"En un momento en que el Gobierno chino intensifica la represión de manera tan dramática, existe un gran escepticismo sobre el diálogo entre los chinos y también entre todas las personas que se preocupan por los derechos humanos", escribió la semana pasada, en una carta dirigida a Clinton, Brad Adams, responsable de Asia Human Rights Watch. "En el último año, el Gobierno chino ha estrechado el control a uigures y tibetanos, ha lanzado ataques a abogados y defensores de los derechos humanos, ha seguido ahogando la libertad de prensa y aumentado la vigilancia y la censura gubernamental de las comunicaciones por internet", se lee en la carta de Human Rights Watch.
En un artículo publicado ayer, el diario oficial China Daily advertía de que "ni China ni EE. UU. son perfectos en lo que respecta a los derechos humanos". "China todavía es un país en desarrollo, donde los derechos a una subsistencia básica, a la educación y a la protección sanitaria son la preocupación principal", añade el diario. "EE. UU., que promueve los derechos humanos, ha consternado al mundo con los abusos de Guantánamo y Abu Graib, y la invasión de la privacidad en nombre de la llamada guerra contra el terrorismo".
George W. Bush colocó la promoción de la democracia como eje de su política exterior, pero la aventura de Iraq y la guerra contra el terrorismo socavaron a ojos de buena parte de sus socios la retórica pro derechos humanos. Obama llegó a la Casa Blanca en enero del 2009 proponiendo una política exterior más humilde, que relegaba los derechos humanos en un segundo plano. La diplomacia de la actual administración se ha comparado con la de George Bush padre, algunos de cuyos colaboradores -como James Baker o Bent Scowcroft- han dado su aprobación a la política realista del presidente.
La reunión de ayer -en la que, además de Posner, participaron Chen Xu, director general del ministerio chino de Exteriores para organizaciones internacionales, y otros altos funcionarios- llega en un momento óptimo en las relaciones bilaterales.
Meses de tensiones por Tíbet, Taiwán, la infravaloración del yuan y los ciberataques a Google quedaron enterrados en abril cuando Obama se reunió en Washington con su homólogo Hu Jintao. El encuentro alentó la esperanza en EE. UU. de que China apoyaría reforzar las sanciones a Irán en la ONU. Pero lo cierto es que China no es el único país que ha reprochado a la Administración Obama su política realista, más basada en intereses que en valores. En Sudán, pese que el presidente Omar al Bashir está acusado de crímenes de guerra, la Casa Blanca ha decido tratar directamente con el Gobierno. En Egipto, Obama ha reforzado las relaciones con el régimen de Hosni Mubarak.
"Se ha instalado la percepción de que esta administración dedica su energía a reparar las relaciones con los gobiernos extranjeros, y no las pondrá en riesgo por los derechos humanos", constata esta semana en The New Yorker el periodista George Packer. Éste, e incluso organizaciones como Human Rights Watch, señalan los avances en los últimos meses. Clinton, por ejemplo, ha criticado la ausencia de libertad en internet en China, y el propio Obama ha endurecido su discurso respecto a Cuba, y ha advertido que los derechos universales no son un invento de EE. UU.
15-V-10, M. Bassets, lavanguardia