Los rescates de los secuestros y sobre todo el tráfico de drogas aportan la financiación. Hace dos años, el director de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y la Criminalidad advirtió que la región "corre riesgo de convertirse en un epicentro del tráfico de drogas". Hace unos meses, un avión con 10 toneladas de cocaína desapareció en el desierto de Mali: lo quemaron para no dejar pruebas.
Los protagonistas:
Omar Saharaui. Detenido, juzgado y condenado en Mauritania por el secuestro. Hace unos días fue extraditado a Mali. Allí se le pierde la pista. Clave para la liberación.
Abu Zeid. El más sanguinario de los líderes de Al Qaeda del Magreb. Presionó para que su compañero de armas amenazara la vida de los cooperantes. Es el responsable de la muerte de un francés.
El captor: Benmokthar. Es el líder del grupo de Al Qaeda al que fueron entregados los cooperantes. Es el menos sanguinario. Prefiere un botín a una víctima. El grupo que dirige el argelino Mokthar Benmokthar es el proveedor de fondos de Al Qaeda del Magreb Islámico, cuyo líder máximo, Abdelmalek Drukdel, está recluido en su feudo de la Cabilia, en el nordeste de Argelia.
Un mediador con currículum de éxito: Mustafa Uld Limam Chafi. La media sonrisa de Mustafa Uld Limam Chafi esconde a un eficaz negociador con Al Qaeda en la zona del Sahel. Mauritano, enemigo del actual gobierno de su país de origen, es el consejero del presidente de Burkina Faso y quien ha negociado desde la sombra la liberación de los cooperantes catalanes. Primero la de Alicia Gámez, y ahora la de Roque Pascual y Albert Vilalta, a quienes acompañó en helicóptero desde el lugar de entrega de los secuestradores hasta Uagadugú, capital de Burkina. También intervino con éxito en la liberación de una pareja de canadienses y un matrimonio italiano.
Tras la alegría de la puesta en libertad de Roque Pascual y Albert Vilalta cinco meses después que su compañera Alicia Gámez, llega el momento de la reflexión pausada para Barcelona Acció Solidària y las ONG que se dejan caer una vez al año por países en los que hay que tomar precauciones. Quizá haya que aprender la lección de la discreción del Evangelio: que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda.
Si se va a atravesar países en los que ha habido atentados terroristas con decenas de muertos (Marruecos, 2003), una tierra de nadie minada (entre el Sáhara Occidental y la frontera mauritana), en los que el asesinato de cuatro turistas franceses obligó a desplazar el París-Dakar a Iberoamérica (Mauritania, 2008) y donde objetivos occidentales han sido atacados repetidamente (Mauritania, 2009), hay que intentar pasar inadvertidos.
No se puede anunciar a bombo y platillo la salida de una caravana con ayuda humanitaria con todo el itinerario detallado. Tampoco se puede ir en vehículos impresionantes que llamen la atención ni con camisetas con el emblema de la ONG a modo de uniforme. Ese detalle, por nimio que parezca, gusta mucho en esos países y hace que se fijen más.
Y, sobre todo, si se va en convoy, no se puede perder de vista al vehículo que va delante ni al vehículo que va detrás por más que el Barça, que és més que un club,meta un gol al Madrid. A los terroristas, facilidades, las mínimas.
24-VIII-10, Isabel ramos Rioja, lavanguardia
Si algo ocurre en el desierto, no pasa ni unas horas y suena un teléfono en Uagadugú". La frase con la que un ex político burkinés con buenas conexiones en el palacio presidencial intentaba impresionar a este periodista hace tres meses en la capital de Burkina Faso no era sólo un gesto de pavo real. Aunque exagerada, escondía buena parte de veracidad. "Compaoré -presidente burkinés- es el que maneja los temas en el Sahel, tiene buenos amigos en Libia", insistía.
El feliz desenlace del secuestro de los dos españoles retenidos por Al Qaeda del Magreb Islámico (AMI) esconde en la trastienda un entramado enrevesado de peligros, intereses y relaciones políticas en una de las zonas más arrinconadas del planeta. El papel clave que ha jugado en la negociación el mauritano Mustafa Uld Liman Chafi, consejero y comandante de la guardia presidencial de Blaisé Compaoré, ilustra la complejidad del tablero de juego.
