La Iglesia católica no sólo rechaza de manera rotunda la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas en el sacerdocio. En las nuevas normas hechas públicas ayer sobre "los delitos más graves", se incluyó entre estos el intento de ordenar a una mujer. En el mismo paquete de normae de gravioribus delictis, anunciadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe -el ex Santo Oficio-, figuran la pederastia, la apostasía, la herejía y el cisma.
En el nuevo documento se revisan y actualizan procedimientos del sistema penal de la Iglesia. No todo son novedades absolutas. Sin embargo, la Santa Sede tenía interés en darlo a conocer de manera completa y lo más transparente posible, sobre todo para sacudirse la enorme presión derivada del escándalo de los abusos sexuales a menores.
Aunque la intención del Vaticano fuera buena, sin duda faltó mucha sensibilidad al meter en el mismo saco la ordenación femenina y los abusos sexuales a menores. "Han entrado en colisión valores y lógicas", declaró a este diario el vaticanista estadounidense Frank X. Rocca. Una cosa es el razonamiento puramente técnico, del jurista eclesiástico decidido a actualizar un código penal, y otra muy distinta es una equiparación de delitos que la opinión pública puede interpretar como absurda y provocadora en estos momentos. Una vez más la Santa Sede actúa sin calibrar bien los riesgos y las percepciones exteriores. En un encuentro con periodistas, monseñor Charles Scicluna, el maltés que ejerce de fiscal en la Congregación para la Doctrina de la Fe y que ha supervisado las nuevas normas, reconoció que pederastia y ordenación femenina son ambos delitos graves pero obviamente "a niveles distintos", uno es "moral" y el otro "sacramental". El derecho canónico prevé la excomunión tanto para la mujer que se preste a una ordenación ilegal como para quien la ordene.
Si quedaba alguna mínima y remota esperanza, en los sectores más progresistas de la Iglesia, de que un día pudiera abrirse la vía al sacerdocio para las mujeres, esta se cerró ayer. Con Juan Pablo II era imposible. El mismo tabú intocable con Benedicto XVI, y con el agravante de estigmatizar la ordenación femenina como uno de los delitos más odiosos que puedan cometerse en el seno de la Iglesia. El Papa también se muestra absolutamente rígido en el mantenimiento del celibato para los curas. Insistió en ello, hace pocas semanas, durante la clausura en Roma del año Sacerdotal, ante miles de presbíteros llegados de todo el mundo. En unas vísperas en la plaza de San Pedro, en respuesta a una pregunta, Joseph Ratzinger defendió el celibato con pasión, desde el punto de vista teológico, y aludió a las contradicciones de una sociedad en la que cada vez está menos de moda casarse pero que, a la vez, exige que los curas puedan contraer matrimonio.
En el nuevo catálogo de los delitos más graves para la Iglesia se han endurecido las medidas para combatir la pederastia. El plazo de prescripción se eleva de los diez años actuales a veinte. Se equiparan los abusos sexuales a menores de edad con los abusos a personas con discapacidad mental. Y es introducido un nuevo delito, el de pornografía infantil. Se considera que un clérigo lo comete si adquiere, está en posesión o distribuye, por cualquier medio técnico, material pornográfico en el que sus protagonistas sean menores de 14 años.
El Papa se reserva la potestad de expulsar del sacerdocio a un cura acusado de conducta pederasta muy grave, incluso sin someterlo a proceso canónico. Otra novedad es que se admitirán en los procesos por pederastia a juristas laicos ajenos a la Iglesia. Con ello se intenta mejorar la transparencia y aumentar la confianza de la sociedad.
Las asociaciones de víctimas de los curas pederastas, sobre todo la combativa SNAP, en Estados Unidos, consideraron insuficientes y tardías las medidas anunciadas. Lamentan que no haya una mención expresa a los obispos y se incluya el delito de encubrir o silenciar las acciones de quienes perpetren abusos. Para los grupos que agrupan a víctimas, lo fundamental no es tanto el procedimiento sancionador -aunque les gustaría la expulsión automática de los abusadores-, sino que haya mecanismos de prevención eficaces, que se ponga fin a la cultura del silencio, que las víctimas dejen de ser vistas con desconfianza y recelo por las autoridades de la Iglesia.
Causó cierta sorpresa que las nuevas reglas no especifiquen la obligatoriedad de que los delitos de pederastia en la Iglesia sean denunciados a la justicia civil, tal como ha afirmado en Papa en varias ocasiones.
16-VII-10, E. Val, lavanguardia
La casi demonización por parte del Vaticano del sacerdocio femenino ha provocado reacciones de indignación entre los sectores católicos progresistas. Diversos grupos organizados del ala liberal de la Iglesia, sobre todo en el mundo anglosajón, han visto con estupor que las últimas normas del derecho canónico, hechas públicas el jueves, consideren la ordenación de mujeres como uno de los "delitos más graves" que puede cometer un creyente o un clérigo, y que el tema aparezca en el mismo documento en el que se actualiza la legislación contra la pederastia.
Monseñor Charles Scicluna, el prelado maltés que dirige la fiscalía en la Congregación para la Doctrina de la Fe, intentó ayer de nuevo matizar las cosas para calmar los ánimos. En declaraciones a la agencia Reuters, Scicluna insistió en que, pese a estar en el mismo documento jurídico, no tienen el mismo nivel de gravedad. En un caso, la pederastia se trata de un "delito contra la moralidad", mientras la ordenación de mujeres es un "delito contra un sacramento". Las aclaraciones poco pudieron reparar el daño ya causado a una Iglesia que, a ojos de muchos, ha confirmado su imagen misógina y retrógrada.
"La decisión muestra que la Iglesia católica es una organización que está dominada por los hombres; presenta a los clérigos como un club sólo masculino", afirmó a La Vanguardia, desde Munich, Christian Weisner, portavoz de la red internacional We Are Church (Somos Iglesia), que lucha por reformas que modernicen la Iglesia católica. Según Weisner, las nuevas medidas contra la pederastia son muy insuficientes porque se centran en cómo castigar al autor del delito, a posteriori, pero no atacan las verdaderas causas del problema. Entre éstas están, a su juicio, los tabúes sexuales de los curas, derivados del celibato, que les hacen incapaces de ser conscientes de su propia sexualidad, así como una imagen demasiado idealizada y mitificada del sacerdote, y la estructura jerárquica que rige la institución eclesiástica.
Desde Estados Unidos, donde el escándalo de la pederastia ha significado una debacle moral y financiero para la Iglesia católica, y donde el Vaticano lucha todavía para que se le reconozca inmunidad en los procesos civiles en los casos de abusos, las críticas han sido feroces. Erin Saiz Hanna, directora ejecutiva de la Conferencia para la Ordenación de las Mujeres, dijo a Reuters que poner el sacerdocio femenino en la misma categoría que los pederastas y los violadores es "indignante". Calificó la decisión de, "como mínimo, medieval". Jon O´Brien, presidente de Catholics for Choice, otro grupo progresista, deploró la estrategia de comunicación del Vaticano e ironizó usando una expresión muy americana: "Si hay una posibilidad de que el Vaticano se dispare al pie, lo hace a los dos pies".
17-VII-10, E. Val, lavanguardia