Elshat Hassan espera invitados. Lo tiene todo preparado para cuando lleguen. Sólo está pendiente de que el Congreso de Estados Unidos dé el visto bueno. Entonces podrá acoger en su casa de las afueras de Washington a uno o dos presos de la cárcel de Guantánamo que han sido exonerados de cualquier crimen pero que no pueden salir: nadie quiere saber nada de ellos.
Volver a China, de donde proceden, ni se lo plantean. Los presos son miembros de la minoría uigur musulmana, y temen que si regresan a la región autónoma de Xinjiang, que ellos llaman el Turkestán Oriental, sean sometidos a torturas o los ejecuten. Otra opción es instalarse en Estados Unidos, donde no tienen familiares.
Pero la Cámara de Representantes, primero, y el Senado después, ambos dominados por los demócratas del presidente Barack Obama, han bloqueado los fondos necesarios para cerrar Guantánamo, alentados, en parte, por las advertencias -procedentes de políticos y opinadores conservadores- de que acoger a los presos de Guantánamo en Estados Unidos es un peligro para la seguridad nacional.
"Aunque han sufrido una larga estancia en prisión, no odian a Estados Unidos", dice por teléfono Elshat Hassan, un profesor uigur de 47 años que se exilió en el 2006 y que ahora se ha ofrecido a acoger en su casa a uno o dos de estos apátridas.
El drama de estos presos declarados inocentes por el Gobierno de Estados Unidos pero que ya llevan ocho años en Guantánamo evidencia las dificultades de Obama para cerrar Guantánamo, un "limbo legal", como lo ha descrito el propio presidente.
25-V-09, M. Bassets, lavanguardia