Nunca con más exactitud se puede hablar como ahora de acción desafiante del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad frente a la denominada comunidad internacional al aprobar su Gobierno la edificación de diez nuevas plantas de enriquecimiento de uranio. La agencia estatal de información iraní ha precisado que ya han sido elegidos los emplazamientos de cinco de ellas, que serán construidas rápidamente en los próximos dos meses, y que todavía debe decidirse la localización de las restantes. Las diez plantas tendrán las dimensiones de la instalación nuclear de Natanz.
Este proyecto ha sido decidido después de las deliberaciones sobre una posible propuesta de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania de elaborar una resolución que condene a Irán por la planta de enriquecimiento de uranio en una región montañosa circundante de la ciudad santa chií de Qom. La Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) había censurado anteriormente el programa nuclear iraní y había pedido al Gobierno de Teherán suspender las obras de la nueva planta.
Por vez primera desde hace cuatro años se ha abordado una resolución con el voto de Rusia y China, que hasta ahora han apoyado diplomáticamente a la República Islámica de Irán.
La expansión del programa nuclear permitiría producir 20.000 megavatios de energía nuclear el año 2010. La decisión adoptada atenta contra las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. El Majlis o Parlamento ha instado al presidente Ahmadineyad a que reduzca la cooperación iraní con la OIEA, con la que en los pasados meses se había tratado de alcanzar un compromiso sobre el enriquecimiento de uranio. Es evidente que esta decisión agravará sus difíciles relaciones.
La república islámica persa efectuó ejercicios militares para proteger sus instalaciones nucleares en Bushehr, Fars, Isfahán, Teherán y las provincias occidentales de la nación en caso de ataque. Las potencias occidentales acusan insistentemente a Irán de querer dotarse del arma atómica, mientras que los dirigentes de Teherán afirman que sólo ambicionan desarrollar su capacidad nuclear con objetivos civiles.
EE. UU. e Israel especulan con la amenaza atómica iraní, pero en Teherán se insiste en que el verdadero país amenazado es Irán, rodeado de tropas y bases militares norteamericanas en Afganistán, Iraq y en los principados del Golfo.
La actitud de Rusia y China no significa que estén dispuestas a respaldar nuevas sanciones internacionales contra Irán, pero puede interpretarse en el sentido de que el régimen islámico ya no puede confiar plenamente en su apoyo diplomático. La Administración Obama deberá pronunciarse en las próximas semanas sobre su actitud respecto al régimen de Teherán. Hay muchas opiniones que expresan el deseo de que no sólo se trate de la tan traída y llevada cuestión nuclear, sino también de la violación de los derechos humanos en Irán.
30-XI-09, T. Alcoverro, lavanguardia