Turquía se ha dotado de una política exterior polifacética. El estancamiento de sus negociaciones con la UE no ha frenado la proyección económica y diplomática turca en todas direcciones.
Desde el verano, Turquía se ha visto de repente convertida en el centro de atención de Europa y Estados Unidos: ¿seguía estando con Occidente, o acercándose a Oriente? Muchos empezaron a preguntarse si la ambiciosa política exterior de “cero problemas” practicada por Ankara se había transformado en una política exterior islamista. En este debate, los titulares llegaron incluso a plantear la siguiente cuestión: “¿Quién ha perdido a Turquía?”.
El secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, acusó a Europa de ser el responsable de cualquier cambio, señalando que Estados importantes de la Unión Europea habían desmoralizado a Turquía en sus negociaciones de adhesión. Por su parte, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, culpó a EE UU, afirmando que la invasión de Irak en 2003 había puesto a la opinión pública turca en contra de Occidente.
Este enfrentamiento dialéctico abarcó todo tipo de cuestiones, desde si el gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) es islamista, hasta si el éxito económico de Turquía orientado por la UE está dando paso a su dependencia de Oriente Próximo, incluso si la política de “cero problemas” realmente debilita la tradicional alianza del país con la OTAN y la convergencia con la UE. Los motivos de preocupación amentaron tras la crisis turca con Israel, en junio pasado, y una crisis paralela de confianza de Occidente a consecuencia de la relación de Turquía con Irán. Para los analistas conservadores, Ankara había provocado de manera intencionada el enfrentamiento con Israel con la Flotilla de la Libertad, en su mayoría turca, que intentó burlar el bloqueo de Gaza el 31 de mayo. El 9 de junio, además, Turquía votó en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en contra de la imposición de sanciones adicionales a Irán, lo que causó malestar en Washington.
Turquía es cada vez más activa en su aspiración de una política exterior de “cero problemas”, pero eso no significa que se haya convertido en islamista. Esta política consiste más en la normalización que en la innovación peligrosa, y de hecho se viene desarrollando desde el final de la guerra fría, en 1991, con el objetivo de ampliar y reforzar la posición cultural, comercial y diplomática de Turquía en todas direcciones. Ha aportado nuevas ideas valiosas para crear estabilidad regional, y podría suponer una contribución turca duradera a los objetivos de la UE y de EE UU.
Una década de transformaciones
El AKP tuvo la fortuna de llegar al poder en 2002 en un momento muy oportuno. Turquía había dejado atrás las miserias de los años noventa, plagados de gobiernos débiles, que se caracterizaron por una inflación de tres dígitos, una intervención militar abierta en la política y un conflicto sanguinario entre las fuerzas armadas turcas y la insurgencia kurda. El talento del Estado turco para la supervivencia, combinado con el apoyo de la UE, EE UU y el Fondo Monetario Internacional (FMI), revirtieron la situación al final de la década. Un amplio gobierno de coalición entre la izquierda y la derecha entre 1999 y 2002 estuvo al frente de uno de los periodos más sobresalientes de la reforma turca.
El catalizador de gran parte de todo esto fue una decisión de la UE para que Turquía se convirtiera en candidato a la adhesión en 1999. Los cambios entre 2000 y 2002, antes de que el AKP asumiera el poder, incluían la reformulación de un tercio de la Constitución turca, la promulgación de legislación internacional en materia de derechos humanos, la supresión de la pena de muerte, la ampliación de los derechos de las mujeres, nuevas medidas contra la utilización de la tortura y la mejora de las condiciones en las prisiones. Nuevas leyes reducían las restricciones a la libertad de expresión, la sociedad civil y los medios de comunicación. Se persuadió al ejército turco para que cediera más terreno en su tradicional dominio de la política.
