Los radicales denuncian la política activa del Vaticano contra los métodos contraceptivos y a favor de la ya dramática sobrepoblación mundial.
Roma, 14 junio 2007; Declaraciones de Rita Bernardini y Elisabetta Zamparutti, Secretaria y Tesorera de Radicali Italiani.
Loamos la iniciativa de Amnesty International a favor de la despenalización del aborto promovida en el ámbito de la campaña contra la violencia contra las mujeres y para "evitar su práctica ilegal": se trata de una iniciativa que no sólo compartimos, sino que tiene todas las características de racionalidad y pragmatismo que han caracterizado la histórica batalla radical sobre el aborto y los derechos civiles.
No sorprende por otra parte el ataque del Vaticano que, para expresar su disenso, pide "nada de dinero para Amnesty!" invitando a los católicos a no apoyarla. No nos preocupa esta toma de posición, vista la distancia profunda que hay entre los preceptos vaticanos y los sentimientos y comportamientos de los ciudadanos, también los de fe católica. Nos preocupa mucho en cambio la política activa que el Vaticano lleva a todo el mundo -y en particular en los países más pobres como los africanos- para impedir preservativos y métodos contraceptivos, operando así de manera cínica para incrementar la ya dramática sobrepoblación mundial precisamente a partir de los países donde la esperanza de vida es en 40/50 años inferior a la de los países occidentales.
Baltasar Porcel, lavanguardia, 17-VI-07: La filípica del cardenal Martino, y del Vaticano, contra Amnistía Internacional sobre las mujeres y niñas violadas en Darfur o en otro infierno de las guerras africanas me ha retrotraído al siglo V de nuestra era, con la caída de Roma. Y, por tanto, a esa extraña vejez que aqueja a la Iglesia, y que no atañe a sus siglos de existencia, sino a una ristra de sus ideas.
Somos, al decir del dualismo religioso y de la Iglesia, cuerpo y alma. Sin importar que aquél sea enterrado o lo devoren las fieras para que resucite con el Juicio Final. Pero también somos seres unitarios, individuales y podemos ser libres, como enseñaron tantos pensadores desde los siglos XVI y XVIII. Y así creemos que nuestra digamos alma, personalidad, humanidad, se queda en nada si se nos esclaviza a cualquier hecho o doctrina que nos humille, destroce y esclavice moral y físicamente, tanto a los hombres como a las mujeres. Lo que hasta incluyen diversas legislaciones, sin duda laicas, vigentes en Occidente y que erradican antiguos abusos e injusticias.
Pero para el Papa no es del todo así: firmemente convencido de que las mujeres africanas deben ser madres antes que seres libres, responsables, y tener acceso a toda la felicidad posible, decreta que si han sido violadas por los soldados, como lo son a mansalva, deben parir pues así lo designa una concepción religiosa que niega su individualidad en aras de la procreación de las especies. Aunque esto les comporte que los suyos las desprecien por engendrar criaturas del enemigo y que por ello las echen a los caminos, al hambre y a todas las desgracias. Mientras otra opinión, como la sustentada por Amnistía Internacional, piensa que un violento semen en una vagina o un feto forzado en un vientre no justifican arrasar la vida de una mujer ya en la vida, condenarla a abdicar de unos últimos factores posibles de recuperación.
Bien: parte de la Iglesia del siglo IV sostenía que las vírgenes raptadas y violadas por las hordas bárbaras que hundieron el imperio romano no tenían la culpa de la impureza sexual padecida. Pero otros santos padres decían que el hecho, y por tanto el pecado, era lo que privaba. A lo que se opuso san Agustín, alegando que la castidad es una virtud de la mente y no una mera condición corporal, que "la lascivia de otro no puede mancharte", y que la voluptuosidad es la que peca y no la sola unión sexual. O sea, que un soldado ebrio y asesino no puede ser el omnipotente amo que condene aún más a unas chicas que ya ha desgarrado en Darfur.
Josep Ratzinger tiene fama de intelectual. Pero temo que ya haya olvidado su lectura de La ciudad de Dios,de Agustín de Hipona.
M-P. López, lavanguardia, 15-VI-07: La Santa Sede ha emplazado a los católicos a no realizar donaciones a Amnistía Internacional (AI), asociación defensora de los derechos humanos, debido a una reciente campaña en la que Amnistía emplaza a los gobiernos a permitir el aborto en caso de violación. En declaraciones a la revista estadounidense National Catholic Register,el cardenal Renato Martino, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, argumenta que AI incluye así el aborto entre los derechos humanos que proteger.
"Como consecuencia inevitable de esa decisión - dijo Martino-, se suspenderá toda financiación de Amnistía por parte de organizaciones católicas y de católicos individuales." Según Martino, "gracias a Dios, no existe un derecho de aborto reconocido internacionalmente, como se vio en la conferencia de la ONU de El Cairo sobre población, que excluyó el aborto como medio lícito de control de la natalidad".
AI - organización no gubernamental fundada en 1961 por el muy creyente abogado británico Peter Benenson, convertido al catolicismo- respondió de inmediato recordando que, para garantizar su independencia, su estatuto le impide recibir subvenciones de gobiernos y de partidos políticos. "No aceptamos fondos del Vaticano ni de ningún otro Estado en apoyo de nuestra labor contra las vulneraciones de los derechos humanos", afirmó en un comunicado Kate Gilmore, vicesecretaria general ejecutiva de Amnistía.
El 90% de los fondos de AI procede de sus dos millones de socios repartidos por 140 países, y el resto de suscripciones a campañas concretas, como la dedicada a la violencia contra las mujeres, que ha provocado la dura crítica del Vaticano. Martino matizó luego que, al hablar de suspensión de financiación, se refería a los católicos como individuos.
Según AI, la campaña No más violencia contra las mujeres no es una "campaña mundial a favor del aborto o de su legalización general", sino un llamamiento a eliminar la represión penal contra mujeres que han abortado, y por el derecho al aborto de mujeres y adolescentes víctimas de violencia sexual o incesto, o cuya salud se ve gravemente amenazada por ese motivo. "La postura de Amnistía no es a favor del aborto como un derecho, sino a favor de los derechos humanos de las mujeres a sentirse libres de temor, amenaza o coacción cuando deben gestionar las consecuencias de la violación y de otras graves vulneraciones de los derechos humanos", puntualizó Gilmore.
Ejemplo aducido por Amnistía Internacional: la superviviente de una violación en Darfur puede sufrir el ostracismo de su propia comunidad si queda embarazada de un enemigo. Geneviève Sevrin, presidenta de la sección francesa de AI, aclaró que "no pedimos la liberalización del aborto, sino su despenalización para evitar prácticas ilegales". Según esta ONG, los abortos ilegales matan al año a 68.000 mujeres.
Para el cardenal Martino, en cambio, la campaña es "una traición a las finalidades institucionales de Amnistía Internacional", y revela "la cesión de una organización benemérita a las presiones de los lobbies abortistas". La cuestión ha provocado otros desencuentros recientes. El pasado febrero, el Papa decidió que la Santa Sede no firmaría la Carta de la ONU sobre Derechos de los Discapacitados, porque aludía a la posibilidad de abortar en caso de fetos con malformaciones.