Rudolf Hren, el único católico que dormirá para siempre en Potocari, tiene una biografía atípica. Su padre era croata; su madre, rumana; su abuela paterna, alemana, y su abuelo materno, búlgaro. El 5 de julio hubiera cumplido 50 años. Su mujer, Hatidza, decidió que sería enterrado "junto a sus compañeros de lucha" en Srebrenica. El 11 de julio de 1995 Rudolf se despidió de Hatidza y de su hija Diana, de diez años, con un escueto: "Nos vemos en Tuzla". Durante quince años, Hatidza no perdió la esperanza de encontrarlo con vida, pero el pasado abril recibió la confirmación de que su cuerpo había sido identificado. "Sólo pude vomitar", recuerda. Ninguna autoridad musulmana se ha opuesto a que su marido repose en medio de un mar de estelas.
Tal día como hoy, hace quince años, comenzó en el enclave de Srebrenica la peor matanza de seres humanos en Europa desde el fin de la II Guerra Mundial.
Los soldados holandeses, al mando del coronel Thomas Karremans, no evitaron que las tropas serbias del general Ratko Mladic (hoy en busca y captura por el Tribunal Penal de La Haya) separaran a los hombres en edad militar de las mujeres y niños y se los llevaran a lugares desconocidos.
Murieron 8.372 personas, incluidos centenares de niños y un puñado de mujeres, según la Comisión Internacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas (ICMP). La organización Madres de Srebrenica cree que fueron 10.500 los que desaparecieron en los días posteriores a aquel aciago 11 de julio de 1995. Si antes del genocidio el 75% de la población era musulmana, hoy el 80% es serbia.
Durante años fueron abiertas centenares de fosas comunes donde se encontraron las víctimas enterradas de forma clandestina. Los miles de cuerpos fueron guardados en grandes naves en Tuzla y así comenzó un lento proceso de identificación.
El Memorial de Potocari abrió sus puertas en abril del 2003 y allí fueron enterradas las primeras 603 víctimas identificadas, a escasos metros de donde se produjo la separación traumática ante la inoperancia de la ONU y la cobardía de los soldados holandeses. Con las 775 víctimas que se enterrarán hoy el cementerio albergará a 4.500 musulmanes, incluidas siete mujeres, y a Rudolf Hren, el único católico, para quien se ha buscado un lugar especial en primera fila a la sombra de un árbol.
A este ritmo habrá muy pronto más muertos que vivos en Srebrenica, ya que el cementerio tiene espacio libre para enterrar a otras 4.000 personas.
La ICMP asegura que 30.000 bosnios desaparecieron durante la guerra de los noventa. Desde el fin del conflicto, sus laboratorios han recogido unas 90.000 muestras sanguíneas pertenecientes a familiares de la inmensa mayoría de los desaparecidos y han analizado el ADN de 44.000 huesos. Gracias a estas pruebas y los programas de alta tecnología, 13.000 personas han sido identificadas desde noviembre del 2001. La identidad de otras 3.000 fue posible usando métodos tradicionales.
Pero en las bodegas de Tuzla siguen embolsados los restos de otras 4.000 personas aún sin identificar y otras 10.000 siguen en paradero desconocido. Centenares de cuerpos fueron retirados por los verdugos y sus restos han sido hallados hasta en tres fosas distintas. Hay unos 500 esqueletos incompletos ya identificados, pero las familias prefieren esperar a que aparezca el resto de los cuerpos antes de enterrarlos. Otros restos jamás podrán ser identificados porque toda la familia fue aniquilada y no hay muestras de sangre o por la mala conservación de los huesos. Estos restos serán enterrados de forma individual en un mausoleo especial del Memorial de Potocari cuando finalice, tal vez dentro de cinco años o más, el proyecto de ICMP.
La empresa que dirige el cementerio de Visoko, el más avanzado de Bosnia, con predios especiales para enterrar a personas de todas las confesiones y con una parte reservada a los ateos, es la encargada de realizar el amortajamiento de todos los cuerpos y su traslado a Potocari. El 14 de junio recibieron los primeros cuerpos identificados. De los preparativos se han encargado 65 personas. El embalaje es muy simple. En un sencillo ataúd de madera se colocan los huesos, las ropas y las pertenencias de la persona identificada, envueltas con un sudario blanco. Cada ataúd es cubierto después por un tapete verde, el color del islam. Los familiares de las víctimas no se opusieron a que se utilizara maquinaria para cavar las tumbas. Pero las filas de nichos fueron descartadas desde el principio porque el islam no acepta que una perdona sea enterrada encima o debajo de otra.
El Memorial de Potocari se financia con fondos internacionales. Una pequeña parte es abonada por las dos entidades políticas y económicas que forman el actual Estado de Bosnia-Herzegovina. Todo el proceso desde que abandona los almacenes del ICMP cuesta 330 euros por persona.
Los 775 cuerpos fueron trasladados el viernes a Potocari. La comitiva fúnebre partió a las diez de la mañana después de una ceremonia musulmana dirigida por varios imanes. Un cura católico rezó un responso por Rudolf Hren. La primera parada se realizó ante el Ayuntamiento de Sarajevo. Centenares de personas prendieron rosas en los correajes externos de los camiones. Bosnios de todas las edades y condiciones acompañaron el cortejo con plegarias y lágrimas. La segunda parada fue en Pale, la capital de los criminales y radicales serbobosnios durante la guerra. El convoy fúnebre, acompañado por decenas de motoristas y algunos periodistas, atravesó la entidad serbia hasta llegar al cementerio. Hace años se producían serios incidentes. Algunas lunas eran rotas a pedradas y los insultos eran permanentes. Pero la indiferencia ha impuesto la paz.
11-VII-2010, G. Sánchez, lavanguardia
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