En la economía, la reestructuración tras la crisis financiera turca del periodo 2000-01 y el consiguiente optimismo mundial contribuyeron al despegue de Turquía antes de la crisis global de 2008. El crecimiento medio anual alcanzó el siete por cien entre 2002 y 2007, los primeros años de gobierno del AKP. La inflación cayó de cerca del 45 por cien en 2003 al 9,5 en 2009. Las exportaciones se cuadruplicaron, de 36.100 millones de dólares en 2002 a 132.000 millones en 2008. La inversión extranjera, que había oscilado entre 1.000 y 2.000 millones de dólares al año durante décadas, se disparó a 5.800 millones en 2005 y, posteriormente, se situó en una media de unos 20.000 millones de dólares durante los tres años siguientes. En gran parte gracias a las reformas tras la crisis de 2001, ningún banco turco se hundió en la crisis financiera mundial desatada en el verano de 2007. Mientras tanto, Turquía se está recuperando relativamente bien de lo que le ha tocado de la recesión global de 2009.
Negociación y bloqueo
La convergencia con la UE y las reformas continuaron con el gobierno del AKP después de 2002, lo que culminó con el comienzo de las negociaciones de adhesión en 2005. Sin embargo, el proceso pronto se desaceleró y ahora avanza lentamente, algunas veces por razones no atribuibles al AKP. Uno de los factores es la actitud cada vez más hostil de gobiernos clave de la Unión. Francia, por ejemplo, ya ha bloqueado cinco de los 35 capítulos que Turquía ha de negociar con la UE para convertirse en miembro.
La UE es la responsable, al menos en parte, de otro bloqueo decisivo de las negociaciones de adhesión. En 2003, la esperanza del AKP de iniciar con Bruselas negociaciones de adhesión plena hizo que Turquía diera marcha atrás en la tradicional política de línea dura en el conflicto de la dividida isla de Chipre. En 2004, el 65 por cien de los turco-chipriotas votó a favor de la reunificación de la isla de acuerdo con un plan de la ONU que contaba con el apoyo de la UE y EE UU. Pero el 76 por cien de los griego-chipriotas votaron en contra del plan de reunificación. A pesar de ello, la UE reconoció al gobierno griego-chipriota como el representante de toda la isla. Ahora, el Estado chipriota (griego) miembro de la UE está bloqueando casi la mitad de los capítulos de negociación entre la Unión y Turquía, una situación tolerada –o discretamente apoyada– por importantes Estados de la UE escépticos respecto a la adhesión de Turquía.
El consenso político interno turco sobre la adhesión a la UE se ha fragmentado, en parte como reacción emocional a la hostilidad europea, en parte como resultado del aumento de la desconfianza hacia Occidente, tras la invasión de Irak orquestada por EE UU, y en parte por la mayor polarización política interna. Los partidos de la oposición que acusaron al AKP de tener una agenda islamista sostenían que estaba tratando de importar las libertades de la UE en materia de organización religiosa para allanar el camino a un gobierno teocrático. El AKP, fundado tras la ruptura con una facción conservadora ultrarreligiosa en 2001 nunca ha declarado tener una agenda islamista. (El único caso de aparente motivación religiosa en una ley no tardó en fracasar en la pluralista cultura turca, un intento en 2004 de criminalizar el adulterio con penas más duras para las mujeres que para los hombres.) Esa agenda también supondría una contradicción con su objetivo manifiesto de armonización con la UE. No obstante, las encuestas indican que el apoyo entre los turcos a la Unión ha caído del 78 por cien en 2004 al 38 por cien hoy, al tiempo que se produce un aumento del respaldo a los vínculos con los países de Oriente Próximo.
‘Cero problemas’ con los vecinos
Muchos aspectos de la política exterior de “cero problemas” del AKP ponen de manifiesto un alineamiento básico con los intereses de la UE. Su imagen de neutralidad y su capacidad de diálogo con todas las partes en la región como socio confiable permitieron al gobierno del AKP asumir un importante papel de facilitador en las conversaciones de acercamiento entre Siria e Israel en 2008, así como de creador de confianza entre Serbia, Bosnia-Herzegovina y Croacia, sin olvidar una mediación menos exitosa entre las facciones palestinas de Al Fatah y Hamás.
