´Desafección, partidos y medios´, Ferran Requejo
En la última década han proliferado análisis sobre la creciente distancia que existe entre los ciudadanos y sus gobernantes. Se trata de un fenómeno que afecta a la mayoría de las democracias y que, siguiendo la terminología anglosajona, se ha caracterizado como desafección democrática. El indicador más claro es la creciente abstención que se registra en las elecciones. Pero ni es este el único aspecto, ni tal vez sea el más decisivo. Esta desafección se da al mismo tiempo que una gran adhesión ciudadana a los sistemas democráticos. Ello no es ninguna esquizofrenia. Indica un contraste entre los valores e instituciones y las experiencias prácticas de los gobiernos.
Todo esto no es nuevo, pero sí parece serlo el cariz que toma en estos momentos. Los análisis de política comparada muestran tres tipos de factores que inciden en la desafección. En primer lugar, aquellos que son comunes a todas las democracias, por ejemplo, la percepción de que, tras la globalización actual, los gobiernos no controlan los resortes decisivos de influencia (frente a crisis económicas, problemas ecológicos, etcétera). En segundo lugar, los factores de carácter "local", como la falta de eficiencia de los gobiernos, escándalos de corrupción o un ensimismamiento de la clase política en polémicas de poco alcance. Finalmente, se dan factores que se hallan en una posición intermedia: ni son del todo generales ni están asociados a un sistema político concreto.
Aquí quisiera incidir en dos factores que todos los análisis señalan como relevantes e interrelacionados: la calidad de los partidos políticos y de los medios de comunicación. La calidad interna de cada sector depende de ellos, pero la "imagen" de los políticos y la percepción de la ciudadanía dependen decisivamente de la labor de los medios (escritos y, sobre todo, audiovisuales).
1) Los partidos. La política es una profesión "dura", a la vez que imprescindible y poco valorada socialmente. Es una actividad absorbente y en buena medida ingrata. En el plano individual, sólo el hecho de tener que resistir tanto una presión mediática permanente a caballo de la actualidad, como la competencia dentro y fuera del partido es algo que pocos soportarían. Además, la "colonización del tiempo" que sufren los políticos profesionales es algo casi patológico.
Sin embargo, a escala colectiva, está claro que cualquier partido necesita disponer de buenos profesionales, es decir, de buenos economistas, ingenieros, politólogos, urbanistas, juristas, expertos en energías y ecología, etcétera. Cuando se habla personalmente con líderes políticos su imagen mejora en la mayoría de los casos. Pero un partido es bastante más que los liderazgos de turno. La ciudadanía siempre espera que la práctica totalidad de los cargos sean desempeñados por personas "competentes". A veces he formulado a los dirigentes de algunos partidos la pregunta sobre cómo disponer de buenos profesionales. Es decir, ¿cómo captan talento? En algunos casos, el desconcierto ante dicha pregunta ya suponía la respuesta.
Una posibilidad para hacerlo es establecer el llamado mecanismo de la "puerta giratoria": captar a destacados profesionales con vocación pública externos al partido, para que se integren en la política ejecutiva por un periodo de tiempo específico, y luego se reintegren a su profesión. Aquí esto se hace poco.
La eficiencia del sistema democrático se resiente, sin más, si en los cargos se premia e incentiva más la fidelidad al partido que la competencia profesional. Los perjudicados somos todos, los partidos, la ciudadanía y el vigor del sistema democrático.
2) Los medios de comunicación. Situados en el epicentro de la información y de la evaluación de la actualidad, los medios constituyen uno de los principales centros de gravedad de las democracias actuales.
Desde los tiempos del primer liberalismo político se sabe que sin unos medios de comunicación libres no se asegura ni un control eficiente del poder ni la protección de los derechos ciudadanos. Pero también en este caso, una cosa es la cantidad y otra la calidad.
Tanto la prensa escrita como la radio y la televisión necesitan proveer informaciones y análisis en un tiempo muy limitado. No es tarea fácil. El riesgo está en caer en una inmediatez superficial, poco propensa a buscar los distintos ángulos de un tema determinado. A veces, las fuentes consultadas, más que parciales, son escasas. También se dan los riesgos de buscar titulares fáciles, basados más en lo que los políticos "dicen" que en lo que "hacen", y de reflejar las ideas a priori que tienen los propios medios sobre países, gobiernos, líderes y partidos. Unos medios de calidad son, entre otras cosas, aquellos que efectúan investigación propia y ofrecen al lector, oyente o espectador resultados comprensibles de esa investigación.
Ciertamente, en nuestro contexto inmediato, hay medios de calidad (escritos y audiovisuales). Pero creo que no utilizan todas las posibilidades de acercar la política a los ciudadanos. ¿Para cuándo un buen programa de televisión sobre democracia que sea comprensible y atractivo? Hoy hay medios técnicos y profesionales que hacen que el proyecto, aun siendo un reto, resulte atrayente.
Es importante que partidos y medios evalúen qué hacen, que contrasten los objetivos propuestos con los resultados alcanzados. La política puede ser a la vez inteligente y apasionante. Y la democracia es siempre un viaje inacabado y un experimento permanente.
Ferran Requejo, catedrático de Ciencia Política de la UPF y autor de ´Las democracias´ (Ariel 2008), 1-X-08, lavanguardia