el Vaticano, por la discriminación laboral en el Reino Unido

El viaje que realizará este año Benedicto XVI al Reino Unido promete ser tan interesante como delicado, un verdadero desafío a la experimentada diplomacia vaticana. El Papa lo ha podido comprobar ya con la controversia desatada en tierras británicas después de su discurso del lunes en Roma a los obispos ingleses y galeses.

El Pontífice les instó a que se opongan con absoluta firmeza a un proyecto de ley laborista contra la discriminación sexual. La Iglesia católica teme que, si sale adelante, le suponga un problema jurídico muy serio, pues podría ser objeto inmediato de denuncias por discriminar laboralmente a gais y transexuales.

Las palabras de Benedicto XVI fueron crípticas, difíciles de descifrar sin conocer el contexto legislativo británico. Pero en Londres se captó el mensaje a la perfección. Las reacciones fueron inmediatas desde el mundo de la política, la prensa y organizaciones de homosexuales y de defensores de derechos civiles.



"Su país es bien conocido por su firme compromiso con la igualdad de oportunidades para todos los miembros de la sociedad", dijo el Papa a los obispos. Pero luego matizó que "alguna legislación" pretende imponer "limitaciones injustas a la libertad de las comunidades religiosas a actuar de acuerdo con sus creencias". Eso, según Benedicto XVI, "viola el derecho natural sobre el que la igualdad de los seres humanos se fundamenta y se garantiza". El Papa animó a los obispos británicos a luchar contra el proyecto de ley "con celo misionero".

El parlamentario laborista Stephen Hughes se mostró "indignado, como católico". "Los líderes religiosos deberían intentar erradicar la desigualdad y no perpetuarla", declaró.

Fue el propio Benedicto XVI quien confirmó su viaje al Reino Unido, el primero de un papa desde 1982. No especificó cuándo, pero todo indica que será en septiembre. La visita estará marcada también por la decisión papal, en octubre pasado, de crear un mecanismo para integrar en la Iglesia católica al clero - incluidos sacerdotes casados-y los fieles disidentes de la Iglesia anglicana, en su mayoría los disconformes con la ordenación de mujeres y homosexuales. El anuncio causó un terremoto en el ámbito ecuménico. A los líderes de la Iglesia anglicana, que rompió con Roma en el siglo XVI, los cogió por sorpresa. El Vaticano lo planteó como un acuerdo, pero en realidad fue casi un diktat de Roma. Si aquel paso provocó conmoción en el terreno religioso, la intromisión papal en el proceso legislativo británico amenaza con caldear las aguas políticas ante el viaje.

3-II-10, E. Val, lavanguardia