Es imposible saber cuánto dinero tiene Tony Blair detrás del complejo entramado de compañías subsidiarias que ha creado para que sus finanzas sean lo más opacas posibles, y imposible saber los auténticos motivos que están detrás de su decisión de donar a los veteranos de guerra los ingresos que generen sus memorias (se calcula que unos siete millones de euros), de inminente publicación. Con el ex primer ministro británico, como en los buenos thrillers, nada es lo que parece.
Nada va a hacer cambiar tampoco la percepción que los británicos tienen del ex primer ministro laborista que ganó tres elecciones, que más tiempo ha permanecido en el poder y sólo se fue de Downing Street porque su correligionario Gordon Brown le dio la patada: para algunos es el epítome del político moderno pragmático de centro, para otros -bastantes más- una figura decepcionante y corrupta que enfangó al país innecesariamente en las guerras de Iraq y Afganistán, tuvo muy poco de socialdemócrata, y se prestó al juego de los bancos y las grandes corporaciones que han dejado en ruinas la economía del país. Incluso hay quienes dicen que su sitio está en el banquillo del Tribunal de La Haya, acusado por crímenes contra la humanidad.
Personalmente, esa cordial relación con el establishment que dirige el mundo ha resultado una magnífica inversión, igual que el casi millón de euros que pagó por hacerse socio del selecto club de oradores de élite (Washington Speakers Bureau) al que también pertenecen Bill Clinton y George W. Bush, y que les consigue conferencias ya sea en Wichita (Kansas) o en Shanghai. Con tan sólo media docena de apariciones ya recuperó el dinero, y a partir de ahí, todo es beneficio.
"La marca Blair es una de las más desprestigiadas que existen actualmente en el mercado, y necesitaba un golpe de efecto para resultar más simpático y que la gente no se sienta culpable comprando sus memorias", señala Katherine Goodson, experta en mercadotecnia editorial. El escepticismo generado por la donación de los ingresos del libro a un centro de rehabilitación para soldados heridos es la muestra definitiva de hasta qué punto ha quedado dañada la reputación de un líder que sigue sin aceptar que la guerra de Iraq fue un error.
Para los fans que le quedan -algunos con columnas en los periódicos- se trata de un "acto de generosidad sin parangón en la historia del país". Para quienes lo miran con cinismo es una de esas operaciones calculadas de relaciones públicas en las que desperdició su decenio en el poder. Ypara algunos de los padres de soldados muertos en Iraq y Afganistán (dos de las cinco intervenciones militares que emprendió), un "dinero manchado de sangre" con el que pretende limpiar su conciencia. "Si no hubiera mandado a los chavales a una guerra por demás injusta, no tendría ahora que subvencionar un centro de rehabilitación para quienes regresan heridos y traumatizados -observa con amargura Phil Cooper-. No creo en su buen corazón".
"Tony Blair ha intentado lavar una imagen marcada por la sumisión a Bush y el sacrificio de muchísimas vidas a los intereses de la industria de seguridad y del petróleo, pero para ello necesitaría una lejía especial que no se vende en el mercado. Su defensa es especialmente difícil ahora que ha amasado una fortuna asesorando a bancos, compañías de seguros y jeques del Golfo, actividades en abierto conflicto de intereses con su papel oficial de embajador del Cuarteto en Oriente Medio", comenta el analista político Albert McComarck.
Todos los ingresos son bienvenidos para Tony y Cherie Blair (que tiene fama de muy pesetera) cuando tan sólo las hipotecas y los gastos de mantenimiento de su cartera inmobiliaria - cuatro viviendas en Londres, una mansión en la campiña y un piso en Bristol-les cuestan unos 50.000 euros al mes, algo que no podría pagar con su pensión de 77.369 euros anuales. Sus preocupaciones son, sin embargo, del todo infundadas. Muchos compatriotas lo han perdido todo -algunos incluso la vida-, pero a él no le falta trabajo, y muy bien pagado.
18-VIII-10, R. Ramos, lavanguardia