En Viena, los ultras del Partido Liberal Austriaco (FPÖ )acaban de doblar su resultado electoral al obtener el domingo el 27% de los votos en las elecciones para la alcaldía de la ciudad. La clave ha sido una campaña centrada en la xenofobia y la hostilidad hacia los emigrantes.
En Hungría un partido de extrema derecha, el Fidesz, que gobierna la nación con mayoría de dos tercios en el Parlamento, acaba de hacerse con la mayoría en todos los parlamentos locales y en todas las grandes ciudades del país excepto una, Szeged, confirmando su conquista total del Estado.
Por primera vez en 65 años, Budapest tendrá un alcalde de extrema derecha, cuyo partido se ha hecho con casi 600 de los 649 puestos de alcalde y jefe de administración del país. En tres distritos del oeste los neofascistas del Jobbik se han convertido en la segunda fuerza política, por delante de los socialdemócratas.
El panorama europeo sugiere una enfermedad continental en la que las ideas de la extrema derecha se instalan en el centro político desde Polonia hasta Hungría, pasando por Noruega, Austria, Suecia u Holanda.
El filósofo esloveno Slavoj Zizek constata un "reajuste del espacio político europeo" en el que la tradicional bipolaridad de una fuerza política de centroderecha (democristiana, liberal o popular) alternando con otra de centroizquierda (socialdemócrata o socialista) está siendo sustituida por otra en la que una fuerza centrista liberal en asuntos de minorías compite con una fuerza antiinmigrante, flanqueada por grupos neofascistas.
El contexto, explica Zizek en el semanario alemán Der Freitag,es una crisis que ha instalado a Europa en una especie de "estado económico de excepción permanente" dominado por políticas de austeridad y recortes sociales que escapan a toda soberanía. En una observación más amplia, interviene también la ausencia de una política de izquierdas, desde que hace veinte o treinta años los partidos establecidos que se reclamaban de ella abrazaron el neoliberalismo y, con este, el programa económico de la derecha, reduciendo prácticamente sus atributos de izquierda a aspectos como la tolerancia hacia el aborto.
Desde Portugal hasta Polonia, esa abdicación ha creado vacío y pasividad en amplios sectores sociales. El absentismo electoral y la sensación de desposesión campa a sus anchas. En Viena ha votado el 55% del censo. En Hungría, el 46%. En Alemania, un 90% hace suya la afirmación "considero inútil meterme en política" y un 94% estima que "la gente como yo no tiene, en cualquier caso, ninguna influencia en lo que hace el gobierno".
Esta Europa del bostezo, socialmente malhumorada por los recortes, hostil a todos los políticos y, al mismo tiempo, manifiestamente pasiva, presenta un óptimo terreno para la extrema derecha.
17-X-10, R. Poch, lavanguardia