La inesperada visibilidad y determinación de las mujeres en las revoluciones que se desarrollan en todo el mundo árabe -en Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Bahréin, Siria y otras partes- ayudó a impulsar lo que se dio a conocer como el "despertar árabe" o la "primavera árabe". Se produjeron cambios importantes en las mentes y en las vidas de las mujeres, lo que las ayudó a romper con los grilletes del pasado y a exigir su libertad y dignidad.
Desde enero del 2011, imágenes de millones de mujeres manifestándose junto a los hombres fueron transmitidas en todo el mundo por periodistas televisivos, publicadas en YouTube y reproducidas en las portadas de los periódicos. Uno podía ver a mujeres de todas las condiciones sociales marchar con la esperanza de un futuro mejor, para ellas y para sus países.
Aparecían de manera prominente - elocuentes y francas, marchando diariamente, portando caricaturas de dictadores y reclamando a gritos un cambio democrático-.Caminaban, iban en autobús, viajaban en automóviles, hacían llamadas telefónicas y tuiteaban con sus compatriotas, motivadas en parte por las demandas sociales, pero, sobre todo, por sus propios derechos.
El contraste entre este espacio dinámico para una protesta abierta y Arabia Saudí no podría ser más marcado. Las mujeres saudíes viven en un sistema petrificado. Los rostros de la familia real están en todas partes; las caras de las mujeres están cubiertas por un velo, ocultas.
En ninguna otra parte del mundo vemos que la modernidad se experimente como semejante problema. En el desierto se erigen rascacielos, pero a las mujeres no se les permite compartir el ascensor con los hombres. Tampoco se las deja caminar por la calle, conducir un coche o salir del país sin el permiso de un guardián varón.
Fátima, una joven de La Meca, me envió un correo electrónico durante la revolución egipcia: "Olvidémonos de los gritos pidiendo libertad; yo ni siquiera puedo dar a luz sin ser acompañada al hospital por un mihrim (guardián varón)". Y continuaba: "Yala mutawa (la policía religiosa, conocida oficialmente como el Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, y cuyo director tiene rango ministerial) se le otorgó el derecho de humillarnos en público". Por cierto, la mutawa vio como sus ya amplios poderes aumentaban aún más gracias a decretos emitidos por el rey Abdulah en marzo, después de ayudar a reprimir las protestas en el reino a principios de ese mes.
Sin embargo, la globalización no conoce límites, ni siquiera los impuestos por los guardianes de la probidad islámica. Las niñas saudíes de nueve años chatean, desoyendo las fetuas emitidas por los clérigos wahabíes que les prohíben el acceso a internet sin la supervisión de un guardián varón. Muchas mujeres en secreto viven pegadas a los canales de televisión por satélite, observando a sus pares en las plazas públicas de Egipto o Yemen, más allá de su alcance pero no de su imaginación.
El 21 de mayo, una mujer valiente llamada Manal al Sharif rompió el silencio y la apatía, y se atrevió a desafiar la prohibición de que las mujeres conduzcan un automóvil. Toda la semana siguiente la pasó en una prisión saudí. Pero, a los pocos días de su detención, 500.000 espectadores ya habían visto el vídeo de su excursión en YouTube. Miles de mujeres saudíes, frustradas y humilladas por la prohibición, decidieron montar un día de la Conducción el pasado 17 de junio.
Arabia Saudí es el único país del mundo que les prohíbe a las mujeres conducir vehículos. El sistema de confinamiento que representa la prohibición no está justificado ni en los textos islámicos, ni en la naturaleza de la sociedad diversa que gobiernan los Al Saud y sus socios wahabíes. De hecho, incluso está muy alejada del resto del mundo árabe - lo que se tornó manifiestamente obvio en el contexto del levantamiento social masivo en casi toda la región-.
La segregación impuesta se refleja en cada aspecto de la vida saudí. La educación religiosa constituye hasta el 50% del plan de estudios de los estudiantes. Como resultado, el dogma wahabí penetra en todos los hogares del país. Los libros de texto - rosa para las niñas, azules para los varones, cada uno con diferentes contenidos-destacan las reglas prescritas por el imán Mohamed bin Abdul Wahhab, un clérigo del siglo XVIII fundador del wahabismo.
El sistema judicial saudí es uno de los obstáculos más importantes para las aspiraciones de las mujeres, ya que se basa en interpretaciones islámicas que protegen un sistema patriarcal defensivo. En realidad, no sólo las decisiones de los jueces respaldan el sistema, sino también lo contrario: el patriarcado se ha vuelto la fuerza impulsora de la ley.
En consecuencia, las mujeres saudíes tienen prohibido acceder a una profesión legal sobre la base de una constricción wahabí que determina que "una mujer carece de mente y religión". En otras palabras, el régimen de derecho en Arabia Saudí es el régimen de la misoginia - la absoluta exclusión legal de las mujeres de la esfera pública-.
Los gobernantes saudíes anunciaron que las manifestaciones son haram - un pecado que se castiga con la cárcel y los azotes-.Ahora algunos clérigos pronunciaron que el hecho de que las mujeres conduzcan un automóvil es un haram de inspiración externa, punible de la misma manera. Sin embargo, a pesar de esas amenazas, miles de mujeres saudíes se sumaron a "Todas somos Manal al Sharif" en Facebook, y aparecieron infinidad de otros vídeos de mujeres al volante en YouTube desde su arresto.
Igual que Manal, ellas también fueron detenidas y el Gobierno parece decidido a procesarlas. Pero Wajeha al Huwaider, Bahia al Mansur, Rasha al Maliki y muchas otras activistas siguen insistiendo en que conducir un automóvil es su derecho legítimo, y exigen de manera elocuente que se levanten las restricciones y se ponga fin a la dependencia de las mujeres.
La valentía revolucionaria de Rosa Parks al negarse a moverse a la parte de atrás de un autobús municipal de Montgomery (Alabama) en 1955 ayudó a que se encendiera el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Pronto descubriremos que la manera en que Manal al Sharif desafía el confinamiento sistémico de las mujeres por parte del régimen saudí produce un efecto similar.