Juegos Olímpicos: ´cultura...´ y ´mito...´

Cultura y comunicación

Miquel de Moragas, director del Instituto de la Comunicación (Incom-UAB) y del Centro de Estudios Olímpicos (CEO-UAB) de la UAB.

El deporte moderno, así se ha confirmado en la Eurocopa2004, genera múltiples casos de antideportividad, no siempre identificados como tales por los medios de comunicación: hooliganismo, desconsideración hacia los contrarios, no saber perder... El olimpismo sólo se justifica si es capaz de superar estas contradicciones y convertirse en referente humanístico del deporte moderno. Los Juegos Olímpicos comparten con el deporte de masas su capacidad para expresar identidades y emociones de manera espectacular. Pero la especificidad olímpica, lejos de un romanticismo acrítico, debe identificarse con una opción cultural basada en la renovación de sus valores tradicionales: humanismo, internacionalismo y educación.

El olimpismo debe afrontar ahora las consecuencias de haberse convertido en el principal megaevent de nuestro tiempo. La recuperación romántica del helenismo (base de la ritualización olímpica) debe dar paso a un nuevo humanismo más abierto. Por su parte, el internacionalismo, inspirado en las grandes exposiciones de principios del pasado siglo, debe dar paso a una nueva relación entre local y global, superando viejos esquemas impuestos por los estados-nación (equipo, Estado, bandera, himno).

Esta política cultural debería reflejarse en la superación del déficit educativo que afecta al movimiento olímpico internacional. Baste recordar la ausencia de programas específicos sobre olimpismo en las olimpiadas culturales.

En este contexto las ceremonias olímpicas, que merecerían la consideración de patrimonio inmaterial de la humanidad por parte de la Unesco, constituyen el principal activo y escenario donde expresar y revisar estos valores. Desde Seúl'88, las ceremonias se han ido articulando entorno a tres grandes referentes: la cultura de la sede (recordemos la negociación en Barcelona'92); los rituales más propiamente olímpicos (antorcha, himno, bandera, juramentos); y la escenificación de la participación internacional (desfile de atletas).

El diseño del contenido de estas ceremonias, con audiencias récord, constituye la verdadera olimpiada cultural. Pero su resultado final ya no es responsabilidad exclusiva de los organizadores, sino responsabilidad compartida con los medios de comunicación. Las televisiones, ante una sorprendente falta de regulación por parte del COI, reconstruyen las ceremonias con sus comentarios verbales y la selección o corte de imágenes, con una clara tendencia a favorecer espacios publicitarios y a centrar su atención en lo propio.

El análisis de contenido ha puesto al descubierto esta tendencia. En nuestras investigaciones sobre Barcelona'92 descubrimos que TVE dejó de mencionar a 77 delegaciones, el 45% de las 172 que desfilaron. La NBC llegó a sumar 1 hora y 12 minutos de cortes en la ceremonia, dejando de mencionar a 38 delegaciones. La cobertura más respetuosa de las 28 televisiones internacionales estudiadas en 1992 en un proyecto liderado por CEO (UAB) fue la de la televisión griega pública (ERT), seguida de la BBC. La televisión griega consideraba la tradición olímpica como genuinamente griega. La BBC, por esto debe destacarse su valor, expresaba su respeto por los rituales atendiendo a su valor universal.

Los Juegos de Atenas coincidirán en el tiempo con la celebración del Fòrum 2004. Recuerdo ahora las lagunas de la Olimpiada Cultural de 1992 y pienso que el Fòrum no es sólo el resultado de la necesidad de renovar el protagonismo internacional de Barcelona, sino también el resultado de la necesidad de recuperar la dimensión cultural, mundial, de los grandes acontecimientos.


Mito y realidad

Harvey Abrams, presidente del Instituto Internacional para el Deporte y la Historia Olímpica.

Los Juegos de 2004 están a punto de iniciarse en Atenas. Los primeros Juegos modernos tuvieron lugar en Atenas en 1896. En la antigüedad no se celebraban en Atenas, sino en un territorio del occidente griego llamado Élide donde se encontraba Olimpia. A lo largo de estos últimos cien años han adquirido gran difusión algunos mitos sobre los Juegos Olímpicos.

Por ejemplo, muchos han escrito que Pierre de Coubertin fue el fundador de los Juegos Olímpicos. No es del todo cierto. Coubertin resucitó la idea de los Juegos, la tomó de otros y la convirtió en éxito. En Inglaterra Robert Dover organizó sus Juegos Olímpicos de Cotswold a partir de 1612 y hasta 1852. También en Inglaterra, el doctor William Penny Brookes organizó en 1850 los Juegos Olímpicos de Much Wenlock. Pierre de Coubertin conoció esos certámenes y en 1890 habló con Brookes. Por otra parte, en Atenas se celebraron Juegos Olímpicos Nacionales en 1859, 1870, 1875 y 1889, pero sólo para griegos. Coubertin utilizó todas esas ideas para organizar con éxito los Juegos Olímpicos modernos. Patrocinó reuniones en la Sorbona de París en 1892 y 1894, cuando creó el Comité Olímpico Internacional. En realidad, Coubertin quiso celebrar los primeros Juegos Olímpicos en 1900 en París, pero los griegos se mantuvieron firmes en su decisión de albergarlos y finalmente en 1896 se celebraron los primeros Juegos en Atenas.

Otro mito es que los antiguos atletas griegos eran aficionados que competían por la gloria y una simple corona de laurel. No es cierto. Al principio los concursos atléticos se realizaban en honor de Zeus, por lo que en sus inicios religiosos. A medida que las fiestas religiosas crecieron y ganaron predicamento, se convirtieron en un importante acontecimiento económico y político. El repertorio de juegos se fue ampliando, y los vencedores volvían a su casa como héroes (como ocurre hoy) y recibían honores y dinero (mucho dinero).

Incluso la fecha de los Juegos antiguos es un mito para el hombre moderno. Los Juegos Olímpicos no empezaron en el 776 antes de nuestra era, sino mucho antes. El año 776 es la fecha en que se registró el primer vencedor olímpico que conocemos, pero hubo muchos vencedores anteriores cuyos nombres ni siquiera conocieron los historiadores antiguos. Fue Hipias de Elis quien empezó a llevar un registro más de cien años después del inicio de los Juegos. Ése fue el comienzo del calendario griego conocido como Olimpiada, un ciclo de cuatro años. Los Juegos Olímpicos se celebraban en el primer año de cada Olimpiada.

Uno de los mitos más famosos de los Juegos antiguos se refiere a la tregua. Hoy casi todo el mundo cree que en la antigüedad los Juegos promovían la paz entre los griegos y que una tregua olímpica ponía fin a las guerras. No es cierto. Sin embargo, es una idea repetida en muchos libros y enciclopedias. La idea de una tregua olímpica es una mala interpretación moderna de la tregua sagrada que los antiguos griegos llamaban ekecheiria. En la antigua Grecia existió realmente una tregua, pero no detenía las guerras. Amparaba a los viajeros que acudían a los Juegos y a la ciudad Estado de Elis, que albergaba los Juegos. Establecía que, una vez llegados, los atletas y peregrinos no se pelearían entre sí, aunque pertenecieran a ciudades-Estado en guerra. La tregua protegía a quienes acudían a honrar a Zeus. No protegía todo el mundo. La guerra continuaba, pero los viajeros que cruzaban los territorios en conflicto no sufrían daño alguno.

Los Juegos son el acontecimiento deportivo de mayor éxito en el mundo. Los amo. Pero también soy historiador, y amo la verdad.

lavanguardia, 8-VIII-04