The net delusion, de Evgeni Morozov

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The Net Delusion: The Dark Side of Internet Freedom

EE.UU. prevé dedicar 30 millones de dólares a ayudar a activistas de regímenes autoritarios a usar internet. El año pasado, la secretaria de Estado Hillary Clinton colocó la libertad en internet como una de las prioridades de su departamento. Pero algunos activistas señalan que recibir dinero estadounidense será contraproducente para sus fines. Y los gestos de Washington para coartar el acceso a Wikileaks ponen en duda la retórica sobre la libertad.

Irán, Túnez, Egipto. Ahora las revoluciones se hacen con internet y las nuevas tecnologías. Twitter, Facebook, los SMS son los instrumentos del cambio. Error, replica Evgeni Morozov, abanderado de lo que algunos han llamado ciberescepticismo, o ciberrealismo: la idea de que internet no es más que un instrumento para organizarse, y que tanto puede servir para organizar revueltas como para sofocarlas. En el siglo XXI, un dictador sagaz dispone en la red de un arma óptima para controlar a sus súbditos.



Morozov, que nació en Bielorrusia hace 26 años y ahora vive en Palo Alto (California), lo ilustra con un ejemplo reciente de su país, gobernado por el líder autoritario Alexander Lukashenko.

"El mes pasado, un montón de personas salió a la plaza pública para protestar por el resultado de las elecciones. Todos iban con teléfonos móviles", dice. ¿La tecnología como catalizador de la movilización social?

La historia no acaba aquí. "Ahora parece que el gobierno está pidiendo a las operadoras de telefonía móvil en Bielorrusia que les den la información sobre los clientes que se encontraban en la calle -prosigue-. ¿Significa esto que la próxima vez habrá más gente? No. Y si van, probablemente vayan sin teléfonos móviles".

Morozov habla en un café del centro de Washington, recién llegado de Londres y a punto de viajar a Nueva York. Acaba de publicar The net delusion (El engaño, o la ilusión de internet), donde intenta desmontar la utopía según la cual las nuevas tecnologías y las posibilidad para difundir información expandirían la democracia.

"En Washington muchos creen que en cuanto se proporcione a los chinos instrumentos para esquivar el muro de censura en internet, en seguida los chinos irán en masa a las webs de Human Rights Watch o de Amnistía Internacional para bajarse informes sobre abusos de derechos humanos, y que empezarán a protestar en la calle", dice aludiendo a las organizaciones pro derechos humanos.

"Es una ingenuidad", sentencia. Es más probable que los chinos vayan a otro tipo de webs: redes sociales, chats, pornografía…

Morozov observa que los regímenes autoritarios más duchos en el uso de internet - él cita Rusia y China-se han dado cuenta de que la censura total no es la solución. Es más eficaz, por ejemplo, usar internet para la propaganda o para vigilar a los usuarios.

Internet, escribe en The net delusion,"puede usarse para transmitir información antigubernamental, pero también puede usarse para espiar a los ciudadanos, satisfacer su hambre de entretenimiento, someterlos a una propaganda sutil e incluso lanzar ciberataques contra el Pentágono".

"En todo caso - añade-internet hace que sea más difícil, no más fácil, que las personas se preocupen (por la situación política), aunque sólo sea porque las alternativas a la acción política son mucho más placenteras y sin riesgo".

Sí, podrían encontrarse decenas de ejemplos de protestas y movimientos sociales en las que internet ha tenido un papel. Cory Doctorow, un influyente bloguero, titulaba su crítica de The net delusion en el diario británico The Guardian con la pregunta: "¿De qué otra manera pueden los oprimidos tener una voz?"

Pero Morozov previene contra la tentación de dar por hecho que internet es por naturaleza un agente de cambio democrático, e incluso que sea decisivo. Cada revolución, recuerda, ha tenido su tecnología: los bolcheviques, el telégrafo; la revolución iraní, los casetes… El problema, para el autor de The net delusion,es el fetichismo de internet, el internetcentrismo, la pretensión de que Washington pueda propagar la democracia financiando webs o blogs, o de pensar que las revueltas como la egipcia o la tunecina se explican por las nuevas tecnologías.

"En Túnez, el motivo fueron los agravios por el paro, por la situación económica. Los medios sociales pueden ayudar a amplificar las noticias, pero no las causaron", dice. "Que hubiese tanta información en Twitter y Facebook y tantos mensajes de móvil significa que, si el dictador hubiese seguido en el poder, habría tenido manera de encontrar a los disidentes".

Según Morozov, "si resulta que internet ha reforzado a la policía secreta, a los censores y a las oficinas de propaganda del régimen autoritario moderno, es probable que el proceso de democratización sea más difícil, no más fácil".

En este caso, al mismo tiempo que los blogs y las redes sociales sirven para difundir ideas y convocar protestas, "también le hace el juego a los que están al cargo de la vigilancia y la propaganda". "Cuantas más conexiones pueda identificar entre los activistas, mejor para el gobierno", sostiene.

El lunes mismo, el régimen iraní ahorcó a dos activistas acusados de distribuir vídeos en internet de la -mal llamada, según Morozov- "revolución de Twitter" del 2009.

Y esta semana, en Egipto, destaca Morozov en un artículo en el diario Toronto Globe and Mail,ha circulado entre los manifestantes un panfleto de 26 páginas que recomienda utilizar fotocopias y emails en vez de medios sociales al estilo de Facebook o Twitter.

El jueves, los límites de internet como arma subversiva se evidenciaron cuando el régimen egipcio cerró el acceso a las redes.

"Que el gobierno consiguiese que las operadoras de la red cerrasen las conexiones de teléfono móvil e internet es destacable pero no sorprendente: su deseo de sobrevivir es más importante que el deseo de permitir a los disidentes comunicarse para poder detectarlos", dice Morozov.

30-I-11, M. Bassets, lavanguardia