tras la muerte del propio Masjum en Pakistán, en el 2003. El Congreso Mundial Uigur es una organización laica y huye como de la peste de cualquier cosa que huela a armas y radicalismo islámico. En Xinjiang muchos sueñan con ambas cosas, mientras los chinos mantienen el territorio bajo un puño de hierro y una fuerte represión.

Ayudado por EE. UU. y por la ONG de la CIA National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia), Can dice: "Nos preparamos para una eventualidad como la caída de la URSS". De vez en cuando va a Kazajistán, donde hay una importante comunidad uigur. "Cada vez que voy, las autoridades chinas ya están sobre aviso".

Desde febrero, Can ha luchado por lograr que los diecisiete uigures que quedan en Guantánamo sean aceptados como refugiados políticos en Munich. Cinco ya fueron puestos en libertad en el 2006 y enviados a Albania, donde Can los visitó. Sus historias dicen mucho sobre cómo la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) capturan a supuestos terroristas.

Ayub Hadji Mojamed, uno de ellos, era un chaval de dieciocho años que escapó de China a Pakistán con el propósito de estudiar Medicina en Estados Unidos. Allí le recomendaron pasar a Afganistán, donde se lo robaron todo. Entre tanto, llegó el 11-S y Ayub se encontró sin papeles en una comunidad de las montañas de Tora Bora, con sus otros cuatro compañeros uigures. Para entonces, los estadounidenses pagaban entre 5.000 y 25.000 dólares por cualquier extranjero que los pakistaníes les entregaran. Así que los vendieron: les hicieron pasar a Pakistán. Cuando se dieron cuenta, llevaban una bolsa de plástico en la cabeza y se encontraban maniatados en un avión que los llevaba al otro extremo del mundo.

A partir de entonces, Ayub pasó a ser el número 279 en Guantánamo. Torturas y cuatro años de cárcel para que él y sus compañeros confesaran que eran terroristas, hasta que alguien decidió que las historias que contaban eran reales y los llevaron a Tirana. "Se pasaron cuatro años explicando que nuestro enemigo es China, no Estados Unidos, pero no les creían", dice Can.

4-V-09, Rafael Poch, lavanguardia