Asus 50 años, Chafi se ha erigido como una pieza clave en la liberación de occidentales secuestrados por la facción saheliana de Al Qaeda. Odiado en su país natal, donde se le acusa de fomentar golpes de estado desde Uagadugú, donde ha fijado su residencia, en el 2009 intervino en la liberación de dos diplomáticos canadienses de la ONU. Su perfil discreto pero con habilidad para coleccionar amistades poderosas le brindó la posibilidad de ser protagonista en la liberación hace cinco meses de la española Alicia Gámez.
A él fue a quien le enviaron unas coordenadas de GPS donde tenía que encontrarse con los secuestrados Albert Vilalta y Roque Pascual para su liberación. Y también fue él quien acompañó ayer a los dos cooperantes catalanes en el helicóptero que les puso a salvo. Pero su papel crucial no se reduce a sus contactos con los secuestradores del desierto de Mali, Níger y Mauritania. "Es la mano derecha del presidente, su hombre de confianza. Le aconseja en los discursos, en cuestiones de imagen. Es uno de los consejeros a quien más quiere el presidente, al que más escucha", apunta en conversación telefónica un político burkinés que pide mantener el anonimato.
El laberinto de influencias en la zona del Sahel no termina en el peso diplomático de un mauritano en el palacio de Compaoré. Un paseo por los hoteles de muchas estrellas de Uagadugú, la capital de Burkina, da pistas para completar el puzle. En el Silmandé, hotel de lujo del centro de la ciudad, el pasado mes de mayo se hartaban de hamburguesas un montón de jóvenes soldados norteamericanos desplazados a la zona. Yno sólo en Burkina. Al norte de Mali, dos blindados malienses cortaban el paso en la carretera a las afueras de Gao. Se desplazaban a hacer maniobras dirigidas por el ejército estadounidense.
El desembarco yanqui en el Sahel va de la mano de cifras de aúpa. Además de colaborar en el Programa Antiterrorista para el Sáhara (TSCTP), con un presupuesto de más de 110 millones de dólares, EE. UU. estableció en el 2008 el Africom un centro de control militar de la zona africana con mando en el Pentágono. Las voces críticas con el despliegue militar americano en la región acusan a Washington de estar interesado en controlar los enormes recursos energéticos de la zona. El potencial existe: en un reciente informe, la consultora Ambrian subrayaba que ÁfricaOccidental sería en cinco años el segundo productor de oro mundial por detrás de China. La región también es rica en petróleo y otros muchos minerales.
Pero no sólo es Estados Unidos. La Unión Europea, Japón o Canadá también aportan ayudas de corte militar y humanitario para atar en corto la zona donde se mueve el AQMI. El presidente de Mali, Amadú Tumani Turé, apuntó el pasado mes de junio que desde finales del año pasado, "el ejército se estaba equipando con material adecuado para asegurar la seguridad del norte". Un periódico local apuntaba hace unos días que los vecinos del puerto de Conakry - el puerto militar tiene acuerdos con Mali desde 1960-habían visto "procesiones de camiones con equipo militar rumbo a Bamako".
En mayo, el sargento Koné pedía a gritos ese arsenal. Durante los quince meses que estuvo destinado en Tombuctú vivió en sus carnes la lucha desigual contra el AQMI. Fue testigo del asesinato del coronel Lamana, uno de los hostigadores de los terroristas en la zona, y ese día percibió el potencial de su enemigo: "Lo acribillaron y desaparecieron como un rayo con un coche con las ruedas más grandes que he visto nunca. Parecía que apartaba la arena como si fuera un barco por el agua".
Los rescates de los secuestros y sobre todo el tráfico de drogas aportan la financiación. Hace dos años, el director de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y la Criminalidad advirtió que la región "corre riesgo de convertirse en un epicentro del tráfico de drogas". Hace unos meses, un avión con 10 toneladas de cocaína desapareció en el desierto de Mali: lo quemaron para no dejar pruebas.
24-VIII-10, Xavier Aldekoa, lavanguardia