Al igual que ha ocurrido con la buena fortuna del AKP en el ámbito económico, el avance hacia unas mejores relaciones con sus vecinos es una continuación de tendencias previas. El final de la guerra fría en 1991 acabó con la rivalidad entre EE UU y la Unión Soviética, que había alejado a una Turquía miembro de la OTAN de todos sus vecinos del norte y que había provocado constantes fricciones en sus fronteras con Oriente Próximo. En la última parte de su mandato, Ismail Cem, el ministro socialdemócrata de Asuntos Exteriores de Turquía entre 1997 y 2002, ya había desempeñado un papel clave en la normalización de las relaciones entre Turquía y Siria en 1998-99, y entre Turquía y Grecia en 1999.
No obstante, el AKP y su ministro de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoglu, han avanzado más que nunca en esa normalización. Los objetivos de Davutoglu son la consolidación de la democracia, la resolución de los conflictos y el equilibrio entre realismo e idealismo. Ha roto con el enfoque defensivo de la mayoría de sus predecesores, quienes, tras el hundimiento del Imperio Otomano multiétnico en 1919, concentraron sus esfuerzos en la consolidación de un Estado-nación turco encerrado en sí mismo. Como consecuencia de ello, Turquía casi ha triplicado sus negocios de importación y exportación con sus vecinos, pasando de un cinco por cien hace una década a un 13 por cien de su comercio total en la actualidad.
Como parte de la política de “cero problemas”, el AKP también comenzó a resolver las diferencias con Armenia y su diáspora. Años de contactos secretos, interacciones civiles y posteriores negociaciones se tradujeron en una serie de protocolos firmados en octubre de 2009, que fijaban un marco para el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Turquía y Armenia, y la apertura de las fronteras de ambos países, cerradas desde 1993. Al mismo tiempo, las partes acordaron crear una comisión oficial conjunta, con mediadores de Suiza, para estudiar su conflictiva historia (expresión simplificada para referirse a las masacres de armenios de la época del Imperio Otomano durante la Primera Guerra mundial, que Turquía no reconoce como genocidio). Paralelamente, existía una esperanza no confesada de que los armenios se retiraran de parte del 13,5 por cien del territorio de Azerbaiyán que han ocupado desde su guerra con este país entre 1992 y 1994, por el enclave de mayoría armenia de Nagorno-Karabaj.
Desafortunadamente, los protocolos se paralizaron a finales de 2009, cuando Azerbaiyán, importante proveedor de energía a Turquía, socio comercial y pariente étnico, planteó importantes objeciones al acuerdo. Asimismo, la diáspora y la oposición armenias pusieron trabas a cualquier compromiso con Turquía, o a cualquier negociación sobre la retirada armenia de los territorios conquistados alrededor de Nagorno-Karabaj. Aunque existe poco contacto oficial entre los dos gobiernos, el espíritu de la política de “cero problemas” perdura con el aumento de los contactos entre grupos civiles armenios y turcos, que ha conducido a una cierta normalización.
Las relaciones con otros vecinos conflictivos de la época de la guerra fría, como Grecia y Georgia, han seguido mejorando con el gobierno del AKP. Rusia se ha convertido en el socio comercial principal de Turquía y en uno de los países que más turistas envía al país. Aun así, la dimensión de la nueva política turca que más debate ha generado es la de Oriente Próximo.
Dinamismo en Oriente Próximo
Desde hace mucho tiempo, a Turquía le sobran los motivos para minimizar sus diferencias con Irán, Siria e Irak, países que, en diversos momentos, han intentado desestabilizar el país. Los líderes del AKP también comparan su nuevo enfoque respecto a Oriente Próximo con los inicios de la UE. Al igual que los europeos después de la Segunda Guerra mundial, tienen como objetivo explícito utilizar la integración para reducir la confrontación entre vecinos traumatizados por décadas de revoluciones, sanciones y guerras. La política tiene ambiciones de convergencia política y, por supuesto, de preeminencia turca. Llama la atención que algunos regímenes que tradicionalmente han preferido mantener estrechas relaciones bilaterales con grandes potencias y patrocinadores fuera de la región, se estén abriendo a Turquía en la actualidad.
