perentoriedad de revitalizar la Unión Europea

El nuevo curso político es crucial para la Unión Europea. En el transcurso de los próximos meses deberán superarse los últimos escollos para que el tratado de Lisboa pueda entrar en vigor y dotar al club comunitario de mayor fortaleza y eficacia institucional. Con ello se superará el impasse en el que se entró hace cinco años como consecuencia del rechazo del proyecto de Constitución europea por Francia y Holanda.

Recientemente, el Tribunal Constitucional de Alemania ha rechazado el recurso contra el tratado de Lisboa que habían presentado cincuenta diputados de la izquierda. Una vez superado este obstáculo, que era determinante, queda libre el camino para que Irlanda pueda ratificarlo en el referéndum que celebrará el próximo 2 de octubre.

Las encuestas garantizan que, en esta ocasión, la mayoría de los ciudadanos irlandeses (53%) votará a favor. El cambio de opinión con respecto al referéndum anterior, en el fue rechazado el tratado, se debe a las concesiones que ha hecho la UE para vencer las reticencias de la población. Hay que confiar en que los sondeos se cumplan, ya que lo contrario supondría un duro golpe al proyecto europeo.

Con Irlanda serían ya veinticinco los países que habrían ratificado el tratado. Faltarán aún Polonia y Chequia, dos estados con dos polémicos y euroescépticos presidentes, Lech Kaczynski y Václav Klaus, que han decidido esperar a ratificarlo cuando lo haya hecho Irlanda. Toda una carrera de obstáculos que, en sí misma, ejemplifica las dificultades y complejidades que comporta la gestión de la Europa de los Veintisiete.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, ha manifestado su confianza en que todo irá bien y que el próximo año, bajo la presidencia española, puede ser verdaderamente el año de la refundación de Europa. Pero hoy eso es todavía un deseo. Incluso el cargo de Durão Barroso es provisional, ya que está pendiente de aprobación por el Parlamento Europeo una vez el tratado de Lisboa sea ratificado.

Es imperiosamente necesario que Irlanda, Polonia y Chequia ratifiquen el tratado de la Unión firmado en Lisboa el 13 de diciembre del 2007. Europa no puede perder más tiempo. Este tratado no es perfecto, es una refundición a la baja del proyecto de Constitución, pero es la mejor herramienta posible que se ha conseguido para avanzar en el proyecto europeo.

El tratado de Lisboa, sin duda, reforzará tanto la eficacia interna de la UE como su proyección en el mundo. A ello deberá contribuir la figura del presidente europeo, que sustituirá el sistema actual de presidencias semestrales, y la del ministro de Exteriores permanente, así como el mayor peso que tendrá el Parlamento y la adaptación del voto por mayoría cualificada, que evitará que un pequeño país pueda bloquear una decisión comunitaria del conjunto de estados.

Todo ello deberá contribuir a dinamizar el proyecto europeo, siempre que el presidente que se nombre asuma las dosis de protagonismo y liderazgo adecuadas, como demostró Nicolas Sarkozy durante la presidencia francesa de la UE en plena crisis financiera internacional. El europeísmo es un ideal en baja que hay que revitalizar.

29-VIII-09, lavanguardia