Cuba: estrategia de relevos en las huelgas de hambre de disidentes

Guillermo Fariñas lo dijo al empezar su huelga de hambre y sed: "Que la llama no se apague". El fuego al que se refería el psicólogo y periodista disidente había prendido el 23 de febrero, al morir Orlando Zapata tras 86 días de ayuno en demanda de mejoras en su vida en prisión.

Bajo promesa de seguir sin comer ni beber "hasta las últimas consecuencias" salvo que Raúl Castro cumpliera su petición de libertad para una veintena de reclusos enfermos, Fariñas, de 48 años, tomó el relevo de Zapata al día siguiente de su fallecimiento: en pleno fulgor de las protestas opositoras y con el calor añadido de las críticas de Europa y Estados Unidos al Ejecutivo cubano.

El también ex militar cubano, con 11 años y medio de cárcel y otras 23 huelgas de hambre a sus espaldas, cayó inconsciente el 3 y el 11 de marzo, fecha esta última en la que quedó ingresado en un hospital de Santa Clara tras haber recibido asistencia y recobrado el conocimiento. Entre ambos desmayos, otro disidente veterano, el septuagenario ingeniero y ex profesor Félix Bonne, anunció que, si Fariñas moría, él iniciaría otra huelga de hambre "hasta el fin". Quedaba así definida una novedosa, terrible y potencialmente demoledora fórmula de reivindicación de la disidencia cubana. Es lo que podemos llamar la estrategia de la antorcha, con la peculiaridad de que el pebetero está en un imaginario corredor de la muerte cuyos moradores pretenden sentenciar a todo un gobierno y su sistema político.

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Todos los grupos de la oposición han pedido a Fariñas que abandone el ayuno. La gran paradoja está en que su negativa a desistir es ahora probablemente, como madera sobre la hoguera que arde desde la muerte de Zapata, el factor principal de una inédita cohesión entre los elementos de una disidencia hasta ahora desunida por diferencias, rencillas y desconfianzas alentadas por varios precedentes de infiltración desde la seguridad del Estado.

Esa incipiente unidad, cuya solidez está aún por confirmar, fusiona a la oposición de toda la vida con la ciberdisidencia de nuevo cuño. El mejor ejemplo lo vimos cuando, justo al caer Fariñas inconsciente por segunda vez, la premiada Yoani Sánchez informaba de la evolución del paciente a sus seguidores virtuales, vía Twitter, desde el coche en el que ella y otros blogueros iban a visitarle. En uno de sus mensajes, Sánchez escribió: "Nunca como ahora los inconformes habíamos estado tan unidos".

Otro aspecto destacado de esta movilización es que sus dos protagonistas - Zapata y Fariñas-y el que se ofrece como tercero (Bonne) son negros, cuando casi todos los dirigentes opositores son blancos. Más leña al fuego, en este caso el de un latente debate sobre el racismo en Cuba que algunos grupos intentaron activar meses atrás sin que el incendio llegara a propagarse.

El Gobierno insiste en caracterizar a los huelguistas como delincuentes comunes, "contrarrevolucionarios" o ambas cosas. A Washington, a la UE y a los países y partidos occidentales más agresivos los ha tratado de hipócritas por su doble moral respecto al tratamiento de los derechos humanos en sus propias casas y las de sus amigos o de las naciones más poderosas. Y a los medios de comunicación, en especial a algunos españoles, los ha acusado de instigar el escándalo.

La atención hospitalaria y sobre todo la nutrición parenteral que por orden del Gobierno se administró y seguirá ofreciéndose a Fariñas pueden dilatar su protesta y mitigar la llama. La unidad de la disidencia es precaria, y a los cubanos les preocupan asuntos más inmediatos. Pero, al menos a corto plazo, Raúl Castro afronta un escenario político nuevo y difícil, con posibles daños de consideración a su imagen y en sus relaciones con el exterior.

Las Damas de Blanco, familiares de los 75 encarcelados en la primavera del 2003, saldrán a la calle los próximos días con motivo del 7º aniversario de la redada (18 de marzo). La antorcha del caso Zapata aumentará su visibilidad. Más fulgor, más conflicto.

14-III-10, F. García, lavanguardia