El primer paso de Ankara fue suavizar las restricciones a los desplazamientos. A finales de 2009, suprimió la necesidad de algunos trámites para la obtención del visado a los viajeros de Siria, Líbano, Jordania y Libia, lo que se añadía al régimen de visado automático en aeropuertos con Irán. Se inauguró un nuevo paso fronterizo con Siria y se están empezando a desminar los campos entre los dos países de la época de la guerra fría. Con frecuencia, ministros de alto rango del gobierno mantienen reuniones conjuntas (como hace el AKP con otros vecinos como Grecia y Rusia). Turquía, Siria, Líbano y Jordania también se han puesto de acuerdo para transformar sus áreas de libre comercio bilateral en una zona de libre comercio de gestión conjunta, primer paso hacia un mecanismo multilateral al estilo de la UE.
Al mismo tiempo, Turquía se ha convertido en observador de la Liga Árabe, y ha sido anfitrión de una reunión de ministros de Exteriores del Consejo de Cooperación del Golfo. Un turco, Ekmeleddin Ihsanoglu, se alzó con la victoria en las primeras disputadas elecciones para liderar la Organización de la Conferencia Islámica, que agrupa a 57 países musulmanes.
Junto a su contribución civil y militar a los esfuerzos de la OTAN en Afganistán y los Balcanes, Turquía también comenzó a contribuir con barcos y 1.000 efectivos entre personal militar e ingenieros a la Fuerza Interina de la ONU en Líbano (Finul). Con un amplio apoyo, Turquía ha conseguido ser miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU en el periodo 2009-10 por primera vez desde principios de la década de los sesenta.
La proactiva diplomacia turca posee el potencial de desarrollar una dinámica a largo plazo que genere paz y estabilidad, sin las cuales la prosperidad y la democracia tienen pocas posibilidades de echar raíces en la región. Al mismo tiempo, capitales, películas, series televisivas, música y productos turcos de todo tipo están penetrando en los mercados de Oriente Próximo. En las calles turcas y los enclaves turísticos de la costa se percibe cada vez más la presencia de visitantes de Irán y el mundo árabe.
Conflictos: Israel y Chipre
No obstante, se están poniendo a prueba las ambiciones de la política de “cero problemas”. Las conversaciones con Chipre están en un punto muerto, las negociaciones de adhesión a la UE están perdiendo dinamismo, y los protocolos con Armenia están estancados. A todo esto se han sumado las tensiones con EE UU y la UE por sus crisis paralelas en el verano de 2010 respecto a Israel e Irán.
Turquía ha sido durante décadas el principal socio musulmán de Israel en la región y, hasta el ataque israelí sobre Gaza en 2008-09, el gobierno turco siguió en líneas generales una política de compromiso. Los líderes del AKP visitaron con frecuencia Israel, los intercambios comerciales aumentaron y el propio primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, presentó sus respetos en Yad Vashem, el complejo conmemorativo del Holocausto. Pero Erdogan se sintió personalmente traicionado cuando Israel lanzó su ofensiva sobre Gaza solo unos días después de haber pasado cinco horas en una cena con el entonces primer ministro israelí Ehud Olmert en su residencia, como parte del proceso de paz entre Israel y Siria en el que Turquía actuó como facilitador. Esto provocó, además del ataque de furia de Erdogan contra el presidente israelí Shimon Peres en el Foro Económico Mundial de Davos, la emisión de programas en la televisión turca demonizando a Israel e insultos públicos al embajador turco por parte de un alto cargo israelí.
Las relaciones pasaron por su peor momento con el suceso de la Flotilla de la Libertad que se dirigía a Gaza el 31 de mayo. Comandos israelíes lanzaron un ataque nocturno por sorpresa para apresar el barco principal, el buque turco de transporte de pasajeros Mavi Marmara, con 600 personas a bordo, cuando estaba todavía en aguas internacionales. Cuando algunos de los pasajeros se resistieron con armas improvisadas como barras de hierro, cuchillos, tirachinas y palos, los israelíes dispararon provocando la muerte a ocho ciudadanos turcos y a un turco americano. Merece la pena leer un informe del Consejo de Derechos Humanos de la ONU desde el punto de vista de la flotilla. Turquía tiene en marcha su propia investigación, mientras Israel justifica la legalidad de las acciones de los comandos. Todo este material será evaluado por una comisión de investigación de la ONU formada por cuatro miembros, entre los que se encuentran un turco y un israelí, que presentará sus resultados al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. Pero el daño causado a la relación de confianza entre Turquía e Israel descarta la posibilidad de un rápido retorno de Ankara a su papel de facilitador entre los israelíes y otros países de Oriente Próximo.
