el filisteo ZP
Vivimos un tiempo extraño, hueco y fascinante a la vez. Las opiniones primarias triunfan tanto como eso que el escritor Ignacio Vidal-Folch (ayer entrevistado en este diario) llama, con acierto, "el intelectual filisteo". Si traslado este concepto a la política doy con “el político filisteo”: “Exhibe buenos sentimientos, porque sabe que complacen al vulgo y reportan beneficios”. Los españolitos de hoy tienen en su presidente un ejemplo contundente, redondo y colosal de este fenómeno: Rodríguez Zapatero, político filisteo de unas prestaciones imprtantes. Tengo escrito en estas páginas que la retirada de las tropas españolas de Iraq marcó el techo inamovible del talante de ZP y que, a partir de este gesto, todo serían rebajas. La realidad no me ha desmentido, lo cual es una desgracia para los que tenemos el privilegio de ser gobernados por el nuevo talante. El político filisteo exhibe su gran corazón en un gesto calculadamente conservador (retirada de tropas de Iraq) y, luego, vive de las rentas de su sonrisa. A los catalanes (¡tan rematadamente ingenuos!) la sonrisa de ZP nos condenará a un Estatut de la señorita Pepis y a renunciar a cualquier trato financiero mínimamente justo. A los vascos, la sonrisa de ZP les regala elecciones con listas prohibidas. Hablemos de la anulación de la candidatura de Aukera Guztiak por el Tribunal Supremo, como quería el Gobierno.
Imaginemos que el sonriente ZP fuera Bush. ¿Se imaginan el escándalo entre nuestros políticos y opinadores filisteos, es decir, políticamente correctos? Los mismos medios que publocan artículos de Chomsky sobre “la democracia selectiva de EE.UU.” cargarían histéricamente contra la decisión del Supremo, pero hay la justifican. No es raro, pues la foto del trío de las Azores ha sido fijada como esencia del mal mientras la foto del cuarteto de París (Zapatero, Chirac, Schroeder y Putin) ha sido elevada a signo de la nueva esperanza europea. “¡Los norteamericanos viven un insufrible recorte de libertades desde el 11S!”, clama el opinador a la moda, y nada puede objetarse a tal dogma. El mismo filisteo que grita calla ante la prohibición de una candidatura vasca como calló ante una ley de partidos redactada a medida de un sector de población.
Imaginemos algo más cercano. Imaginemos que el amable ZP fuera Aznar. ¿Lo encuentran difícil? No, esperen. La ley de partidos fue impulsada por el PP y el PSOE como lo había sido el pacto antiterrorista. ¿Acaso es una sorpresa que el nuevo talante asuma esa herencia del aznarismo? No. Todo es coherente. La política vasca de Aznar pervive en ZP. La venganza póstuma de Aznar se llama Euskadi y la gestiona el PSOE de las sonrisas. No hay nuevo talante en este negociado. El del bigote haría lo mismo que ZP. Esta coincidencia la ha remarcado el PNV y la puede corroborar cualquiera que tenga memoria. Me dirán que Patxi López no es lo mismo que Redondo Terreros. Es cierto. Ahora se trata simplemente de evitar aquel error garrafal que consistió en hacer de los socialistas vascos una marca gemela del PP de Mayor Oreja.
La anulación de las candidaturas de Aukera Guztiak no es un asunto que podamos meter en la carpeta abultada del problema vasco y olvidarlo. Es una decisión que pone en cuestión la calidad del Estado de Derecho que mantenemos con nuestros impuestos. Lo deben meditar todos los demócratas de las Españas, incluidos los que votaron en su día la ley de Partidos que permite tales excepciones, como esa CiU tan gratuitamente dócil. Como esa ERC, tan tempranamente dócil, que hoy sostiene con sus votos al Gobierno simpa´tico, dialogante y generoso que vela por nosostros.
lavanguardia, 28-III-05