´El nuevo Partido Nacionalista Español´, Francesc-Marc Álvaro

Antes de las elecciones de marzo del 2008, todos los sondeos que se publicaron arrojaron un dato que, a menudo, se olvida demasiado a la hora de analizar los movimientos de Zapatero: la opción que menos gusta a los votantes socialistas en toda España es un eventual acuerdo de gobernabilidad con nacionalistas catalanes y vascos (aunque estos hayan demostrado su moderación y responsabilidad sobradamente desde 1977), incluso muy por detrás de una hipotética gran coalición entre PSOE y PP, al estilo alemán. José Bono, atento al mar de fondo y especializado en tender puentes entre la buena gente socialista y la buena gente popular, repite cosas como que "los votantes del PSOE y del PP que no estén inoculados de veneno tienen menos diferencias que las que afloran en los dirigentes más extremistas". Detrás de la cansina negociación de la financiación también hay mucho de esto. De ahí que socialistas y populares hayan convertido Andalucía en la mágica vara que mide la mezcla más digerible de españolismo oficial y subsidio autonomista. De ahí que ambas siglas utilicen, para hacer oposición, el espantajo de una Catalunya voraz y avara.

Este cuadro es relevante para poder comprender algo que aparece en la última encuesta que ha publicado La Vanguardia:el crecimiento de Unión, Progreso y Democracia, de Rosa Díez, que podría pasar de uno a cinco o seis diputados en los próximos comicios legislativos. Aunque esta formación concentra la mayor parte de sus votos en Madrid y lo hace a costa, mayormente, de los populares, el efecto de su posible avance se leería en toda España como la mayoría de edad de un auténtico Partido Nacionalista Español, opción que - a tenor de lo observado-echan en falta, precisamente, los más entusiastas de un gran acuerdo entre PP y PSOE que pusiera las bases para acabar con el protagonismo en las Cortes del PNV y, sobre todo, de CiU. La monotemática agenda de Díez pone mucho énfasis en este punto, así como en la necesidad de reformar el sistema electoral para que tal objetivo fuera irreversible.

UPyD encarna el recetario jacobino en estado puro, con algunos siglos de retraso y con el convencimiento de que todos los males de España nacen de lo que llaman "nacionalismos periféricos" yde la inacabada vertebración del Estado-nación a imitación del esquema francés. Ni Alfonso Guerra por la izquierda ni los ideólogos de la FAES por la derecha habían llegado nunca tan lejos. ¿Por qué? Porque al final, tanto PSOE como PP, suavizados por el forzoso pragmatismo del que gobierna o aspira a hacerlo, saben que, a falta de mayorías absolutas, los apoyos más acreditados tienen siempre acento vasco y/ o catalán. En cambio, Díez puede permitirse el lujo de vender la gran utopía del nacionalismo español: acabar con la anomalía histórica. La mercancía es atractiva para muchos votantes de Rajoy y Zapatero. Lo mejor de esta broma es que UPyD no sería hoy nada sin el apoyo de varios entornos populares y socialistas.

6-I-08, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia