´La ciencia ganó la batalla´, entrevista

"La ciencia ganó la batalla"

Su última obra -no publicada todavía en España- se llama The new humanists (Los nuevos humanistas), y de ella, y de otras cuestiones relacionadas con la tercera cultura hablamos con Brockman mediante conversación telefónica.

¿Quiénes son los nuevos humanistas?

Los científicos y pensadores cuyos trabajos versan sobre el mundo empírico, y que con su trabajo -y libros- están sustituyendo al intelectual tradicional en su labor de plantear y hacer visibles las grandes cuestiones, y los grandes significados, de nuestra vida. En afrontar con una perspectiva nueva las grandes cuestiones: ¿quiénes somos? ¿qué somos?

¿Todavía necesitamos una tercera cultura?

Más que nunca. La ciencia, al menos la ciencia como forma de cultura, como forma de pensamiento, está en peligro. En EE. UU. desde el 11-S el clima hacia la ciencia ha cambiado. El gobierno parece estar en contra de las nuevas ideas. Actúa como tapón de las esperanzas y expectativas de la gente. No se puede decir otra cosa cuando tenemos frente a nosotros la posibilidad de curar enfermedades que amenazan la vida de miles de personas y, sin embargo, las creencias acríticas de un puñado de personas de la administración Bush tienen el poder de parar todo tipo de investigación. En este aire enrarecido se hace difícil hablar siquiera de primera o segunda cultura...

Pero, más allá de la situación política, ¿sigue el enfrentamiento entre primera y segunda cultura de la que hablaba Snow?

No, esa batalla se acabó. Ganó la ciencia. Mire cualquier primera página de periódico: en ella se habla, cuando se habla algo más que no sea política, desas o guerras, de asuntos de lo que yo denomino tercera cultura. A nadie le importan ya las discusiones entre intelectuales de letras.

¿Contra qué está la tercera cultura?

No está en contra de nada. Es una cultura inclusiva. No está en contra de la crítica literaria, la poesía o el teatro, eso es una caricatura. La denominada tercera cultura está en contra, si se puede decir así, de la mistificación, de la usurpación, del imperio que imponen ciertos autores y ciertos libros más propios de los años 40 y 50 que de ahora mismo.

¿Se refiere al marxismo? ¿A Freud?

¿Qué queda del marxismo? Corea del Norte y algún que otro departamento irreductible de estudios culturales en algunas universidades. Eso es todo. En la ciencia el marxismo no ha dejado ninguna huella. Y lo que está ocurriendo ahora en el campo de la neurociencia deja a Freud como una superstición del siglo XVIII. Sus ideas son irrelevantes... La gente está interesada en las obras de los pensadores que hablan de la realidad desde un punto de vista científico. Se han cansado de saber quién durmió con quién un fin de semana hace cien años y cómo esa canita al aire influyó en la poesía... El intelectual tradicional, alejado de la ciencia y sus descubrimientos, es hoy un ser profundamente infeliz.

¿Quiere decir que una ciencia popular es la respuesta?

Yo no hablo de una ciencia popular. Yo hablo de científicos que hablan entre ellos, y cuyas conversaciones llegan al público en forma de libros. Hablo de ciencia no de divulgación. Mire, por ejemplo, un libro como La nueva mente del emperador, de Roger Penrose, donde se habla de la posibilidad de inteligencia artificial. Fue un libro muy popular al que un filósofo como Daniel C. Dennett contestó con La conciencia explicada, que rebatía buena parte de las ideas de Penrose. O recuerde los interesantísimos debates entre Stephen Jay Gould y Richard Dawkins sobre la verdadera naturaleza de la evolución... La ciencia es ahora una gran y única gran discusión de intelectuales que se expresan mediante libros, a los que tiene acceso el público. No escriben para hacer la ciencia más comprensible al gran público.

¿Es la tercera cultura de la que habla una cultura sólo para científicos?

No. Yo no soy científico. Ni lo es Dennett, que es filósofo de formación. Lo que digo es que los debates importantes, los que definen hoy nuestra sociedad, pasan por un pensamiento científico. En términos de vida cotidiana, de ganarse la vida, pagar la hipoteca o criar hijos, no creo que un científico sepa más que un conductor de autobús o una dependienta de supermercado. La diferencia, para mí, es que los científicos son quienes hoy día están haciendo las preguntas más interesantes sobre las cuestiones que nos importan a todos, las cuestiones profundas y significativas, esas que definen la naturaleza humana.

Ya, pero ¿puede la tercera cultura ayudar a comprender un fenómeno como el terrorismo o las guerras religiosas?

Creo que sí. Absolutamente. Mire por ejempo la religión. Tanto Dennett como Dawkins estan escribiendo ahora libros sobre esta cuestión. Cada uno de ellos desde su particular punto de vista.

¿Pero no cree que hoy puede ser más importante un libro como ´El choque de civilizaciones´, de Huntington, que otra aportación sobre las ideas de Darwin?

Bueno, el darwinismo sigue siendo importante, sobre todo en EE. UU. donde las estadísticas dicen que más del 50% de la población todavía discute sus teorías. Yo no creo que la ciencia o los científicos deban dirigir el mundo. Lo que digo es que no se puede entender el mundo sin la ciencia.

entrevista de Salvador Llopart, lavanguardia/culturas, 14-IX-05