Japón: temibles consecuencias del prohibicionismo

El juego, a excepción de las carreras de caballos y el pachinko (máquinas tragaperras), está terminantemente prohibido y su práctica ilegal sirve de financiación a la mafia japonesa, la temible Yakuza.

Hace una semana, buena parte de la  población japonesa se sumió en la desesperación. Por primera vez desde 1953 la cadena de televisión pública japonesa NHK no retransmitiría el torneo de sumo de Nagoya, uno de los seis principales de la temporada, que acabará el próximo día 25. La noticia produjo el mismo efecto que si en España dejara de haber fútbol los sábados por la noche o la televisión francesa dejara de difundir el Tour.



El motivo de esta dura decisión sobre un deporte estrechamente vinculado a los valores tradicionales de Japón, en el que los luchadores son considerados verdaderos ídolos, es que desde hace un mes la credibilidad de este deporte está por los suelos. Un escándalo de apuestas, drogas, mafia, alcohol y violencia ha salpicado a sus principales estrellas. Una veintena de luchadores han sido suspendidos temporalmente y una de las principales estrellas del sumo, Kotomitsuki, y su prestigioso maestro, Otake, han sido expulsados para siempre.

Pero esto es sólo la punta del iceberg. Al menos sesenta y cinco luchadores han admitido haber actuado de intermediarios de corredores de apuestas mafiosos en partidos de béisbol, el otro gran deporte nacional japonés. Un luchador ha sido detenido acusado de extorsionar a una de las principales estrellas del sumo, que a su vez podría haber acumulado deudas por un valor cercano a un millón de euros. Y las investigaciones y detenciones continúan.

Esta situación ha sacudido a la sociedad japonesa, debido a la influencia del sumo como deporte transmisor de valores. Los luchadores deben constituir un modelo de conducta. Un ejemplo que ha quedado hecho trizas. Primero fueron los escándalos de drogas y alcohol y ahora las apuestas, una actividad no permitida en la segunda potencia económica mundial. El juego, a excepción de las carreras de caballos y el pachinko (máquinas tragaperras), está terminantemente prohibido y su práctica ilegal sirve de financiación a la mafia japonesa, la temible Yakuza.

La gravedad del asunto es tal que hasta el Gobierno ha decidido intervenir. El ministro de Deportes y Educación, Tatsuo Kawabata, ha apartado provisionalmente de la dirección de la Asociación Japonesa de Sumo (AJS) al ex luchador Mushashigawa y en su lugar ha nombrado a Hiroshi Murayama, un ex alto cargo de la Fiscalía Superior de Tokio. Además, ha puesto en marcha un comité independiente que deberá abordar una profunda reforma de este deporte. Kawabata ha insistido en que "lo más importante para la AJS es cortar totalmente los lazos con los grupos antisociales (eufemismo con que se hace referencia la Yakuza)".

Ante tamaño escándalo, la cadena NHK decidió tomar la histórica decisión de dejar de emitir el torneo de Nagoya. Sus responsables declararon haber optado por esta decisión en respuesta a las más de doce mil cartas recibidas de aficionados pidiendo la desprogramación de los combates ante la vergüenza que supone el caso para este deporte. Un gesto que, según varios especialistas, costará a la cadena dejar de ingresar unos 3,6 millones de euros.

19-VII-10, I. Ambrós, lavanguardia