China ha ofrecido al mundo su cara más fea -y su muy peculiar interpretación de los derechos humanos- con la ejecución de un ciudadano británico mentalmente disminuido, esquizofrénico y con delirios de grandeza, al que condenó a la pena capital por tráfico de droga. El Gobierno británico, muy disgustado, considera que se trata de una demostración de fuerza por parte de Pekín para hacer bien visibles sus músculos en el nuevo orden mundial.
Akmal Shaikh, de 53 años y padre de tres hijos, es el primer ciudadano de lo que hoy es la Unión Europea ejecutado en China en más de cincuenta años, en un abierto desafío a las múltiples apelaciones del Foreign Office y todo tipo de organizaciones humanitarias. Es significativo que se trate de un británico, dado el resentimiento que todavía tienen los chinos por las guerras del opio, el colonialismo del Reino Unido y la soberanía sobre Hong Kong hasta 1997.
Las mayores críticas se refieren a la opacidad del sistema de justicia chino y al hecho de que no haya tenido en cuenta los graves problemas mentales de Shaikh, con el pretexto de que nadie les hizo entrega de documento alguno que los demostrara. También a la crueldad de ni siquiera haberle informado de la suerte que le esperaba, un trágico destino que conoció tan sólo veinticuatro horas antes de su muerte por inyección letal a través de dos primos que recibieron autorización de última hora para visitarlo.
Shaikh era un ex taxista del barrio londinense de Kentish Town que en su locura emigró primero a Polonia con la fantasía de crear una aerolínea (a pesar de carecer de capital y de experiencia en el sector de la aviación civil), y luego entró en China con la ilusión de convertirse en estrella del pop en ese país (sin hablar el idioma ni tener buena voz o conocimientos musicales). Al cruzar la frontera las autoridades descubrieron en su equipaje algo más de cuatro kilos de heroína valorados en trescientos mil euros, y le acusaron de tráfico de droga, un delito que tratándose de cantidades tan grandes en China va acompañado de la pena de muerte.
Tanto Shaikh como su familia han alegado siempre la inocencia, explicando que fue víctima de una red mafiosa de Tayikistán - desde donde entró en China-cuyos capos le pidieron que transportara una maleta - donde iba la heroína-a cambio de la promesa de desarrollar su carrera musical. "La tentación de mostrar los bíceps y dar ejemplo con un demonio occidental (y además británico) ha sido irresistible para Pekín", especula bajo el paraguas del anonimato un alto funcionario del Foreign Office.
La ejecución plantea muchas sombras sobre las relaciones políticas y diplomáticas entre Gran Bretaña y la República Popular China, en un momento en que el régimen de Hu Jintao no pierde ocasión de hacer uso de su creciente poderío ya sea en la cumbre de Copenhague sobre el cambio climático, en la devaluación del dólar o en la utilización de sus inversiones en bonos y deuda del Tesoro norteamericano como instrumentos de presión. Ahora le ha querido demostrar a Londres que no es quién para cuestionar su sistema judicial, y que ser británico no impide ir al paredón por mucho que grite Downing Street.
"Estoy horrorizado y decepcionado - afirmó el primer ministro Gordon Brown-.Condeno la ejecución de Akmal Shaikh en los más duros términos, así como el hecho de que nuestras numerosas solicitudes de clemencia hayan sido ignoradas. En especial me preocupa el hecho de que la salud mental de la víctima no haya sido tenido en cuenta". El secretario del Foreign Office, David Miliband, aclaró que el Reino Unido se opone a la pena de muerte "en cualquier circunstancia, pero más aún en esta instancia específica por las irregularidades que se han producido en la defensa de nuestro compatriota".
El Gobierno británico convocó al embajador chino en Londres para dejar constancia oficial de su "más severa protesta", pero el representante de Pekín insistió en que "el sistema legal funcionó con normalidad, cuatro kilos de heroína podrían haber causado la muerte de 30.000 personas, y no existe ningún antecedente o prueba de que el condenado estuviera mentalmente disminuido". El mensaje del Gobierno chino es que Occidente en general yel Reino Unido en particular carecen de poder político y autoridad moral para decirle cómo tiene que hacer las cosas.
Un 72 por ciento de todas las ejecuciones realizadas en el mundo el año pasado tuvo lugar en China, según Amnistía Internacional. Por lo menos 1.718 hombres y mujeres fueron ajusticiados bien mediante un tiro en la nuca bien mediante inyección letal, pero la cifra podría elevarse a más de 6.000 dada la falta de transparencia. Hasta 60 delitos - entre ellos el fraude y la evasión de impuestos-conllevan la pena capital. De acuerdo con los preceptos de la religión musulmana, Shaikh fue enterrado enseguida tras su muerte, sin esperar a la repatriación del cadáver.
30-XII-09, R. Ramos, lavanguardia