ŽEl debate moral de FelipeŽ, Pilar Rahola

Recuerdo que estaba en Chile y en la mesa había universitarios judíos que se declaraban pacifistas. En un momento determinado planteé el dilema, a sabiendas de que algunos habían perdido a la mayoría de su familia en el holocausto. "Si hubierais tenido a Goebbels delante y una pistola, ¿no habríais disparado?". De todas las respuestas que escuché, me quedo con una que centra magistralmente la cuestión: "Si el debate se plantea en términos individuales, sí, habría disparado. Yo contra el mal. Si soy el presidente de un Gobierno, estoy en guerra con Alemania y tengo a Goebbels en la diana, habría disparado. Pero si soy el presidente de una Alemania democrática, tengo a Goebbels a tiro y puedo disparar, no lo habría hecho. Ya no soy yo contra el mal. Entonces se trata de la ley contra el mal". Es decir, el debate nunca se puede plantear en los términos clásicos del ¿qué haríamos con el violador de nuestra hija, o el asesino de nuestro padre o...?, porque el individuo solo ante el horror puede pisar muchas fronteras, incluyendo las de su propia moralidad. Pero Felipe

González no puede plantearlo ni en términos individuales ni morales, sencillamente porque no le corresponde. ¿Quién es él para hacerse la pregunta? Por supuesto hablo de la entrevista de Millás en El País, donde Felipe aseguró que había tenido a la cúpula de ETA a tiro en Francia y que había tenido que decidir si la hacía "volar" o no hacía nada. Asegura que la duda sobre si tomó la decisión correcta aún le atormenta. Perdonen, pero ¿que qué? Me parece tan escandalosa la confesión que aún estoy más escandalizada por el poco debate democrático que ha provocado, como si diéramos por sentado que es normal tener esa "duda moral" cuando alguien es el presidente democrático de un gobierno. Personalmente, no sólo no lo doy por sentado, sino que niego la mayor. Me puede decir el señor González ¿en qué momento los ciudadanos le otorgamos el derecho a matar a alguien, fuera de la ley, como si fuera Dios o su verdugo? ¿En qué momento se restauró la pena de muerte en España, y con sentencia sin juicio y en manos de un solo tipo? ¿Por qué matar a los etarras y no a un violador en serie de niños? ¿Quién es él para ir más allá de la gestión pública de las leyes democráticas que nos amparan? Los mato o no los mato..., linda margarita. ¿Puede decirme el señor González si se formuló otras veces esa pregunta, y si alguna se la respondió afirmativamente? Porque, claro, si abre el melón, puede que esté muy podrido. La cuestión es que el mandato de Felipe no incluía este debate moral, porque el único debate posible de un presidente es el debate legal. Lo cual nos lleva a una conclusión inquietante: cuando algunos tocan la púrpura del poder se olvidan de su condición terrenal y transitoria, y se creen convertidos en dioses. Y es entonces cuando empiezan a ser auténticos demonios.

11-XI-10, Pilar Rahola, lavanguardia