India como espejo y reflejo
India como espejo y reflejo
Jordi Pigem, culturas/La Vanguardia, 1-III-06.
Tres libros dispares, entre ellos un soberbio diccionario sánscrito-catalán, amplían nuestra visión del sur de Asia.
-Agustín Pániker, Índika, Kairós.
-Amartya Sen, The argumentative Indian, Allen Lane.
-Òscar Pujol, Diccionari sànscrit-català, EC.
India.org.in La fantasía dualista y estereotipada que proyecta un Oriente místico e irracional como sombra del Occidente racional y empírico fue analizada y desenmascarada en su momento por Edward Said en Orientalismo (1978). Una generación después, y transcurridos dos años desde la muerte del pensador palestino, parece llegado el momento de redescubrir Oriente. Dos obras recientes ayudan a clarificar nuestra visión del sur de Asia. El Nobel de economía Amartya Sen ha publicado en The argumentative Indian un conjunto de artículos históricos y filosóficos que hacen énfasis en el gran filón analítico, crítico y argumentador (de ahí el título) que forma parte de la civilización índica. No olvidemos que India inventa el 0 y el sistema decimal. Y Aryabhata se adelanta mil años a Copérnico. Ya en el Mahabharata y el Ramayana conviven diversos puntos de vista y hay amplio lugar para el debate, como en la célebre disputa entre Krishna y Arjuna. Ashoka, el gran emperador budista del siglo III a.C., promovía el respeto a la diversidad de culturas y de opiniones, y se ocupaba del bienestar y las libertades básicas de todos sus súbditos. Y mientras en Europa la Inquisición quemaba a herejes como Giordano Bruno, en India el emperador musulmán Akbar defendía el multiculturalismo y fomentaba el diálogo y la plena libertad en cuestiones religiosas. Esta tradición tolerante, abierta al debate, a la diversidad y al pluralismo, ha contribuido a la convivencia (ejemplar durante siglos, enturbiada en décadas recientes) entre los muchos credos índicos -hindúes, budistas, jainas, sikhs, musulmanes, agnósticos, ateos, cristianos, zoroástricos...- y sobre ella se asienta la que desde 1948 es la mayor democracia del mundo.
La otra obra que ahora renueva el empeño de Said (y lo enmienda, mostrando que no todo orientalismo tenía espíritu colonizador) es la Índika del editor y autor Agustín Pániker. Ya en el 2001 Pániker publicó un erudito estudio, prácticamente sin parangón a nivel mundial, sobre El jainismo, la religión menos conocida de India, atea y devota de la ahimsa o no-violencia que inspiró a Gandhi. Índika es un ensayo de descolonización intelectual del a veces llamado sub continente indio (curioso sub, como si fuera algo inferior, advierte el autor), región que además de la Unión India engloba también a Pakistán, Bangladesh, Nepal, Bhután, Sri Lanka y las Maldivas: una gran placa tectónica de civilización, multilingüe, multiétnica, multirreligiosa y multicultural, pero con una identidad discernible desde hace milenios. Pániker enfatiza un elemento esencial de dicha identidad: el anekantavada o no-absolutismo, la constatación de que la realidad nunca se deja englobar desde una única perspectiva, la conciencia de que el mundo es demasiado poliédrico y multidimensional como para dejarse atrapar por nuestras teorías. El anekantavada es un exponente del pluralismo índico que destaca Sen y, en cierto modo, una antigua versión filosófica del teorema de incompletitud de Gödel. Tejiendo hebras procedentes de cientos de obras eruditas (de historia, geografía, antropología, lingüística...), Índika es una obra diversa como la India misma, que en el polícromo espejo de Oriente nos muestra nuestro propio reflejo. En la cultura índica, "conócete a ti mismo" (atmanamvidhi) se refiere a un Yo distinto del de Sócrates.
Por algún tipo de sincronicidad (o de conexión kármica, dirían hindúes, jainas y budistas), la obra de Sen y la de Pániker tienen no poco en común: celebran la diversidad y multiplicidad de un universo que nunca se redujo a lo hindú, destacan la ignorada vertiente apolínea e ilustrada de las culturas índicas, pueden ayudarnos a descolonizar nuestra visión del mundo y deseuropeizar la modernidad, son multidisciplinares y eruditas y están no obstante escritas en un lenguaje entretenido y distendido, nada académico. Ya ambas, finalmente, se les puede aplicar el anekantavada: todo lo que aportan es brillante, coherente y necesario, y sin embargo no se trata de perspectivas finales que no pudieran admitir su contrapunto.
India.cat Salvador Pániker (padre de Agustín) se autodefinía ya hace un tiempo como pensador indocatalán. El vínculo (¿será también kármico?) entre India y Catalunya incluye una tradición inmemorial compartida como los castellers, se afianza en instituciones como Casa Àsia y da lugar a importantes obras de autores que tienen un pie en ambos mundos, como esta Índika y como la Espiritualidad hindú que Raimon Panikkar (tío de Agustín) publicó la pasada primavera en Kairós. No menor es el hito en el que durante doce años ha venido trabajando el sanscritista e indólogo Òscar Pujol: un Diccionari sànscritcatalà que se convierte en el más completo y moderno a nivel mundial (posteriormente tendrá un vástago en castellano, y probablemente también en otras lenguas). Entre sus novedades está el incorporar tanto la etimología moderna y académica (creada por los estudiosos de esa lengua virtual que es el indoeuropeo), como la etimología tradicional, especulativa y poética, de los pandits o eruditos hindúes. El sánscrito, como afirma en Índika Agustín Pániker, "no sólo posee el mayor volumen de literatura religiosa entre todas la lenguas clásicas, mas asimismo el corpus de escritos ateístas y agnósticos más grande de todas las lenguas". Es una lengua que se autodenomina perfecta (samskrta) y no sin motivo: William Jones, fundador de los estudios indoeuropeos en el siglo XVIII, la describía como "de estructura sublime, más perfecta que el griego, más copiosa que el latín y más exquisitamente refinada que ambas".
No hace falta aspirar a leer textos arcanos para sacar partido de un diccionario de este tipo. Hace un lustro visité en su cabaña de los Alpes noruegos al filósofo Arne Naess, que pasó del Círculo de Viena a Spinoza, Gandhi, la no-violencia y la ecología. Naess me mostró lo que, junto a seguir escribiendo, se había convertido en su mayor estímulo intelectual: acuñar largas palabras en sánscrito aprovechando la capacidad de esta lengua (mayor que la del alemán) para acoplar conceptos. Naess, que utilizaba como herramienta el clásico diccionario de Monier-Williams (diccionario que el de Pujol está llamado a reemplazar), llevaba creados por entonces cuatro mil nuevos y extraordinarios conceptos (¿cuántos cuentos hubiera sacado Borges de ahí?). Un diccionario de sánscrito puede así convertirse en una especie de espejo o madriguera de conejo que nos lleva, como a Alicia, a un mundo insospechado. Además de ser una vía directa a la lengua clásica más compleja y prolífica de la humanidad.