los países que depositan más confianza en sus Parlamentos son aquellos que tienen más experiencia democrática.
Por eso, España y Portugal - países con democracias aun jóvenes y la vivencia común de una prolongada dictadura- se sitúan al final del ranking, junto a los países del Este. Asimismo, los europeos que expresan un mayor interés por la política son aquellos que, por lo general, tienen un estado del bienestar más desarrollado, como es el caso de los países nórdicos. Sin embargo, esto no siempre es así, ya que otros países europeos con altos niveles de bienestar muestran al mismo tiempo tasa elevadas de desafección. Tampoco los avances en la educación contribuyen necesariamente a aproximar la población a la política ni a acentuar su interés y conocimiento de la cosa pública.
La desconfianza en los partidos políticos constituye otro de los síntomas de la desafección. Y, según Montero, este síntoma también contribuye al alejamiento de la política y, por tanto, amplía la distancia entre los ciudadanos y las élites. El resultado es la desmovilización y la desinformación ciudadana. Y como consecuencia de ello, los gobernantes tienen más margen de maniobra para manipular y engañar. De alguna manera, la desafección reduce la obligación de rendir cuentas y esta circunstancia se ve agravada porque los ciudadanos no siempre castigan a los políticos corruptos en las urnas. En el caso español, por ejemplo, se produce un alto nivel de protesta, pero muy "discontinua".
10-VII-09, H. Sabaté, lavanguardia