historias (del sinsentido) de la Pena de Muerte

Las ejecuciones tienen una dimensión que cuesta comprender. El departamento de prisiones de Utah ha anunciado que acuñará una moneda conmemorativa del ajusticiamiento de Ronnie Lee Gardner, que regalará a todos los implicados en el proceso. En Utah, el pelotón de fusilamiento está formado por cinco policías. Cuatro llevan balas de fuego real y uno de fogueo, para que no sepan cuál es el responsable final de la muerte. El último fusilamiento en este estado fue el 17 de enero de 1977.

Morir de la forma más indolora  posible es una aspiración humana muy comprensible. Todo el mundo lo quiere. Todo el mundo menos Ronnie Lee Gardner: él quiere terminar sus días fusilado. Lleva 25 años en el corredor de la muerte, desde que en 1985 los tribunales de Utah le impusieron la pena capital por el asesinato de un abogado durante una fuga. La ley del estado le permite escoger la forma de cumplir la sentencia, o el pelotón de fusilamiento o la inyección letal. Escogió las balas. Su caso ha reavivado la polémica sobre la pena de muerte en Estados Unidos, pues la víctima fue un defensor de los derechos civiles y su padre ha solicitado al tribunal que no se le ejecute.



Utah es uno de los dos estados que aún tienen el fusilamiento como método de ejecución, aunque la última tuvo lugar en 1976. Hoy, el proceso contra Ronnie Lee Gardner está quemando ya sus últimas etapas. El pasado 23 de abril, el día de la rosa y el libro, el juez fijó la fecha para su ajusticiamiento: será el 18 de junio. Aún caben recursos, y existe la remota posibilidad de un aplazamiento, pero fuentes cercanas a su defensa se mostraron pesimistas.

Parte de la vida de este hombre puede leerse en la causa, un largo historial de encontronazos con la justicia culminado con un crimen que le acarreó la pena capital. En 1981 se evadió de un centro de baja seguridad esgrimiendo un cuchillo y apuñaló a un hombre porque no llevaba dinero. Fue detenido y volvió a escaparse, esta vez del hospital universitario, donde secuestró a un estudiante. En su fuga atracó un bar y mató al camarero. El 2 de abril de 1985, cuando era llevado desde la penitenciaría al palacio de justicia de Salt Lake City, una cómplice consiguió entregarle una pistola y entabló un tiroteo para huir. Un policía resultó herido, lo mismo que Gardner, que recibió un disparo del sheriff en el pecho. Quien se llevó la peor parte fue el abogado Michael Burdell, que estaba en el edificio aunque no tenía relación con el caso. Falleció a consecuencia de dos disparos efectuados por el reo, que le alcanzaron en un ojo.

Los expertos en psicología criminal aseguran que para entender el presente hay que conocer el pasado. Ronnie Lee Gardner no es un ángel, pero tampoco venía del paraíso. Nació en un entorno muy degradado. Él sufre una enfermedad mental, heredada de su madre, que los abandonó. Eran muy pobres y comenzó a inhalar cola a los cinco años. Luego también le dio a la marihuana y al LSD. A los cuatro años sufrió una meningitis grave que le dejó secuelas cerebrales. Para completar el marco, su hermano abusó de él, y cuando los servicios sociales le enviaron a un hogar de acogida, el responsable era un pederasta. Los psiquiatras que le han examinado han descrito que fue golpeado con frecuencia y que considera el abuso sexual como algo cotidiano.

Ronnie Lee Gardner era un candidato excepcional para acabar mal. Los letrados que ahora se han hecho cargo de su defensa, opuestos a la pena capital, han puesto de relieve que, además, el proceso estuvo plagado de irregularidades, pues no se interrogó a los testigos favorables ni se apreciaron los atenuantes por su estado mental. Además, han alegado que la ley obligaba a adscribir abogados y dotarles de fondos por ser un caso de pena capital, y que esto no se cumplió.

La historia de Ronnie Lee Gardner ha movilizado a los contrarios a la pena de muerte, pues uno de los aspectos que se han esgrimido es que un cuarto de siglo después ya no tiene sentido el ajusticiamiento. Incluso el padre de Burdell, Joseph Walter Burdell, de 86 años, se ha dirigido al tribunal y en una emotiva carta ha escrito: "No quiero que ejecuten a Gardner y mi hijo tampoco querría", recordando que la víctima estaba contra la condena capital. Pero el reloj corre en contra de Ronnie Lee Gardner, quien ha tomado la sorprendente decisión de escoger al pelotón de fusilamiento. Y expuso sus razones: "Es más fácil y no hay errores".

16-V-10, S. Tarín, lavanguardia