El pluralismo político y moral no puede erradicarse. Pero pluralismo no coincide con relativismo: no todas las teorías pesan razonablemente lo mismo en un contexto determinado. Refinar las democracias requiere combatir bastantes tipos de desigualdades (sociales, nacionales, de género, culturales…), pero también supone huir de la demagogia y del populismo en nombre de una igualdad abstracta y universal que muchas veces ha legitimado el autoritarismo.
Muchas veces el adversario de una dimensión de la igualdad es otra dimensión; por ejemplo, la igualdad de ciudadanía en contraposición a la igualdad de los distintos pueblos que componen una democracia plural (democracias multiétnicas, plurinacionales…).
La calidad de una democracia también incluye el modo de referirnos a sus valores básicos, y a saber discriminar cuando se produce la habitual falta de armonía entre dichos valores en contextos específicos.