Hace tres años publiqué un artículo titulado "El gulag de Guantánamo" pidiendo que se respetara la vida del periodista sudanés Sami al-Haj, en huelga de hambre desde hacía un mes, como protesta por los cinco años que llevaba detenido sin derecho a comparecer ante un tribunal civil norteamericano. En aquella cárcel habían fallecido el año anterior tres internos en régimen de aislamiento total para vergüenza de cualquier sociedad que se llame democrática, como la estadounidense. Sami al-Haj fue excarcelado finalmente, libre de cargos, en febrero del 2008 y actualmente vive en Sudán con su mujer y su hijo.
La base naval de Guantánamo - enclave de Cuba ocupado por Estados Unidos desde 1898-a bien seguro que permanecerá en la memoria colectiva como la mayor burla de los protocolos del convenio de Ginebra sobre los derechos de los prisioneros. En eso estamos todos de acuerdo.
Pero en Cuba existe otro gulag, tan terrible como el de Guantánamo, en territorio nacional del régimen castrista: es una cárcel de máxima seguridad y se halla en La Habana. En esa cárcel, privado de cuidados médicos, sometido a vejaciones y malos tratos, murió el 23 de febrero Orlando Zapata Tamayo. Como miembro del Directorio Democrático Cubano, una organización civil ilegal, fue arrestado en el 2003 y condenado por "desorden público". Igual que Sami al Haj, Zapata se declaró en huelga de hambre para protestar por las condiciones de su detención. Resistió durante 85 días. Su muerte hace reflexionar sobre si tuvo menos suerte que el sudanés. O si fue peor tratado.
Reporteros sin Fronteras recuerda que Zapata fue encarcelado el mismo año que los 75 periodistas y activistas disidentes conocidos como Grupo de los 75. La ola de represión conocida como primavera negra los envió a la cárcel por defender la democracia y los derechos humanos. El corresponsal de nuestra ONG, Ricardo González Alfonso, figura entre los 20 periodistas de aquella redada que aún están en prisión. El pasado octubre, González emprendió una huelga de hambre de dos meses que sólo sirvió para debilitarlo aún más de lo que ya estaba debido a la insalubridad que las autoridades penitenciarias cubanas mantienen en torno a sus 200 presos políticos.
Apelamos a la cacareada voluntad de apertura de Raúl Castro, que tan anunciada fue al comienzo de la sucesión dinástica. Los prisioneros de la isla esperan... o mueren. Unos lo hacen bajo el merecido título de héroes; otros, bajo el oprobio de contrarrevolucionarios. ¿Y qué titulo merecen los 20 periodistas encarcelados por delitos de opinión? ¿Qué dice la comunidad internacional ante el encarcelamiento de la libertad de prensa en la persona de esos profesionales de los medios de comunicación cubanos? Si escandaloso era y sigue siendo Guantánamo, más lo es la cabaña cubana. Es otro agujero negro del que no sale nadie más que en condiciones terminales o con los pies por delante, como Zapata.
Reclamamos a los dirigentes cubanos que apliquen a los prisioneros de la primavera negra las mismas reclamaciones que hacen por sus cinco funcionarios detenidos en Estados Unidos: que los liberen.
No sé si en esto podríamos estar todos de acuerdo.