"Pueden rastrear tu dirección de internet o pincharte el teléfono. Como estés investigando algo que no le guste al Gobierno o a una empresa grande, en cinco minutos son capaces de venir a por ti y arruinarte la vida". Lo asegura Xu Rui (nombre ficticio), una periodista veterana de unos 60 años. Hace dos fue condenada al ostracismo en su trabajo por llamar la atención sobre una avería eléctrica que perjudicó a miles de vecinos.
En ese momento no ocurrió nada, pero al cabo de unos días la policía se presentó en el medio estatal donde trabajaba, habló con su jefe y, sin mediar explicación, este la destituyó.
El caso de Xu es muy común en China, donde no existe ninguna ley que proteja la libertad de expresión y sigue pesando la idea de que los medios deben ayudar a las autoridades a preservar la armonía social. Quienes se niegan a comulgar con el poder son declarados automáticamente personas non gratas. El ejemplo más reciente es el de la detención de cuatro periodistas tibetanos acusados de incitar al separatismo en sus artículos.
En muchos casos los informadores, además, arriesgan sus vidas. La noche del 24 de junio, el periodista Fang Xuanchang, de la prestigiosa revista Caijing, recibió una paliza con barras de hierro a manos de dos desconocidos que le esperaban junto a su casa. Especialista en temas científicos, Fang es conocido en China por haber destapado a varios médicos impostores que estaban ganando fortunas. Según él, uno de esos falsos doctores pagó a los matones que le agredieron. La policía abrió una investigación y el incidente fue reflejado de forma breve por algún medio estatal. Sin embargo, el verdadero debate sobre el ataque sólo transcurrió en internet.
En China existen más de 2.000 periódicos, unas 8.000 revistas y casi 400 cadenas de televisión, según un informe oficial. En todos ellos se aplica la censura en mayor o menor grado. "Los medios se dividen en dos: los oficiales, como el Diario del Pueblo o la cadena CCTV, y los privados, como Phoenix TV -explica Xu Rui-. De vez en cuando estos últimos destapan algo, pero siempre habiendo recibido previamente una autorización desde arriba. Solamente un 1% de los periodistas publica verdaderas noticias".
"Muchas veces te pasas meses investigando, pero si las autoridades no lo aprueban, no sale publicado - asegura-.Un reportaje que hable realmente mal del Gobierno, incluyendo temas de salud pública, de funcionarios locales o de empresarios con poder, puede ser un suicidio". Xu añade que conoce a varios compañeros que han estado en la cárcel.
Reporteros sin Fronteras denuncia que al menos 35 periodistas chinos están entre rejas. Uno de los más conocidos es Shi Tao, detenido en el 2004 por colgar en internet las directrices que le habían dado para cubrir el 15. º aniversario de la matanza de Tiananmen (1989).
"Cada mes tenemos que descartar varios temas", asegura Wang Keqin, de 46 años, editor de la revista China Economic Times y especialista en escándalos de corrupción. No quiere dar ejemplos concretos, pero ha recibido amenazas tanto de la mafia como de algunos funcionarios. "A pesar de todo, China es menos peligrosa para un periodista que países como Filipinas, Indonesia o Rusia", insiste.
Tras los Juegos Olímpicos, Pekín se comprometió a una mayor apertura, pero no se han producido cambios. En el Índice de Transparencia 2010, elaborado por Reporteros sin Fronteras, China figura en el puesto 168 de 175 países.
Internet, que en este país cuenta con más de 400 millones de usuarios, sigue sometido a un férreo control. Un blog llamado Ministerio de la Verdad,publicado por un ciudadano bajo anonimato, da cuenta periódicamente de las directrices oficiales que se envían a los medios de comunicación. Un ejemplo de hace unos días rezaba: "Respecto a la explosión que se ha producido hoy en la ciudad de Nankín, los medios deben limitarse a reproducir la nota de prensa oficial. Se prohíbe la publicación de fotos".
Pese a todo, internet es el reducto donde los ciudadanos logran expresarse y sumar voces, algo que mantiene en alerta al Gobierno. Gracias a esta especie de periodismo ciudadano, han salido a la luz algunos escándalos de corrupción, expulsiones forzosas y agresiones.
Para Wang Keqin, la red contribuirá a la apertura y los cambios en China. Sin embargo, otros compañeros de oficio se muestran escépticos: "No hay que hacerse ilusiones; el control estatal avanza al mismo tiempo que internet", señala Xu Rui, que ya vio censurado su blog por haber escrito sobre el suicidio de un profesor represaliado durante la revolución cultural (1966-1976). "En China ser periodista resulta igual de combativo que ser camarero o dependiente -concluye-. De todas formas, muy poca gente se cree lo que dicen los medios de comunicación en este país".
12-IX-10, A. Fuentes, lavanguardia