Aunque Miquel Llor la bautizó como "la ciutat dels sants", lo cierto es que Vic parece la encarnación del demonio. ¡Qué cantidad de barbaridades se han dicho a raíz de la decisión del Consistorio sobre el padrón! ¡Cuánto político de boca suelta, cuánto ministro despistado, cuánto opinador convertido en dedo acusador de la corrección política! Por no hablar de las ONG que aparecen como churros, yque usan conceptos como la solidaridad y la tolerancia, para vehicular sus manías ideológicas. No siempre tolerantes, por cierto. Vic está bajo la picota, y la pregunta que me sugiere toda esta histeria demonizadora no es qué ha hecho mal (incluso si todo no lo ha hecho bien), sino qué estamos haciendo mal el resto. Por supuesto, podemos encararnos al problema de la inmigración ilegal con la tranquilidad de la simpleza. Todo el mundo cabe, todo el mundo es bueno y todo el mundo tiene todos los derechos. Sin duda, este planteamiento deja la conciencia tranquila y la ideología satisfecha, pero inevitablemente sume a la sociedad en el caos. ¿O no aprendimos que el histórico "papeles para todos" era el inicio del final del Estado de bienestar? No caben todos, no todos son buenos - como tampoco lo son los empresarios que usan la inmigración como mano de obra semiesclava-,y si todos pueden usar todos los derechos, esto se acaba. Es así de duro. Ni la bolsa pública es ilimitada, ni el sistema social puede aguantar un exceso de presión demográfica. Como resulta evidente que nadie quiere dejar (nadie democrático) a un ser humano a las puertas de un hospital, habrá que encontrar la fórmula para dificultar la inmigración ilegal, cortar el descontrol de personas, y no cargar el peso del problema social en los ayuntamientos. Dificultar el padrón a los ilegales es una opción posible. No significa que no se empadronen, pero debería significar que se avisa a la policía de la ilegalidad. ¿Por qué no? ¿Que nos asustan nuestras leyes? Más aún, ¿puede un ayuntamiento conocer una ilegalidad y nodenunciarla? Sinceramente, no entiendo los aspavientos, más allá que no deriven del sentido común, sino del paternalismo del buenismo progre. Buenismo que acabará llevando a muchos a la xenofobia…Seamos serios. Hay zonas saturadas de inmigración, cuyas necesidades sociales no están equiparadas a los recursos municipales. Ergo, si no hay becas escolares para todos, las ganarán los que están peor. Si no se puede operar a todos, se operará primero al que llegó peor. Como dijo Termes en su momento, inmigración contra pobreza. Porque los que ya estaban, pero también estaban mal, van a sufrir las consecuencias del déficit. Y entonces llegará Anglada y los escuchará. Porque, a diferencia de los progres en Babia, los racistas nunca duermen. Y saben que, donde la democracia lo hace mal, ellos venden mejor su producto.
13-I-10, Pilar Rahola, lavanguardia