Tres años de inestabilidad
Tras las elecciones de junio del 2007, Bélgica pasó 8 meses sin gobierno. Al final, Leterme fue elegido primer ministro.
En diciembre del 2008, Leterme se vio obligado a dimitir al ser acusado de presionar a la justicia para ayudar a un banco. Le sucedió Van Rompuy.
En noviembre del 2009, Leterme regresó al poder, libre de sospechas, tras ser nombrado Van Rompuy presidente de la UE.
En abril del 2010, la coalición de gobierno salta por los aires y dimite. El rey convoca elecciones para el 13 de junio.
LAS SIGLAS DE LA DISCORDIA: BHV.
Es un dossier que devora gobiernos: la reforma de los derechos electorales y lingüísticos del distrito Bruselas-Hal-Vilvoorde (BHV).
La convocatoria de elecciones anticipadas está rodeada de polémica. El propio primer ministro, Yves Leterme, en funciones, ha admitido que "el escrutinio será legal pero contrario a la Constitución". La razón es la misma que ha tumbado al Gobierno federal y ha alimentado la mayor parte de las crisis políticas de los últimos años: la reforma del distrito electoral de la periferia de Bruselas. En algunos pueblos situados en territorio flamenco, la minoría francófona (en algunos casos, ya es una mayoría, por influencia de Bruselas, donde apenas se habla neerlandés) tiene derecho a votar a candidatos valones. En el 2003, el Tribunal Constitucional declaró esta situación incompatible con la ley y apremió al gobierno a realizar los cambios oportunos. Ninguno de los últimos ejecutivos lo ha logrado.
Las tasas de participación en las elecciones belgas son la envidia de cualquier país democrático. La media se sitúa en el 90%, pero el porcentaje tiene poco de espontáneo: el voto es obligatorio por ley, so pena de multa administrativa y pecuniaria, de hasta 55 euros. Pero puede que esta vez las cosas sean distintas. Muchos ciudadanos rebeldes dicen tener otros planes para el domingo 13 de junio, día en que se celebrarán elecciones anticipadas, el colofón a tres años de desgobierno y luchas internas.
Nada más caer el ejecutivo de Yves Leterme la reacción de muchos belgas fue descargar su enfado en los programas de radio. Esta vez, decían algunos, no seguirán el juego a los políticos y no votarán. El sociólogo de la Universidad de Amberes Dave Sinardet participaba en esos momentos en una tertulia radiofónica y restó hierro a la reacción en caliente de los oyentes, quizás poco representativa. Tres semanas después está "sorprendido" por cómo ha crecido el fenómeno y no descarta "que este año la abstención sea más alta", dice a este diario.
El fenómeno ha ido en aumento sobre todo desde que el artista flamenco Stijn Meuris (un flamenco famoso, en la terminología local) dijo que él tampoco votaría. Varios políticos se movilizaron para que cambiara de idea, pero la presión sólo llevó al músico y creativo televisivo a explicar en público, desde las páginas del diario de referencia de Flandes, De Standaard,por qué - como demócrata conciencido-no votará. Más que un llamamiento a la abstención, era un grito contra la pasividad y autocomplacencia.
"Hace poco tiempo habríamos dudado mucho si publicar el artículo o no, lo habríamos llamado antipolítico", explicaba ese día Peter Vandermeersch, redactor jefe del grupo editorial del diario. "Pero ahora -añadía- Meuris expresa bien lo que siente un amplio sector de la población, un asco por la política que deriva hacia sentimientos antipolíticos. Y no se lo puedes tomar a mal".
La reacción ciudadana ha desbordado a Meuris, inspiración de varias campañas de protesta por internet. "Los americanos se movilizaron con el ´Yes, we can´, mientras que los belgas parecen abdicar con el ´No, we won´t´ (no, no lo haremos)", lamentan en un artículo el profesor Marc de Vos y Wouter van Besien (Verdes).
Durante los ocho meses que el país estuvo sin gobierno, los belgas ni se inmutaron. Ahora las luchas intestinas del poder han agotado la paciencia de una opinión pública cansada de ver cómo el ejecutivo centraba sus energías en un problema espinoso (los derechos de los francófonos en la periferia de Bruselas) pero microscópico al lado de los desafíos económicos del país. La anulación esta semana de los fastos por el 175. º aniversario del primer trayecto en tren en la Europa continental (entre Bruselas y Malinas), por respeto a las víctimas de un reciente accidente mortal que evidenció el mal estado de la red, ha recordado a los belgas el esplendor perdido de su país.
"¡Los obreros rellenan los baches de las autopistas con cubos!", denuncia Meuris. Pero "no sólo las infraestructuras se han quedado al nivel de Ucrania hace 20 años", insiste. "En economía, educación, ciencia y justicia nos hemos convertido en el hazmerreír de Europa...". Para otros, en cambio, la crisis económica es una razón de más para votar. David, un estudiante de la Universidad de Gante que antes cuestionaba este "derecho obligatorio", opina que "votar es más importante en tiempos de crisis". "No hacerlo es una protesta muy débil".
El debate, en especial en Flandes, está en la calle. Los medios lanzan la pregunta a diario: ¿piensa ir a votar? "Que se plantee así es muy raro, puede llevar a la gente a pensar que no debe hacerlo", alerta Sinardet. "Así se refuerza la tendencia, puede convertirse en una profecía que se autorrealiza", opina. Aunque hace años que no se persigue a quienes no votan, los belgas siguen haciéndolo en masa, señal de que en el fondo son un pueblo disciplinado... ¿Lo seguirán siendo?
9-V-10, B. Navarro, lavanguardia