"En los últimos cuatro años -comenta- ha habido más de 28.000 asesinatos; es decir, el narco ha originado más muertos que las guerras de Iraq y Afganistán juntas en el mismo periodo y es que estamos ante una guerra, la guerra más antigua que tiene entablada EE.UU. La declaró Nixon en 1973 y aún sigue".
Winslow cree que la lucha contra el narcotráfico "no tiene una solución ni militar ni policial. Eso dice- no ha funcionado ni funcionará. Hay que plantearla de otra forma. Estoy de acuerdo en que se legalice el consumo de droga. Si el narco no da beneficios, se irá acabando. No se acabaría de la noche a la mañana, pero la violencia iría declinando. Esta opción tiene apoyo incluso en círculos conservadores, como los de la National Review".
Don Winslow volcó sus pesquisas sobre las tramas del narcotráfico en California en la obra que le dio a conocer el año pasado en España, El poder del perro (Mondadori). Su última novela, Savages, aún no traducida, ha merecido por primera vez el elogio crítico en The New York Times. Entre una y otra, ha publicado tres títulos, el primero de los cuales aparece ahora en Martínez Roca. El invierno de Frankie Machine, el nombre del personaje que encarnaba Frank Sinatra en El hombre del brazo de oro (el filme de Preminger basado en la obra de Nelson Algren, amante de Simone de Beauvoir), que en la novela de Winslow es un matón retirado enfrentado a una dolorosa traición....
En una escena de la novela aparece Nixon. "La mafia siciliana -dice- se encargaba de limpiar el dinero negro de la campaña electoral de Nixon y también le ayudó a conseguir el apoyo de ciertos sindicatos. Después del impeachment,nadie quería aparecer junto a él. Sólo se prestaron a ello sus amigos mafiosos en un torneo de golf. Ahora en cambio la mafia mantiene alguna influencia en el poder local, pero muy poca en el estatal".
"Aquel mundo de las cinco familias de Nueva York -dice Winslow- ya no existe. Han sido sustituidas por los carteles mexicanos, presentes en más de cien ciudades de EE.UU. Su negocio se sustenta en el tráfico de drogas y en los secuestros de personas que se llevan a México. Después invierten parte del dinero en juego, extorsiones o sobornos".
Winslow vive en un rancho entre San Diego y el Pacífico. "El terreno de juego es la zona fronteriza. Si algo, cualquier cosa, en un lado vale 30 centavos y en el otro lado 30 dólares, el problema está en la frontera, no en el producto. De ahí la violencia de los carteles por controlar el territorio. En cuanto a la corrupción policial, el problema no es sencillo. Muchos policías tienen familiares en México como rehenes de las bandas y en otras ocasiones al policía se le plantea un dilema: o plata o plomo".
Winslow se presta a hacer una radiografía del narco. "Al principio estaba la Federación, que imitaba la mafia. Iban a ver El Padrino y al jefe, ÁngelGallardo, le llamaban el Patrón, aunque a diferencia de los sicilianos, que respetaban a la familia, los carteles no vacilan en secuestrar a los hijos o las hijas. Actualmente, están divididos en cinco grandes carteles: Golfo, Baja, Sinaloa, Beltrán Leyva y los Zeta, junto con otro grupo muy poderoso que opera desde las cárceles, la M., con influencia en California y Texas. Todos ellos luchan para obtener el control y diría que quien ganará será el de Sinaloa. Y aunque la realidad es muy cambiante, la tendencia es que acaben reconstruyendo la antigua Federación. Tanta violencia entre grupos perjudica el negocio".
El escritor dice que los cárteles han pasado a controlar el proceso entero del narco, desde el cultivo a la venta al detalle en las calles, por medio de dealers que les pagan una comisión. "En los últimos cuatro años -comenta- ha habido más de 28.000 asesinatos; es decir, el narco ha originado más muertos que las guerras de Iraq y Afganistán juntas en el mismo periodo y es que estamos ante una guerra, la guerra más antigua que tiene entablada EE.UU. La declaró Nixon en 1973 y aún sigue".
Winslow cree que la lucha contra el narcotráfico "no tiene una solución ni militar ni policial. Eso dice- no ha funcionado ni funcionará. Hay que plantearla de otra forma. Estoy de acuerdo en que se legalice el consumo de droga. Si el narco no da beneficios, se irá acabando. No se acabaría de la noche a la mañana, pero la violencia iría declinando. Esta opción tiene apoyo incluso en círculos conservadores, como los de la National Review".
21-IX-10, J. Massot, lavanguardia