integrismo sexofóbico también en USA

La ciudadana Susan Finkelstein ha descubierto que no se puede jugar con las palabras. A veces, como a las armas, también las carga el diablo. Esta vecina de Filadelfia, que posiblemente jamás soñó con la notoriedad, acabó esposada después de poner un anuncio solicitando un par de entradas para asistir a un partido de béisbol. Quiso ser "divertida y amigable", según dijo, y acabó esposada por una supuesta oferta sexual. A la policía local le pareció que detrás de la expresión "rubia de pechos grandes" había algo más que el mero interés por ver a unos cuantos tipos dando batazos.

           

Que conste que dos entradas no son cualquier cosa en estos días de fiebre beisbolística. Nueva York y Filadelfia, las dos ciudades que desde la noche del miércoles vibran con la final, se encuentran bajo los mismos síntomas del apasionamiento deportivo.

Los dos mejores equipos cara a cara, en la denominada serie Amtrak, que sería como decir la serie Renfe, por la posibilidad de desplazarse en tren de un sitio al otro. Los Yankees - forjados a costa de inversiones millonarias- y los Phillies - defensores del título, robustos gracias a su coherencia- abrieron la ronda la noche del miércoles. El estadio del Bronx estaba a reventar, pese a la lluvia. Hubo homenaje a los militares - un oficial mutilado de la guerra de Iraq hizo el lanzamiento de honor-,los vips, incluida la primera dama, Michelle Obama, se dejaron ver abrigados y sonrientes. Muchos neoyorquinos, sin embargo, no escondieron su enfado por la imposibilidad de hacerse con un pase. El emporio se quedó pequeño en sus 50.000 asientos.

A esa hora del miércoles, Susan se tuvo que conformar con ver el encuentro por la tele, todavía perpleja por la historia que acaba de vivir. Aunque, en verdad, sólo es el principio de la pesadilla por cuanto en diciembre afrontará ante el juez un cargo menor por prostitución. "Pensé que me gastaban una broma", aseguró a una emisora de radio.

Siempre a partir de su testimonio, sólo había tratado de conseguir un par de entradas, no tanto por ella - de 43 años-,sino por su marido, John, de 56, un auténtico apasionado de los Phillies. No se le ocurrió nada mejor que recurrir a un anuncio por internet, en la Craiglist. No era la primera vez que buscaba alguna cosa por este popular método. En esta ocasión hizo referencia a su constitución física para "aparentar simpatía".

"En un minuto - explicó Susan-,pasamos de una conversación divertida a estar esposada". El supuesto vendedor, con el que se había citado en un bar - le acompañaba el marido-se identificó como policía. "Sólo quería conseguir el mejor precio por las entradas. Pensé que si flirteaba un poco lograría una rebaja".

Ahora ya sabe que hay cosas con las que no se puede jugar.

30-X-09, F. Peirón, lavanguardia