la saludable política de elegir diputados por/de circunscripciones uninominales

La derrota de ayer en la elección parcial de Norwich Norte -un escaño propiedad del Labour en 45 de los últimos 60 años- ha sabido a Brown tan amarga como el filete y el pastel de queso que los carceleros de Texas ofrecen a un reo que sabe que morirá a la mañana siguiente. Es un aperitivo funesto para un Labour que llenó de ilusión al país cuando llegó el poder en 1997, y entona la retirada como un ejército derrotado, sin líderes y sin ideas, en la ladera oscura de la moral y de la historia.

Obligado a convocar la elección parcial por la retirada de un candidato popular a nivel local por su independencia de la línea oficial del partido, escogido por Downing Street como una de las cabezas de turco en el escándalo de los gastos parlamentarios que sacudió Westminster antes del verano, el Labour ha obtenido menos de un tercio de los votos que sacó en esta misma circunscripción de clase media hace cuatro años (6.243 frente a 21.000 y calderilla), una actuación para la que humillante es el calificativo más generoso que viene a la mente.

 

circunscripciones uninominales en el Reino Unido:


Aún peor es la proyección de los resultados a unas elecciones generales. Se traduciría en una apabullante victoria tory en la primavera del año que viene, con una mayoría de 218 escaños en la Cámara de los Comunes, equivalente a las que disfrutó Blair en sus dos primeros mandatos y que permitiría a David Cameron revolucionar la agenda política del país si la crisis lo permite, bajar los impuestos y reducir los servicios sociales.

Un panorama que pone los pelos de punta a las clases trabajadoras de Gran Bretaña, por no decir a los parados y dependientes del estado del bienestar.

Todos los indicios eran de mal agüero para el Labour, tanto es así que su candidato Chris Ostrowski está postrado con la gripe porcina, y en Norwich todos - pitonisas, casas de juego, analistas políticos y gente de la calle- coincidían en pronosticar la derrota del gobierno. Unos comicios innecesarios, la pequeña venganza del diputado Ian Gibson después de que Brown le prohibiera presentarse a la reelección tras la denuncia de que vendió con descuento a su hija un piso cuya hipoteca había pasado como gastos al parlamento. Poco ético desde luego, pero no más abusivo que el comportamiento de decenas de otros representantes sobre cuyos excesos se ha echado un tupido velo porque son pelotas del régimen. Gibson decidió romper la baraja, dimitir con carácter inmediato y forzar una elección parcial en el peor momento posible.

25-VII-09, R. Ramos, lavanguardia