sostenida pero insuficente oposición interna a Ahmadineyad

Cientos de miles de iraníes conmemoraron ayer el trigésimo primer aniversario de la revolución islámica. El régimen montó un fuerte dispositivo de seguridad en Teherán que impidió a la oposición hacerse oír. No se derramó sangre pero sus más destacados líderes fueron golpeados. El presidente Mahmud Ahmadineyad, mientras tanto, afirmaba a las masas congregadas en la plaza Azadi que Irán ya dispone de uranio enriquecido al 20%. El programa nuclear sirve, así, para alimentar, revigorizar, esta revolución tan desgastada e impugnada.



"Ahora Irán -declaró Ahmadineyad- es un Estado nuclear. Gracias a Dios, una parte del uranio almacenado ya ha sido enriquecido hasta el 20%, y podría incluso llegar al 80%. Ha sido puesto a la disposición de los científicos. En el próximo futuro triplicaremos esta producción". Frente a las sospechas occidentales de que prepara una bomba atómica, el presidente insistió en que dará un uso civil a este uranio.

Tras anunciar que "Irán es ahora un Estado nuclear", Mahmud Ahmadineyad acusó a Occidente de perturbar las reformas genuinas de su país.

El centro de esta gran metrópoli asiática estaba vigilado por contingentes de la policía, por agentes antidisturbios armados con gases lacrimógenos y por los temibles milicianos basij,montados en sus motos, enarbolando porras, cadenas e, incluso, armas de fuego que disparan al aire, y que desde el amanecer impidieron el tráfico rodado y cerraron avenidas y calles para evitar que partidarios del movimiento de la oposición hiciesen acto de presencia. El gobierno, como ya aconteció en las jornadas de las manifestaciones de protesta tras el escrutinio de las elecciones presidenciales de junio, bloqueó las comunicaciones a través de internet, las páginas web, los teléfonos móviles, para impedir que la oposición transmitiese sus informaciones, sus mensajes por SMS, y convocase a sus seguidores. Fue en la plaza Sadikiya donde pudieron agruparse algunos de manifestantes, que también se dieron cita en los barrios de Vanak, Amirtabad y Rahesabz. El gobierno si por una parte quería evitar cualquier violencia, por otra estaba dispuesto a no tolerar demostraciones de protesta con el emblema del color verde que se ha atribuido la oposición.

A través de las páginas web de la reformista organización Jarras y de imágenes captadas por iraníes en sus cámaras de vídeo difundidas en YouTube o Twiter - las autoridades prohibieron una vez más a los corresponsales extranjeros salir a las calles para cubrir esta conmemoración, que nunca había tenido este aspecto de impugnación al poder-,se han conocido algunas peripecias sufridas por los principales líderes de la oposición.

La policía, por ejemplo, impidió a Musavi asistir a la manifestación y, según algunas informaciones no confirmadas, su esposa fue golpeada. El guardaespaldas de Mehdi Karrubi, otro de los candidatos que se habían presentado a los malhadados comicios de junio, fue agredido por hombres de la milicia Basij, que rompieron las lunas del automóvil en el que intentaba acercarse al centro de la ciudad y lo obligaron a dar media vuelta.

También el ex presidente reformista de la República Mohamed Jatami fue maltratado y su cuñada, nieta del ayatolá Jomeini, fueron brevemente detenidos. Esta vinculación familiar con el gran ayatolá ilustra la naturaleza de los dirigentes del régimen islámico. sean del Gobierno o militen ahora en la oposición, y revela su pertenencia a un mismo núcleo de la jerarquía iraní.

La oposición también pudo manifestarse en otras localidades importantes, como en la imperial ciudad de Isfahán, donde hay una planta nuclear.



Si bien el gobierno ha ganado ahora la batalla informativa amordazando a los medios de comunicación y bloqueando los sistemas de transmisión, su conducta agrava su naturaleza dictatorial y represiva.

El movimiento de impugnación al gobierno, que arrancó sin una estructura organizada tras las elecciones presidenciales de junio, ha causado 30 muertos, según las autoridades, y 70 de acuerdo con la oposición iraní.

Desde junio, mil iraníes han sido encarcelados y 70 periodistas han acabado en la cárcel. Y poco antes de esta conmemoración, fueron ejecutados dos partidarios de la monarquía derrocada en 1979 por la revolución.

Musavi, al que el gobierno no se atreve a detener, ha insistido en que "el movimiento verde no abandonará su lucha pacífica hasta que los derechos del pueblo sean reconocidos". Pese a su cautela, se va acercando a la posición progresivamente radical de sus simpatizantes, que ya no protestan por un fraude electoral sino que impugnan la naturaleza teocrática del régimen. Hasta ahora, sin embargo, Musavi, como los demás líderes de la oposición reformista, como el propio Jatami durante sus dos mandatos presidenciales, siempre ha reivindicado la herencia política de Jomeini, del que todos ellos fueron sus protegidos. Por eso insistían ayer en su derecho de participar en la ceremonia oficial de la revolución islámica.

Se ha evitado el derramamiento de sangre en las calles de Teherán. La oposición carece de fuerza para derrocar el gobierno. Pero la historia de Irán, con todas sus consecuencias internacionales, como su voluntad de convertirse en una potencia nuclear, no se detiene.

12-II-10, T. Alcoverro, lavanguardia