La Confederación Helvética, cuna de derechos humanos, tierra de tolerancia y acogida, se ha convertido en la primera democracia occidental que prohíbe a sus musulmanes construir minaretes.
Contra todo pronóstico, un 57,7% de los suizos votó ayer a favor de la iniciativa popular impulsada por el Partido del Pueblo Suizo (SVP-UDC, populistas y fuerza mayoritaria de la Confederación con el 30% del voto en las últimas elecciones) y el pequeño partido cristiano de derechas UDF para incluir en el artículo 72 de la Constitución, que trata sobre la relación entre Estado y religión, la frase: "La edificación de alminares no está permitida". El redactado dice que es una medida "para mantener la paz entre las comunidades religiosas".
De los 26 cantones de la Confederación, sólo cuatro rechazaron la iniciativa: Basilea y los cantones francófonos de Ginebra, VaudyNeuchâtel.Una de las claves fue la altísima participación, del 54%, entre un 10% y un 15% superior a anteriores elecciones.
A medida que se iban conociendo los sondeos a pie de urna, Suiza enmudecía. Palidecía. Nadie esperaba la victoria del sí, y menos con una ventaja tan abrumadora. Los últimos sondeos le daban al sí un 37%. Quizás pocos se atrevieron a confesar un voto políticamente incorrecto. Incluso los impulsores de la iniciativa parecían superados por su triunfo. Oskar Freysinger, hombre fuerte de la UDC en el Valais, desplazado por la televisión a la mezquita de Lausanne para la jornada, se reconocía "estupefacto" por los resultados. "Quiero enviar un mensaje de tranquilidad a la comunidad musulmana - proseguía con rostro desencajado-.En ningún momento esto pone en cuestión su libertad de culto".
"Ustedes han lanzado esta iniciativa tan peligrosa sólo porque estaban convencidos de su fracaso. Ahora deben asumir las consecuencias de su provocación - replicaba una diputada socialista-.Dicen que el islam nunca ha vivido el siglo de las luces, que nunca ha separado religión y Estado. Pues hoy nosotros acabamos de hacer precisamente eso: hemos introducido en nuestra Constitución una norma religiosa. Somos la primera democracia occidental en dar este paso".
Del estupor al sonrojo. ¿Qué hemos hecho mal?, se preguntaban ayer en el amplio espectro del no. Gobierno, empresarios, sindicatos, ONG y representantes de todas las confesiones religiosas se habían posicionado en contra de la iniciativa.
"Estoy conmocionada, lo lamento profundamente", declaró la ministra de Exteriores suiza, Micheline Calmy-Rey. "Es la expresión de ciertos temores en el seno de la población a las corrientes islamistas extremistas - dijo en un comunicado la consejera federal, Eveline Widmer-Schlumpf-.Estos temores deben ser analizados y tomados en serio".
El SVP-UDC ha argumentado que los minaretes no son un símbolo religioso sino político. Su polémico cartel electoral, que unía minaretes y una mujer cubierta con una burka, dejaba claro que esta era sólo la punta de lanza de su batalla contra la "islamización rampante". "Ha sido una gran campaña. Ha sabido explotar el miedo al islam, lo emocional se ha impuesto a la razón. Pero el mérito es sobre todo de la pésima campaña del no. Nos hemos burlado del miedo y aquí está el resultado", opina Stéphane Lathion, presidente del Grupo de Investigación del Islam. Para él, "el miedo xenófobo existe en todas partes, pero Suiza es el único país donde los ciudadanos han podido expresarse al respecto".
Todos los ojos están puestos ahora sobre los musulmanes. ¿Vivirá la Confederación un estallido de rabia social como el de las banlieues parisinas?
Para Lathion, la clave la tienen los 400.000 musulmanes que viven en Suiza (5% de la población). Una comunidad mayoritariamente laica - un 80% proviene de la antigua Yugoslavia y Turquía-,aunque la minoría de origen árabe (6%) tiene una forma más ostentosa de practicar su religión. Con todo, en Suiza sólo existen cuatro minaretes y ninguno se usa para llamar a la oración.
30-XI-09, G. Saura, lavanguardia