Aunque cientos de personas han sido denunciadas por blasfemia y aún nadie ha sido ahorcado, las simples acusaciones han dado pie a que una veintena de reos hayan sido asesinados a manos de fanáticos. Algunos han sido asesinados por otros presos o incluso por los propios carceleros; otros han sido tiroteados por fanáticos al quedar en libertad o incluso, en algún caso, en el interior del mismo juzgado. Un acusado, así como el juez que lo indultó, fueron asesinados así recientemente. Mucho más grave, en agosto pasado el rumor de que un Corán había sido profanado empujó a una turba musulmana a atacar una aldea cristiana, con el resultado de ocho muertos. Y tres meses antes, en Lahore, dos atentados contra mezquitas ahmadis (grupo minoritario islámico) provocaron ochenta muertos.
La vida de una madre de cuatro hijos pende de un hilo. La cristiana Asia Bibi, de 45 años, es la última víctima de la abominable ley de blasfemia que se ha convertido en la más draconiana del mundo islámico, al castigar con pena de muerte los insultos a Mahoma. Cualquier denuncia de blasfemia comporta la inmediata encarcelación, hasta la fecha de juicio, que en el caso de Asia Bibi ha tardado un año y medio.
Aunque cualquier pakistaní es susceptible de ser perseguido, hasta ahora el 50% de las denuncias han recaído en las minorías religiosas (4% de la población). En primer lugar, los ahmadis (una secta que Pakistán no reconoce como islámica), seguidos muy de cerca por los cristianos.
La mala hora de Asia Bibi empezó con una trifulca entre jornaleras. Bibi había sido encargada por el capataz de acarrear el agua, pero las otras se negaron a beber por ser ella cristiana. Hubo bronca. Y al cabo de unos días, volvieron a por ella, en jauría, alegando que había faltado al profeta. "Es un montaje total, una venganza, como siempre", exclama Pilar Vila-Sanjuán, una monja barcelonesa. "Pero aquí para mucha gente las héroes son las otras". Es decir, las musulmanas que quieren llevarla a la horca.
Vila-Sanjuán dirige el colegio Jesus & Mary - rodeado de alambradas, como el resto de las escuelas de élite de Lahore-.Tras una docena de años en Pakistán, no se muerde la lengua: "Los presos cristianos son los esclavos de los musulmanes y siempre son ellos los que limpian las letrinas". Y añade: "Desde el 11-S hay más intolerancia, el cristiano vive asustado y sueña con irse". Los cristianos en Pakistán, algo más de tres millones, son pobres. Y dentro de los cristianos, "la gente católica es la más sencilla". Barrendero es una de las profesiones habituales.
La propia monja afirma haber sufrido en sus carnes las acusaciones de blasfemia. Cuando acompañó a un parroquiano a firmar el contrato de alquiler de un piso, "el propietario se echó atrás al ver que era cristiano", explica. Vila-Sanjuán le recriminó su conducta y al cabo de una hora, llegó la policía "porque había humillado a un musulmán".
El viernes, un clérigo prometió el equivalente a 4.300 euros a quien mate a Asia Bibi, en caso de que el Gobierno no la ejecute. "A la salida de la mezquita, en Lahore y Karachi, había gritos contra los cristianos", lamenta Pilar Vila-Sanjuán. Hace dos semanas se reunieron en Pakistán el cardenal Tauran - enviado por el Vaticano para tratar con el presidente Ali Zardari-y todos los obispos. El caso de Asia Bibi estaba en la agenda. Una semana antes, el Papa había pedido su liberación.
El ministro de Minorías ha pedido el indulto. Pero el Tribunal Supremo ha advertido que no se puede dar mientras ellos no resuelvan el recurso. "Si la indultan, habrá que sacar del país a su familia, para que no los maten. Hasta el juez tiene miedo", opina la religiosa barcelonesa. Los partidos islamistas ya se han organizado para exigir que ahorquen a Asia y advierten que derogar la ley "llevará a la anarquía".
6-XII-10, J.J. Baños, lavanguardia