La cuñada más deseada por los varones indios tiene un nombre confesable, aunque ilegal: Savita Bhabhi. Heroína del primer cómic porno indio, Savita se contonea por las viñetas con el atavío inequívoco de una esposa hindú: el sindur (tinte carmín en la raya del pelo), el mangalsutra (collar nupcial), los brazaletes y, por supuesto, el sari. Pero su conducta poco edificante ha hecho caer sobre ella todo el peso del Estado indio.
Que Savita no sea de carne y
hueso no ha impedido que Nueva
Delhi le aplicara la legislación
antiterrorista que, desde los atentados
de Bombay, permite la clausura
de webs en aras de la seguridad.
Y parece que el sari de Savita,
tan fácil de poner y quitar, es
una amenaza mayúscula para la
armonía en el subcontinente.
Un chasco para decenas de millones
de indios que esperaban cada
mes el nuevo episodio de las
aventuras de esta adúltera impenitente,
vuyo marido trabaja demasiado.
Una bhabhi (cuñada) de
cabellera negrísima y pechos de
diosa de piedra, que durante un
año ha sacudido la cultura popular
india del corsé victoriano y
del velo islámico hasta devolverla
a la imaginería sexualmente explícita
de los templos milenarios
de Konark o Khajuraho.
Durante su año de existencia,
Savita ha hecho felices, a lo largo
de distintos capítulos,aunviajante
de sujetadores, a unos primos
lejanos y a jóvenes vecinos onanistas,
entre otros muchos. También
ha rememoradocómo aprobó
en los despachos alguna asignatura
que se le atragantaba.
Sus historietas, originalmente
en inglés, han terminado apareciendo
en varias lenguas regionales,
hasta contar con 60 millones
de lectores, el 70% en India. Savita
Bhabhi no ha tenido padre hasta
después de su asesinato. Y ha
resultado ser, como se sospechaba,
un dibujante británico de origen
indio, Punit Agarwal, de 38
años, que se ha dado por vencido.
Para entender el fabuloso éxito
de la cuñadísima Savita Bhabhi
hay que situarse en el contexto
indio, donde el matrimonio de
conveniencia y la familia extendida
siguen siendo de uso común.
Bajo el techo de la familia del novio,
la recién casada acostumbra
adesarrollar una relación de confianza
con el hermano menor del
marido. En muchos casos, el vínculo
emocional entre cuñada y
cuñado, sentido como más libre
que el propio matrimonio, se convierte
en romance, según el eminente
psiquiatra Sudhir Kakar,
que asegura haber tenido
innumerables pacientes
deprimidas
por la boda del cuñado.
Pese a la pudibundez
india, en estos casos
la clase pudiente
mira a otra parte. Y
en las clases bajas rurales
no es extraño
que un trabajador
emigrante asuma como
propios los hijos
engendrados durante
su ausencia por su esposa
y hermano.
Son contadas las películas
de Bollywood
que se han atrevido a
introducir un casto
beso. Pero la otra cara
del puritanismo es la
obsesión por el sexo
que cualquier varón
indio admite, en un
país donde la diferencia
entre realidadydeseo
suele ser abismal.
Este mes, el historietista
indio Sarnath
Banerjee replicaba
con las armas del cómic
para denunciar a los torquemadas
de Savita en el semanario
Tehelka. Y es advertía que, como
las cabezas cortadas de los demonios
de la mitología hindú, el rostro
–y, ya puestos, la anatomía entera–
de Savita se multiplicará en
la red para atormentarlos.
Otros critican que se censure
un producto cultural genuina y
calenturientamente indio, mientras
que se tolera –en internet–
cualquier pornografía extranjera,
incluyendo el manga X.
31-XI-09, J.J. Baños, lavanguardia