"La homosexualidad aquí no está aceptada de ninguna manera". Así de rotundos se muestran un vendedor de coches, un comerciante y un estudiante en Silopi, una ciudad de unos 120.000 habitantes en el sudeste kurdo de Turquía.
A Ahmet Yildiz esta presión social le costó la vida en julio del 2008, cuando tenía 26 años. Para poder vivir su vida se fue de su pueblo natal, Sanliurfa, a Estambul pero su padre, Yahya Yildiz, de 49 años, lo siguió hasta allí, a más de mil kilómetros, y lo mató.
Yahya Yildiz, que también hirió en el ataque a una vecina de su hijo, la joven Ummuhan Darama, es un miembro importante de una asiret o gran familia de la Adana kurda. Está en paradero desconocido desde que cometió el crimen, por lo que está siendo juzgado en rebeldía.
Se trata del primer caso conocido de un crimen de honor por ser homosexual. La policía llegó a intentar que Darama, que lleva velo, se olvidara del asunto y no testificara. La joven ha sido la única que ha presentado cargos. Ningún otro testigo subirá al estrado.
Y eso que Estambul es la meca de los gais turcos que desean salir del armario con dignidad.
Este en un país en el que el ejército considera el sexo entre varones como enfermedad y obliga a los homosexuales a demostrar con fotos humillantes su orientación sexual para librarse del servicio y donde está asumido que el Corán prohibe el sexo anal y menstrual, que son pecado.
Más pecado es matar, resumió Ummuhan Darama.
En Silopi los homosexuales no existen o viven en la clandestinidad porque de hacerse pública su condición correrían un gran peligro. "Yo tuve que cortarme el pelo porque de no hacerlo nos iban a matar a mí y a mi padre", dice un estudiante, que no quiere dar su nombre. Y sentencia: "Necesitamos un transplante de cerebros para erradicar su poder".
Se refiere a la presión que sobre la sociedad ejercen los aga o jefes tribales en la zona. Los aga deciden o aprueban en gran parte los llamados crímenes de honor, que han costado la vida a más de 4.000 mujeres turcas los últimos siete años. Teóricamente la ley castiga estos asesinatos con la pena de muerte pero quienes matan a sus familiares femeninos lo proclaman para, precisamente, limpiar ese honor mancillado.
Hay 12.607 casos relacionados con el honor kurdo y la violencia vinculada a la tradición están pendientes de sentencia en Turquía. "Debemos erradicar totalmente este sistema feudal. Se trata de un gran obstáculo frente al proceso de modernización", afirma tajante Ihsan Kalkan, abogado en Silopi y miembro de la Asociacion de Leyes de Sirnak. "La mejora paulatina en la educación está causando su crisis", añade.
28-XI-09, R. Ginés, lavanguardia