Suecia se aņade a los Estados que reconocen el genocidio armenio

Después de Estados Unidos, llegó Suecia. La aprobación el jueves por parte del Parlamento sueco de una resolución que califica de genocidio las masacres de cientos de miles de armenios al final del imperio otomano supuso el retorno ayer a Ankara de la embajadora turca en Estocolmo, Zergün Korutürk. Ha sido llamada a consultas igual que lo fue el embajador turco en Washington la semana pasada después de que una comisión del Congreso de Estados Unidos adoptara la misma resolución. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, canceló su visita oficial a Suecia. 

13-III-10, R. Ginés, lavanguardia

      

El pasado sigue siendo un prólogo en Turquía. El comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos acaba de declarar que la matanza de armenios perpetrada por los otomanos a principios del siglo XX fue un genocidio. No es la primera vez que el comité se pronuncia en este sentido. En realidad, es una iniciativa que, con el apoyo de la influyente diáspora armenia, se repite cada año. Pero la resolución, que no es vinculante para Barack Obama, aún debe superar la prueba del Consejo General de la Cámara, donde tradicionalmente se ha encallado. ¿Todo, pues, resuelto? No. La iniciativa ha enfurecido a Turquía, que ha llamado a consultas a su embajador en Washington.

Lo sucedido en 1915, en plena Primera Guerra Mundial, sigue separando a armenios y turcos. Centenares de miles de armenios cristianos fueron entonces víctimas de matanzas y deportaciones, pero unos y otros discrepan en las cifras y en la calificación de la tragedia. Armenia y su diáspora consideran que las matanzas fueron el primer genocidio del siglo XX y hablan de un millón y medio de víctimas. Turquía rechaza el término genocidio y rebaja la cifra de muertos a trescientos mil. El presidente estadounidense Theodore Roosevelt se refirió a estos hechos como "el mayor crimen" de la Primera Guerra Mundial.

El caso armenio no ha tenido un trato histórico como la persecución nazi de los judíos, reconocida como genocidio por un tribunal internacional en Nuremberg, ni como las matanzas en Ruanda y Srebrenica, en la antigua Yugoslavia, que también merecieron la consideración de genocidio por parte de unos tribunales. El caso armenio ha sido objeto de estudio, tanto por el Internacional Center for Transitional Justice como por la Internacional Association of Genocide Scholars, pero nunca un comité internacional independiente ha tenido acceso a las documentaciones de armenios y turcos para pronunciarse.

Dos docenas de países, desde Uruguay hasta Australia, califican de genocidio las matanzas de 1915. Y Francia, con la mayor comunidad armenia de Europa, aprobó en el 2006 una ley que castiga la negación del "genocidio armenio". Después de ser aprobada esta ley, la empresa Gaz de France quedó excluida de la construcción de un gasoducto en suelo turco valorado en doce mil millones de dólares. En Turquía quien hable de "genocidio armenio" se arriesga a ser condenado a tres años de cárcel.

Los turcos siguen refiriéndose a la tragedia (utilizan la expresión los acontecimientos de 1915)como la cruel consecuencia de una guerra civil, no como un acto voluntario y premeditado. Es más, Ankara mantiene que los armenios, reclutados en las filas del ejército otomano, apoyaron a los rusos, y no a los alemanes (aliados de los otomanos), por lo que se convirtieron en una quinta columna. ¿Qué pasó, entonces, en 1915: un acontecimiento o un genocidio? En el 2005, el novelista turco Orhan Pamuk fue acusado de "insultar a lo turco" por afirmar que "un millón de armenios fueron asesinados en estas tierras y nadie se atreve a hablar de ello". Y tres años más tarde, un sociólogo turco, Taner Akçam, desafió la tesis oficial. En su libro A shameful act,basado en el testimonio de los verdugos, no sólo de las víctimas, Akçam sostiene que las matanzas se perpetraron bajo la responsabilidad del Estado y del ejército. Es decir, apunta a Mehmet Talaat Pasha, ministro del Interior entre 1913 y 1917 y organizador de "los acontecimientos" junto al general Jemal Pasha, comandante del ejército turco en Damasco. Y no sólo eso: Akçam subraya la continuidad histórica entre los Jóvenes Turcos, en el poder cuando las matanzas, y los kemalistas, entre ellos Mustafa Kemal Atatürk, quien después, en 1923, fundó la actual república laica turca. El nacionalismo y la idea de una Turquía homogénea, dice Akçam, es lo que une a los dos regímenes. Pamuk, Nobel de Literatura 2006, saludó este libro como una invitación a que Turquía revise su memoria.

El debate, sin embargo, no ha terminado. Turquía se queja de que el caso es utilizado políticamente para evitar su ingreso en la Unión Europea. Y los armenios no se dicen dispuestos a perder la memoria histórica. El pasado mes de octubre, Armenia y Turquía firmaron en Zurich un acuerdo (aún pendiente de ratificación por ambas partes) con el que se pretende poner fin a cien años de hostilidad entre los dos pueblos. Y entre lo suscrito destaca la propuesta de crear una comisión mixta de historiadores para que realice "un examen científico imparcial de los archivos". Checos y alemanes, por ejemplo, resolvieron de esta manera su disputa. Pero no es fácil para armenios y turcos, que utilizan la historia políticamente, lo que no debe resultar extraño. Es una constante desde que los romanos emplearan la damnatio memoriae para eliminar todo vestigio del enemigo, incluido su nombre.

13-III-10, X. Batalla, lavanguardia