´Obstinada picaresca ´, Francesc-Marc Álvaro

Hay cosas que nunca pasan. Simplemente se adaptan de forma natural y resisten ante cualquier cambio a gran escala, ya sea político, económico o cultural. La picaresca española, por ejemplo, está tan arraigada en las inercias sociales que ya no la detectamos como tal. No estoy hablando de los grandes montajes de corrupción urbanística que aparecen por doquier, dejando a las instituciones democráticas por los suelos. Me refiero a esas pequeñas pero numerosas estafas nuestras de cada día que, aprovechando el resquicio legal y la buena fe, se ceban en los más indefensos. Voy a denunciar uno de estos timos para prevenirles, amigos lectores, y para que actúe quien corresponda.

Llama alguien a la puerta de su hogar y su única presentación es "somos del teléfono". No precisan de qué compañía. Acostumbra a ser gente muy joven, supongo que mal pagada, a la que alguien debe entrenar con cuatro pasos, siempre los mismos. Lo he comprobado personalmente, pues hasta dos veces han intentado engañarme, así que ya conozco el paño. Cuando el inocente ciudadano acepta la interlocución, el peón de la estafa pronuncia las palabras mágicas: "Vengo a comprobar la central de cobertura". La mayoría de mortales no tenemos ni pajolera idea al respecto, así que no le damos más vueltas. Si la víctima no sospecha nada, la cosa sigue de la siguiente forma. El visitante solicita entonces poder ver la última factura de teléfono y, al tenerla en su poder, copia unos datos que, sin lugar a dudas, permitirán perpetrar un cambio encubierto de operador telefónico. Si usted es presa de este petardo, descubrirá, al cabo de unos días, que ha sido dado de alta en otra compañía.

Tuve suerte y la primera vez pillé al timador con una simple y clara pregunta: ¿Para qué compañía trabajas? La chica daba rodeos y balbuceaba incongruencias, todo para que se mantuviera el malentendido sobre el que se basa este fraude, consistente en dar a entender que es la compañía Telefónica quien nos envía un empleado para una supuesta comprobación. La mayoría de hogares particulares, como es sabido, siguen estando abonados a Telefónica para las líneas fijas. Al final, la chica confesó: "Soy de Jazztel". Entonces le pregunté algo más: ¿Pretendías cambiarme de operador sin decirlo? Calló, no supo disimular y se largó rápidamente. La segunda vez también fue una chica y, tras mencionar la central de cobertura, pregunté qué empresa la enviaba. Lo soltó a la primera, no parecía muy entrenada: "Jazztel", dijo claramente. No se cansan, pensé.

El perfil de víctima perfecto de esta estafa a gran escala es siempre una persona de edad avanzada, que vive sola y no puede defenderse, lo cual da al caso un perfil más miserable, si cabe. Para ser precisos, los que planean este tipo de trampas están más cerca del caníbal y del vampiro que del timador clásico. Quedan alertados.

12-VIII-08, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia