Recepción al pie de la escalerilla del avión por la pareja presidencial francesa, Nicolas Sarkozy y Carla Bruni -un gesto reservado hasta ahora al Papa-, desfile por los Campos Elíseos escoltado por la Guardia Republicana a caballo, gran cena de gala en el Elíseo, visita a la Costa Azul... París multiplica desde ayer los gestos grandilocuentes para honrar la visita de Estado a Francia del presidente de China, Hu Jintao, que debería marcar el principio de la reconciliación entre ambos países después de las tensiones que les han enfrentado desde el 2008. La presencia del Dalái Lama en Francia y los incidentes durante el desfile por la capital francesa de la llama olímpica de los Juegos de Pekín situaron las relaciones bilaterales bajo cero.
El presidente francés se ha plegado, en aras de la realpolitik,a las exigencias chinas, anteponiendo los intereses políticos y diplomáticos -el buen fin de la próxima presidencia francesa del G-20- y los intereses económicos -la firma de suculentos contratos para los grandes grupos industriales franceses- a la espinosa cuestión de los derechos humanos. Ninguna alusión, menos aún una crítica, ha salido ni saldrá estos días del Elíseo. Ninguna conferencia de prensa vendrá tampoco a perturbar la estancia a orillas del Sena del líder chino, consagrado precisamente ayer por la revista Forbes como la personalidad más poderosa del planeta...
El presidente francés ya se hizo notar recientemente por el significativo silencio con que acogió la concesión del premio Nobel de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo. La principal prioridad de Sarkozy es intentar lograr la complicidad china cara a la presidencia del G-20, que asumirá el próximo día 12.
5-XI-10, Ll. Uría, lavanguardia