En plena guerra de Iraq, en abril del 2004, tres civiles japoneses fueron secuestrados por las brigadas de los muyaidines. El vídeo en el que aparecían maniatados y con un cuchillo al cuello, bajo la amenaza de quemarles vivos, dio la vuelta al mundo gracias a Al Yazira. Los secuestros de extranjeros eran moneda común entonces: el chantaje a los gobiernos a través de sus ciudadanos tuvo en jaque a Italia, Gran Bretaña, Francia, Canadá o Japón. Hubo rehenes que murieron, y otros muchos liberados que fueron recibidos como héroes en sus países. Pero no en Japón. Nada más aterrizar en Tokio, los liberados pidieron disculpas. Su país les pedía cuentas por haberles puesto contra la espada y la pared, al desoír las recomendaciones oficiales de no viajar por Iraq. 18-III-11, Montserrat Domínguez, lavanguardia