Por vez primera en la televisión árabe, un concurso literario acapara una atención que desborda fronteras. Una artista de la palabra tiene la suerte de transmitir a través de sus poemas la voz contra la injusticia, la segregación y la opresión. He aquí que en la península arábiga la poesía ha devenido, ante las cámaras de televisión, arma de denuncia social.
Cubierta con el niqab negro, que sólo le deja libres los ojos, toda vestida de negro, como muchas mujeres árabes, Hisa Hilal desafía con su poesía en un popularísimo programa de la televisión del principado de Abu Dabi, contemplado por 20 millones de personas, a los más oscurantistas del islam. Después de haber llegado a finalista del concurso Un millón para un poeta (un millón de dirhams, alrededor de la misma cantidad en euros), está a punto de ser proclamada ganadora tanto por los miembros del jurado masculinos, que visten sus tradicionales dishdashas y kefiyas blancas como por el inmenso público, arrebatado por el lenguaje, la pasión, el ritmo de sus versos.
Primero han sido sus palabras en las anteriores veladas las que la han aupado al puesto de única mujer finalista. Es difícil imaginar que los organizadores hubiesen podido prever un éxito femenino tan espectacular.
La cultura árabe sigue siendo predominantemente oral. Los árabes, tan orgullosos de la riqueza de su lengua, se embelesan por la palabra bella y profesan gran admiración a quien con arte, a menudo declamatorio, sabe emplearla. Durante años se han celebrado certámenes poéticos ante cámaras de televisión, estudios de radio, incluso estadios, en torno a un género poético fresco y espontáneo que se improvisa sobre cualquier tema, siguiendo estrictas normas del verso, como el zéjel que dejó en herencia a la poesía española.
Hilal, de nacionalidad saudí, casada y con cuatro hijos, no ha revelado cuál va a ser el tema del poema que recitará en la sesión final. Hace un par de semanas leyó un texto titulado El caos de las fetuas, en el que sorprendió a todos con su denuncia de los jefes religiosos integristas que abusan de decretos reaccionarios.
Gracias a su éxito, la poetisa ha aprovechado su tribuna para dirigirse a mucha gente y expresar sus sentimientos sobre la vida, el amor, la condición de la mujer o la religión. "Los extremistas matan el espíritu de la verdadera religión musulmana, quieren condenarnos a la soledad y a la incomunicación -ha dicho entre aplausos- y lo único que nos ofrecen con su sociedad es el miedo y la opresión. Quiero aprovechar mi suerte para afirmar que si todas las mujeres árabes siguen luchando habrá cambios en nuestro mundo".
Hilal lleva el velo por consideración a su marido, a su familia, a su rey, al cual elogia por su prudente política de apertura, que la han animado a presentarse a este concurso. "Me sacrifico -dice con naturalidad- para que algún día mis hijas sean libres".
Los intransigentes islámicos, en sus blogs y páginas web, han amenazado de muerte a Hilal y a su familia, acusándola de ser enemiga de la religión y espía de la CIA. Después de un mes en un hotel de la capital de los Emiratos Árabes, echa de menos a los suyos, se siente fatigada por el esfuerzo del concurso. Su marido asistirá a la última emisión, en la que además de la recompensa en metálico se proclamará príncipe (o princesa) de la poesía del 2010, pero no quiere que sus hijas sean objeto de este fervor publicitario.
8-IV-10, T. Alcoverro, lavanguardia