Aung San Suu Kyi, rehén de la inacción de los derechos, el Derecho, las libertades y la democracia

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El Consejo de Seguridad aprobó ayer una declaración sobre Birmania en la que se limita a expresar su "grave preocupación por la prolongación de la pena a Suu Kyi y en la que "urge al Gobierno birmano a crear las condiciones necesarias para un verdadero diálogo con Suu Kyi y con todas las partes concernidas con el fin de una reconciliación nacional". El texto es una versión edulcorada del propuesto inicialmente por EE. UU. en el que reprobaba la sentencia y exigía la liberación de la premio Nobel y de todos los presos políticos.

  

De nuevo confinada en su destartalada vivienda de Rangún, Suu Kyi volverá a su vida ya habitual. Se levanta a hora temprana, de madrugada, y dedica una hora a la meditación. Cumplido ese quehacer anda un rato por la casa y desayuna. Luego suele leer novelas de espionaje, su gran pasión, cuida las plantas del jardín o practica yoga. Labores interrumpidas por episodios de síndrome de abstinencia de chocolate a los que hace frente precipitándose sobre onzas de ese alimento. Sin internet, ni teléfono, ni visitas -excepto el médico y el abogado- se refugia en la radio y en conversaciones con dos señoras de compañía o con los vigilantes. Para la única Nobel de la Paz bajo arresto, el domingo es festivo. Suu Kyi se ha impuesto unos horarios que cumple a rajatabla. A las 21 horas apaga la luz.

13/14-VIII-09, afp, lavanguardia