´Turquía en la Unión Europea: ¿sí o no?´, Víctor Pou

Turquía en la Unión Europea: ¿sí o no?

Víctor Pou Serradell,
profesor de Economía del IESE, Doctor en Derecho por la Universidad de Barcelona, MBA del IESE, Universidad de Navarra. Consejero de Relaciones Exteriores de la Comisión Europea en Bruselas.
LV, 3-X-2004.

Hace pocos días tuve el honor de ser invitado al acto de presentación en el Palau de la Generalitat de Catalunya del Informe sobre la adhesión de Turquía a la Unión Europea (UE). El informe ha sido elaborado por una Comisión Independiente encabezada por el ex-presidente de Finlandia, Martti Ahtissari, y de la que han formado parte personalidades tan relevantes de la vida política e intelectual europea como Michel Rocard, ex-primer ministro de Francia, Marcelino Oreja, ex ministro español de Asuntos Exteriores y ex comisario europeo, Emma Bonino, ex comisaria europea, o Anthony Giddens, ex-director de la London School of Economics e inspirador de buena parte de las políticas de Tony Blair. El acto, organizado por la Fundación CIDOB, estuvo presidido por el presidente Pasqual Maragall.

El ambiente en la mesa presidencial del Palau –del que formaban parte Ahtissari y Bonino, junto con el director del Institut Europeo de la Mediterrània Andreu Claret, bajo la batuta de Maragall– era claramente favorable a la adhesión de Turquía. Maragall llegó a comentar que los socialistas europeos son favorables a la próxima incorporación de Turquía al club comunitario, en claro contraste, por ejemplo, con los líderes del Partido Cristiano-Demócrata alemán. Emma Bonino, por su parte, lamentó que la UE exigiera indebidamente a Turquía mucho más de lo que normalmente exige a otros candidatos a la adhesión, como Bulgaria o Rumania.

Enma Bonino y Martti Ahtisaari presentaron al unísono las principales conclusiones de la Comisión Independiente: las negociaciones “deben iniciarse ya, tan pronto como Turquía cumpla los criterios políticos de Copenhague (derechos humanos, respeto a las minorías, etc.) pues su demora una vez más perjudicaría la credibilidad de la Unión y sería vista como una violación del principio generalmente reconocido conforme al cual los pactos deben cumplirse... Turquía es un país euroasiático, su cultura e historia están estrechamente entrelazadas con Europa... Cualquier objeción en principio contra la incorporación de Turquía debería haber sido planteada en 1959, en el momento en que Turquía presentó su primera solicitud, en 1987 cuando Turquía depositó su segunda solicitud, o en 1999 antes de que a Turquía se le reconociera la condición de candidato a la adhesión...”.

Además, en el Informe de la Comisión Independiente se intentan mostrar bien a las claras “los importantes beneficios” que la adhesión de Turquía a la UE ha de proporcionar tanto a la propia UE como al Estado turco. El fracaso del proceso de adhesión significaría la pérdida de importantes oportunidades para ambos lados, y podría dar lugar a una “grave crisis” de identidad en Turquía, lo que provocaría una “convulsión e inestabilidad” a las puertas de la Unión.

La Comisión Europea tiene que emitir su dictamen sobre el cumplimiento por parte de Turquía de los criterios políticos de Copenhague precisamente el próximo día 6 de octubre. En caso de que éste resulte positivo, se abrirían las puertas a las negociaciones de adhesión con el Estado turco, que el Consejo Europeo autorizaría solemnemente en su reunión de diciembre de este mismo año en Bruselas.

No es de extrañar que el ambiente en la capital comunitaria sea de gran expectación. El dictamen esperado de la Comisión Europea constituye el último de los grandes retos de la Comisión Prodi, que termina sus funciones a finales de octubre, para dar paso a la nueva Comisión que preside el portugués Durao Barroso y que dirigirá los destinos de la UE durante los próximos cinco años. Se asegura entre bastidores que la propia Comisión alberga puntos de vista divergentes en cuanto a la adhesión turca a la Unión. El comisario holandés Frits Bolkestein –responsable de fiscalidad y mercado interior– acaba de pronunciar un discurso en el que se ha mostrado contrario a la entrada de Turquía y ha alertado sobre la que él considera imparable “islamización y magrebización” de Europa. Según Bolkestein, existen razones poderosas para el no que son de carácter histórico, político y religioso.

El comisario británico Chris Patten –responsable de relaciones exteriores– se ha expresado en términos contrarios y ha criticado lo que denomina “absurdos de un pretendido club cristiano europeo”. El comisario austríaco, Franz Fischler –encargado de los asuntos agrícolas–, tiene tras de sí a la opinión pública de su país de origen, mayoritariamente contraria a la entrada de Turquía, y ha advertido que si esta entrada acabara produciéndose supondría una revisión radical de las dos políticas básicas de la UE: la Política Agrícola Común (PAC) y la Política Regional, lo que irritaría sobremanera a los franceses, entre otros Estados miembros ampliamente beneficiarios de ambas políticas, como es el caso español. En el Parlamento Europeo, la división es también moneda corriente: el alemán Elmar Brok, líder del mayoritario Partido Popular Europeo (PPE) y presidente de la importante comisión parlamentaria de asuntos exteriores, es firme partidario del no.

La posible respuesta europea a la petición turca de ingreso en la UE requiere primero responder a una pregunta previa, que precisamente evita o escamotea el Informe de la Comisión Independiente. Esta pregunta previa es la siguiente: ¿qué tipo de Europa queremos construir ? En efecto, si de lo que se trata es simplemente de crear una amplia zona de cooperación regional más o menos intensa, de límites imprecisos (que es lo que desea, en el fondo, el comisario Chris Patten y sus conciudadanos británicos en general), la respuesta es sí, como también debería ser probablemente sí, en este caso la respuesta a otras posibles peticiones de adhesión a la UE procedentes, por ejemplo, de países tales como Israel o Marruecos.

Si por el contrario, de lo que se trata es de construir una Europa acorde con el diseño inicial de los padres fundadores de las Comunidades europeas (Schuman, Monnet, Adenauer, de Gasperi) y con la idea de que esta Europa llegue a ser algún día una potencia política de carácter federal o confederal, con todos sus atributos, entonces la respuesta tendría que ser probablemente no, pero todo indica que la UE, sin ser capaz de responder a aquella pregunta previa, se inclina más bien por seguir el primero de los dos caminos que acabamos de describir: el de la creación de un vasto espacio de cooperación regional de ambición contenida y de límites geográficos imprecisos.

En cualquier caso, la Comisión Europea y el Consejo Europeo tienen la palabra. Las próximas semanas, sin lugar a dudas, resultarán extremadamente interesantes, tanto por lo que se refiere a la demanda de adhesión turca como por lo que atañe al propio futuro de la UE.