Mucho menos graves cuantitativamente que los de Irlanda, los alrededor de 300 casos de abusos sexuales y maltrato detectados en centros católicos alemanes tienen aquí un impacto social y político mayor. El Gobierno alemán se ha mostrado muy decidido en sus críticas a la Iglesia católica, y lo mismo ocurre con las asociaciones católicas de base. La canciller Merkel, sin embargo, viene apretando el freno en los últimos días y ayer declaró ante el Bundestag que "sólo hay una vía para superar este delito execrable: saber toda la verdad sobre lo que pasó". Merkel descargó algo a la Iglesia al decir que esos casos "no se limitan" a la Iglesia católica, sino que se producen "en muchos sectores de la sociedad". La ministra de Justicia, la liberal Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, adoptó una posición particularmente decidida, reclamando a la Iglesia indemnizaciones y acusando al Vaticano de obstruir investigaciones. La ministra aludió a una directiva del año 2001 de la Congregación para la Doctrina de la Fe, entonces dirigida por el actual Papa, que aconsejaba discreción y secreto en algunos casos. El influyente teólogo de la Universidad de Tubinga Hans Küng incidió ayer en el mismo aspecto al calificar al Papa de "el principal responsable de la ocultación de los casos de pederastia en todo el mundo" y pedirle en un artículo en la prensa que pronuncie su propio mea culpa.En Alemania, el escándalo salpica más al Papa porque siendo arzobispo de Munich, en los años ochenta, su diócesis acogió a un sacerdote con antecedentes que luego reincidió. El coro de la catedral de Ratisbona, dirigido por un hermano del Papa, fue también escenario de abusos. Merkel anunció ayer que revisará los plazos de prescripción de los delitos de abuso sexual a menores y apoyó la propuesta de indemnizaciones.
18-III-10, R. Poch, lavanguardia
La Iglesia católica de Irlanda consiguió mantener ocultos durante décadas los abusos sexuales endémicos en parroquias, orfanatos e instituciones religiosas a lo largo y ancho del país. Pero una vez que se ha abierto la caja de Pandora, la crisis no ha tardado en llegar a lo más alto: el cardenal primado Sean Brady.
Que el cardenal Brady en persona esté salpicado por el escándalo no es ni mucho menos casualidad, teniendo en cuenta que un reciente informe del Gobierno de Dublín denuncia una conspiración en toda regla para que los miles de incidentes no salieran a la luz pública, proteger a los culpables, lavar la ropa sucia en casa y anteponer los intereses de la Iglesia a los de las víctimas.
Por esa razón, aunque la mayor parte de los curas y monjas que abusaron de niños y niñas ya sea por paidofilia, sadismo o maldad pura y dura estén muertos o se hayan jubilado (los incidentes registrados se remontan hasta hace 60 años), hay numerosos sacerdotes en posiciones de poder en Irlanda - tanto en la República como en el Ulster-que participaron en el encubrimiento de los delitos.
Uno de ellos es la máxima autoridad católica del país, el cardenal Brady, que se ha visto obligado a confesar que en 1975, cuando era un simple párroco, persuadió a dos niños de diez y catorce años para que firmaran un documento comprometiéndose a guardar el secreto de que habían sido víctimas de abusos sexuales. Su rocambolesca excusa es que lo hizo para evitar que su testimonio se contradijera con el de otros testigos en una investigación interna, y quedara invalidado, y no ha encontrado una explicación factible al hecho de que nunca informara a la policía.
La posición de Brady está en peligro, a pesar de que aprovechó su tradicional homilía del día de San Patricio - patrono de Irlanda-en la catedral católica de Armagh (Ulster) para entonar el mea culpa y pedir perdón ("a todos aquellos a quienes he hecho daño con mi comportamiento, y a todos aquellos a quienes he defraudado al no ser fiel a los valores que represento y me comprometí a defender").
No se sabe si ello será suficiente para que pueda sobrevivir como primado, porque numerosos políticos y estamentos de la sociedad irlandesa han pedido ya su dimisión. Y un síntoma de la extrema precariedad de su situación es que entre ellos figura incluso Martin McGuinness, ahora viceprimer ministro del Gobierno autónomo de Irlanda del Norte, y que durante el conflicto de la provincia fue miembro del consejo armado del IRA. Que el responsable de la lucha armada y multitud de atentados se sienta con autoridad moral para pedir la cabeza del cardenal es significativo.
Su destino va a depender en buena medida del contenido de la carta pastoral que el papa Benedicto XVI, en un intento de disolver de una vez por todas la crisis que ha hundido la reputación de la Iglesia católica de Irlanda, va a firmar mañana. Un portavoz del Vaticano ha adelantado que se trata de un "mensaje de arrepentimiento y renovación para que cicatricen las heridas", pero queda por ver hasta qué punto se limitará a echar tierra sobre el asunto, o bien establecerá responsabilidades personales.
18-III-10, R. Ramos, lavanguardia