Poco después del desastre de la flotilla, estalló una crisis por los vínculos turcos con Irán. Muchos se sorprendieron cuando los líderes del AKP se apresuraron a dar la bienvenida a la controvertida reelección del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, en junio de 2009. Los críticos asociaron esto con el compromiso de brazos abiertos con otros regímenes en conflicto con Occidente, como Sudán, Siria y la organización palestina Hamás. Para empeorar las cosas, Turquía votó en contra de la imposición de sanciones adicionales a Teherán en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU celebrada el 9 de junio pasado.
Sin embargo, esta postura no era un “no” a EE UU. De hecho, se basaba en la voluntad de preservar el proceso de las conversaciones con Teherán para crear confianza, en las que Turquía tenía motivos para pensar que contaba con el apoyo de Washington. Tampoco constituyó un intento de integrarse en un bloque islamista con Irán. Los dos vecinos han sido adversarios a lo largo de la historia, y sus diferentes tradiciones musulmanas suní y chií generan una clara rivalidad entre ambos países en Irak y en otras partes de la región. Turquía sostiene que su compromiso con Irán y otros países de la línea dura se basa en la aspiración de mejorar su comportamiento, no de aliarse con ellos. Ankara subraya que el objetivo de sus acciones es apoyar a la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Catherine Ashton, y las actuales negociaciones lideradas por EE UU, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania.
Turquía afirma que, en los meses anteriores a la votación sobre las sanciones en el Consejo de Seguridad de la ONU, EE UU le había instado a buscar un acuerdo con Teherán. De hecho, Barack Obama había enviado una carta a Turquía (y a Brasil) con las condiciones de EE UU para cualquier intercambio de combustible nuclear iraní. En medio de unas duras negociaciones, Ankara y Brasilia lograron un inusitado compromiso iraní por escrito para llevar a cabo un intercambio de combustible nuclear en el Acuerdo de Teherán de 17 de mayo, un documento que cumplía la mayoría de las condiciones fijadas por Washington. EE UU, sorprendido, criticó el acuerdo. Sin embargo, las autoridades de la UE han acogido con una actitud más positiva el logro de Turquía y Brasil, e incluso algunas fuentes oficiales estadounidenses reconocen que el acuerdo ha dejado una puerta abierta a futuros pasos en el proceso de creación de confianza.
Nuevo equilibrio regional
Sin duda, Turquía está transformando su equilibrio regional y creándose un perfil más polifacético. Pero en la práctica, los principios básicos de las alianzas de Turquía con Occidente han sufrido pocos cambios, y su importancia para la UE está aumentando, no disminuyendo. Los Estados de la Unión siguen representando tres cuartas partes de las inversiones extranjeras en Turquía y son el destino de más de la mitad de sus exportaciones, mientras que Oriente Próximo solo recibe una cuarta parte de las exportaciones turcas. De los 183 millones de personas que visitaron el país en la pasada década, solo el 10 por cien procedía del mundo musulmán. En Europa viven unos 2,7 millones de turcos, frente a los 110.000 que residen en Oriente Próximo.
Los elevados precios del petróleo ofrecen a Turquía posibilidades de expansión comercial en Oriente Próximo, pero cuando los precios se desplomen es probable que la interacción económica se frene, al igual que ocurrió en ciclos económicos anteriores. Por encima de todo, Turquía quiere exportar ideas y productos que ha adoptado de Occidente, y la capacidad para conseguirlo mientras mantiene parte de las alianzas europeas y transatlánticas es precisamente lo que, desde hace tanto tiempo, le ha hecho tan especial en Oriente Próximo.